Facultad de Derecho - Universidad de Buenos Aires Instituto de Derecho de las Comunicaciones
 
AÑO II | Nº 6
   

 

 
Tenemos que defender el patrimonio cultural
[Entrevista]
Carlos Gorostiza
Autor Teatral
Fondo Nacional de las Artes
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¿Cómo piensa que puede llevarse a la práctica esta iniciativa del Fondo Nacional de las Artes en el actual estado de la televisión?

Si supiéramos cómo se puede llevar a la práctica, estaríamos ya poniéndolo en práctica. Lo que el Fondo Nacional de las Artes está haciendo es plantear la realidad de la televisión. Es decir, intentar representar a la opinión pública. Hoy en día es universal la opinión que hay sobre los contenidos y el lenguaje de la televisión, que es bastante deprimente, más que deprimente. Entonces, en el Fondo Nacional de las Artes, además de ser motor especial para grescas y litigios, planteé en el directorio: “tenemos que defender el patrimonio cultural”. Y pensando en el patrimonio cultural, es inevitable atender a los contenidos de la televisión. Entonces me puse a hacer un pequeño plan, muy modesto, hablé con SADE, con Argentores y nos reunimos en un almuerzo con la idea de hacer un pequeño comunicado, que se denominaba “Un llamado a la ciudadanía”.

En los primeros pasos, al contactarme con la gente de las entidades, me di cuenta de que estaban esperando esto, me encontré con un gran entusiasmo y con que la indignación es universal. Uno le pregunta a cualquier persona y es así, me llaman por teléfono y me dicen “muchas gracias por lo que está haciendo”, ¡buscan mi teléfono en la guía! Me llaman de todo el país, pero acá viene la explicación de porqué yo le digo a usted que lo voy a defraudar con la respuesta: porque nosotros vemos una realidad, entonces la presentamos, la hacemos pública, encontramos gran repercusión, hicimos una conferencia de prensa y explicamos lo que a nuestro juicio está pasando, ¡pero no dimos ninguna solución! Dijimos cosas generales: no hay que prohibir, no hay que censurar, hay que legislar. Pero, ¡Dios mío! Nosotros no podemos, no debemos, además no somos capaces de fundamentar una legislación para el futuro. Entonces, ¿cómo solucionamos esto? Con esperanza. No con optimismo, con esperanza. El programa de mesas redondas se inicia el 13 de junio y las semanas siguientes se van a realizar los días miércoles. Ya está planificado todo el mes de junio con todos los paneles, los moderadores. En la primera mesa, por ejemplo, va a ser moderadora Magdalena Ruiz Guiñazú; en la segunda, Nelson Castro y en la primera, por citar algunos nada más, vamos a estar con Horacio Sanguinetti, Norma Morandini; y en la segunda estará Silvia Bleichmar (ver página 8). Lo que importa de las mesas no es lo que vamos a decir nosotros, si no lo que va a surgir del diálogo y el debate de la platea que esperamos que sea importante, con gente joven, con gente de los medios y que al fin de las mesas redondas –que no sabemos cuándo van a terminar– , de alguna manera, y analizadas por Iván Bodeleau, se va a hacer un documento donde estén claras las propuestas, que sea la voz de la ciudadanía y que llegue a las autoridades. Buscaremos contactarnos con empresarios, que ya están adhiriendo: adhirió la Cámara de Anunciantes, la Cámara de Comercio, adhirió ARPA y ahora ATA hizo una reunión con Alberto Fernández, con el Jefe de Gabinete de Ministros, donde manifiestan la misma preocupación. Hay una preocupación, evidentemente, porque oyeron el sonido, oyeron la voz de la ciudadanía. De ahí surgirán las propuestas.

¿Tiene alguna idea de qué reglamentación debería implementarse?

No. Y no tengo porque tenerla porque no es mi materia. Acá es donde tienen que entrar a jugar los entendidos. Se podrían estudiar las reglamentaciones existentes. Por ejemplo, tengo entendido, según me han dicho, que la legislación en Suecia es excelente. En Suecia no hay problema, tienen una legislación bastante orgánica. Sería bueno saber cómo es eso.

En España, por ejemplo, el gobierno llamó a autorregularse. El planteo del gobierno fue: “o se autorregulan o interviene el Estado...”.

La última noticia que tengo es que no sirvió para nada eso. Es peligrosísimo. Hay que buscar. Primero, que esto nace del país, porque en España están mal, en Italia también, pero acá son peores las cosas que están pasando. Por ejemplo, en la época de Menem, hubo un partido de fútbol, Argentina contra España, y ganamos, pero echaron a cuatro o cinco argentinos porque hicieron las peores cosas, trompadas... en fin. Un desprestigio para el país, pero ganamos. Cuando llegaron acá, el presidente Menem los recibió en la casa de gobierno y dijo esta frase: “Muchachos, lo que importa es ganar”. Hoy, un punto de rating es más importante para muchos que la moral.

Además, suelen esgrimir la moral de una supuesta eficacia...

¡Claro! Le digo más. Me contaron que aparecieron, por ejemplo, en uno de estos programas de esos muchachos que se creen graciosos, con un termómetro que decía rating, que estaba en cero y que una mujer empezaba a sacarse la ropa y subía el termómetro. ¡Lamentablemente es así! Porque hay en la cuestión humana una tendencia a lo morboso, a lo perverso. Somos enteros, no somos una parte linda y buena de la naturaleza ¿no? Pero el hombre inventó una cosa que es la que permitió que siguiéramos hasta ahora, hasta este momento de la historia del universo, que es la ley. Sin la ley no existiríamos, nos estaríamos matando todos. Tuvieron que crear la ley, con sus reglamentos, para ordenar. Bueno, acá, en este asunto, hay que hacer algo parecido: hay que legislar. Tienen que haber leyes que legislen, que determinen qué es posible y qué no es posible. Porque la televisión no es teatro, no es cine. La televisión está en la casa. Está frente a los chicos. Yo conozco gente que apaga el televisor cuando están los chicos, que buscan una excusa para apagar el televisor.

Si bien es cierto, tampoco es el objetivo inmediato de ustedes ponerse a redactar una ley

No, tiene que surgir de todas estas reuniones. Ahora se abre una temporada de libre debate en las mesas redondas y de estas mesas redondas queremos que aparezcan las propuestas; alguien va a decir que la televisión tiene que encenderse de 8 a 9 y de 14 a 15 y nada más, puede ocurrir... y todo se considerará.

¿Cómo ve usted que haya sido un emprendimiento que surgió desde el Fondo Nacional de las Artes y no desde el COMFER?

Julio Bárbaro me llamó para decirme que esto era de gran ayuda para él. Él me dijo que no puede, que no tiene fuerzas, porque las multas no las pagan. Hubo muchas multas acumuladas que fueron compensadas con publicidad para el gobierno. Yo creo que no es sólo cuestión de imponer multas, yo creo que hay que hacer una legislación inteligente. Yo no sé por dónde puede venir, pero me parece necesario ponerlo en voz alta.

La multa no sería –a juicio de ustedes– el camino efectivo porque hasta ahora no ha demostrado serlo

Ha habido inquietudes en la historia de la televisión. Simoncini fue motor de algunas, había un gran grupo de intelectuales, de empresas especiales, en esfuerzos aislados…. En este momento, no está ausente nadie porque se ha llegado a un punto en donde ya la cosa es infernal.

Y en función de eso, ¿cómo se puede pensar en una televisión con mayor participación del ámbito de la cultura formal? Es decir, tenemos bastante aisladas las dos cosas...

Es un problema eterno. Cuando yo estaba a cargo de la Secretaría de Cultura, tenía a mi cargo ATC. Y yo en ese momento dije “qué bien que vendría que Sábato haga un buen programa” –que todavía hoy se recuerda–. No era nada excepcional, pero era serio y entretenido y hasta habíamos aumentado el rating. Hasta que no me dio más. Padecía de un stress violento. Entonces, en ese momento, tuve la idea de hacer un Cine Club: películas de Bergmann, películas francesas, de la preguerra. Lo llamé a Salvador Samaritano que estaba a cargo del Cine Núcleo y le dije que yo creía que estaría bueno hacer eso y entonces nos pusimos en contacto con las embajadas para conseguir las películas. Me mandó a verlo al director, que ya no recuerdo quién era, pero pasó el tiempo, una semana, quince días y evidentemente no lo querían hacer. Porque las películas de las embajadas son gratuitas y entonces, no había posibilidades de obtener ninguna comisión. Entonces, llamé a la gente de ATC y les dije “miren, si en quince días no va este programa, despido a todos”. A los quince días, apareció todo. Por otra parte, el programa que ahora apareció sobre la educación con María Laura Santillán los sábados, que fue una idea de Suar, ¡es interesantísimo! Y estaba Jaim Etcheverry, y están todos los que estuvieron en la conferencia de prensa nuestra. Aclaro que esto no es consecuencia de lo nuestro, porque fue planificado antes. Pero que –de pronto– pueda haber un programa así. Esto se puede hacer, a pesar de que hay mucha gente a la que estos programas puedan aburrir, porque la televisión también es entretenimiento. Y está claro que en la televisión se ve mucho deporte y muchos programas de entretenimiento. En fin, tenemos que tomar en cuenta todo esto. Tener, por ejemplo, un Canal á, es tener
un espacio diferente, pero no sólamente en la Capital.

Canal á debería ser el Canal 7. Y en aquel tiempo en el que fui Secretario y hasta que me tuve ir, mi idea era cambiar ATC, como Argentina Televisora Color, por Argentina Televisora Cultural y que ése fuera el canal oficial. Que fuera entretenido, como lo estábamos haciendo y hacer, de pronto, una ligazón con la Universidad para enseñar, para hacer educación a distancia. Pero a veces “el caballero Don Dinero” lo domina todo.

¿Cuál piensa Usted que debería ser el papel del Estado en este problema en particular?

El Fondo Nacional de las Artes es un fondo “nacional”. Depende de la Secretaría de Cultura de la Nación, de la Presidencia. En estos días va a aparecer un aviso en los diarios donde van a aparecer las mesas redondas. Esto es increíble, es gracioso, pero lo hemos conseguido: es decir que el estado está diciendo “bueno, vamos”; pero, hace pocos días se renovaron las licencias de todas las radios y emisoras. Hadad tiene licencia hasta el año 2040. Y esto es una contradicción con nuestra intención de purificar las cosas.

Es, evidentemente, un proyecto complicado

Es complicado. Un Estado ideal, por supuesto, debería tomar manos en este asunto y ayudar. No prohibir, no censurar, no ordenar que todos los días desde las 8 de la mañana hasta las 12 de la noche haya programas culturales, porque sería terrible y después nadie vería televisión. Cuando digo “culturales” me refiero a conferencias, que son aburridas para mucha gente. Veámoslo de esta manera: si lo que está pasando tiene que ver con un éxito comercial, o un éxito de rating que se mide por ese sistema tan perverso que indica que si lo ve tanta gente pongo publicidad, ¿tiene que ver, también, con una cuestión de base cultural que a la gente le termina atrayendo mucho más eso que otra cosa, quizás porque no tiene opciones? Creo que fue Lope de Vega el que dijo que “al pueblo se le da paja y come paja y se le da trigo y come trigo”. ¿No es cierto? Y no tenemos que remontarnos tanto tiempo. Ahí por los 60 y pico teníamos programas hermosos: Cosa Juzgada, Historias de Jóvenes y había varios. Y también había de los otros, pero estaba Tato Bores, estaba Verdaguer.

Buen humor que se ha ido deformando, deformando la cultura argentina.

Se desequilibró la “oferta”...

Sí y se ha ido deformando y creo que va a tener que pasar algún tiempo para que se acomode. No ignoramos nosotros que tenemos enemigos porque además, son brutos. Entonces, no entienden cómo se puede tener la misma cantidad de espectadores. Yo tengo una noticia, que es que algunos de la Cámara de Anunciantes están temiendo perder prestigio en el espacio que tienen ciertos contenidos. Y es cierto: haciendo zapping, con el aparatito, porque no me gusta quedarme mucho porque no lo soporto, había ahí una cosa horrible que no recuerdo qué era, e inmediatamente aparece la publicidad de “Banco de …”. ¡Es desprestigio para el banco!. Y están dándose cuenta de esto... Bueno, ahora hay que informar, alimentar, además de crear una legislación nueva. Estuvimos reunidos, el mes pasado, con muchas ONG y se hizo un plan inicial para cambiar, para plantear una nueva Ley de Radiodifusión. La Ley de Radiodifusión que nos rige es la de la dictadura. Yo quise iniciar esto en el gobierno del Dr. Alfonsín, hacer una Ley de Radiodifusión nueva, democrática. Se pasaron un mes para ver dónde, en qué oficina, cuántas secretarias, máquinas de escribir...

¿Se diluyó?

Me recuerda a Perón que dijo una frase “si querés demorar algo, formá una comisión y si la cosa funciona aumentá la cantidad de miembros”. Entonces, bueno, el hecho es que ahora nos hemos reunido. Me encontré con Torcuato di Tella, no es para tener una gran cantidad de cultura en la radiodifusión, pero es cultura. Le dije: estamos trabajando, hicimos un folleto, ¿te lo mando, lo lees, después me llamás? Sí, como no, me dijo, caminamos unos pasos y agregó: “palabra de político”. ¡Era sincero!

¿Como se puede compatibilizar esta necesidad de mejorar la situación actual con el respeto a la libertad de expresión?

En este momento no hay libertad de expresión. Porque el lenguaje es tan limitado, tan burdo, que impide que el hombre que está mirando la televisión pueda simbolizar y pueda pensar. Es eso solo, groseramente. Cuando hay mayor facilidad de lenguaje hay mayor posibilidad de simbolización, de pensar, se tienen más alternativas con las palabras. Entonces, nosotros estamos luchando por una mayor libertad de expresión. Con lo que están haciendo nos están coartando la libertad de expresión. El otro día le comenté al Ministro: “hay un programa que es muy interesante (uno se refugia en el cable –pero somos pocos los que tenemos dinero para poder tener el cable, la multitud, la gente a quien se debe, realmente, dar el mejor material, no puede tener cable–), el “Actor’s Studio”, en el que hicieron un programa con Jeanne Moureau, la vieja actriz que, a pesar de estar toda deformada por las manías estas de hacerse cirugías estéticas, todavía mantiene el espíritu, y le plantearon el cuestionario clásico del programa en el que le preguntan “¿cuál es su palabra soez preferida?”. “Mierda”, dijo, y se quedó pensando y dijo “ya no es una mala palabra”. Y yo me quedé pensando: ¡estos atorrantes de la televisión nos están quitando hasta las malas palabras!. Porque era una hermosa mala palabra, antes de que se la empleara para cualquier frase. Está en momentos claves de la literatura, está en el Quijote. No hay buenas y malas palabras, depende cómo se usen, en qué contexto, cuál es el contenido. Entonces, esto es algo que los brutos no pueden entender. Pero, en realidad, el otro día lo escuchaba a Casero diciendo “yo no estoy en contra de la televisión”. Y ¡cómo vamos a estar en contra de la televisión si ha sido uno de los mejores inventos del siglo veinte! Hay que estar en contra de lo que hacen en la televisión, que es otra cosa, ¿no?

Entonces, digamos que lo que sí se está buscando es que puedan coexistir las dos cosas: el entretenimiento puro, por así decirlo y transmitir algún hecho cultural más interesante

Pero claro: el entretenimiento no tiene porqué ser soez, no tiene que ser grosero, puede y tiene que ser agradable.

¿Van a trabajar y debatir sobre el alto nivel de discriminación que se observa en la pantalla?

La discriminación actual hacia la mujer es escandalosa. Nunca se ha considerado a la mujer exclusivamente como un objeto sexual como en la televisión actual.
Entre las cosas que van a charlar, ¿tienen pensado en algún momento plantear si no debería existir una diversidad de medidoras de rating e incluso una estatal?
Bueno, eso, posiblemente, si Usted va a las mesas redondas y dice eso, se anota. Y después se va a ver cuantas medidas posibles se pueden tomar.

Digamos, que se contemple esta otra posibilidad.
Para descartar sospechas...

Claro. De pronto, un rating hecho por la Universidad, por ejemplo. Mire, le voy a contar una cosa, que no sé si es cierta pero que puede serlo y eso es lo terrible: en algunos casos, algunas empresas, como yo decía hace un rato, no quieren estar ligadas a ciertos programas y entonces, le ponen la publicidad igual, aunque no quieran y para que la saquen de ese espacio no deseado ¡les piden a esas empresas que paguen! Me parece que esa es una muestra terrible de lo que está pasando en los medios. ©


Compromiso ante la ciudadanía


EL PORQUÉ DE NUESTRA CONVOCATORIA

Atento a la defensa del patrimonio cultural de nuestro país, el Fondo Nacional de las Artes se vio apremiado en estos días por la necesidad de responder a un clamor que se deja oír cada vez con mayor estridencia. Nadie hoy puede hacer oídos sordos a los constantes reclamos –tanto públicos como privados– que se elevan desde todos los sectores de la ciudadanía. Es que la trasgresión a los más elementales principios de convivencia responsable originados en no pocos medios audiovisuales ha llegado a un punto de imposible aceptación.

Fue por este mismo motivo que, apenas convocadas, las instituciones más representativas de la cultura nacional, cuya lista aún incompleta está a disposición de ustedes, se adhirieron con entusiasmo.

La declaración compartida hasta ahora por más de 60 instituciones es la siguiente:

COMPROMISO ANTE LA CIUDADANÍA

“Las instituciones que figuran al pie [...] manifiestan su honda preocupación por el oprobioso lenguaje dominante en no pocos programas y realizaciones de medios audiovisuales y, haciéndose cargo de idéntica inquietud existente en numerosos ámbitos de la ciudadanía, se comprometen a iniciar un movimiento tendiente a contener el progresivo deterioro de la cultura nacional”.

Y AHORA ALGUNAS CONSIDERACIONES:

No se trata de establecer, a partir de esta declaración, una falsa oposición entre comunicadores indeseables y comunicadores “puros” o “sanos”, como si el solo hecho de no usar palabras violentas convirtiera a una persona en honesta. Sabemos de sobra que con palabras melosas se puede mentir, calumniar o estafar. También sabemos que las palabras violentas son tan insoslayables al habla y están tan vinculadas a su vitalidad como cualquier otro vocablo de nuestro idioma, ya que tienen que ver con nuestras pasiones, con nuestros estados de ánimo, con nuestro sentido del humor.

Justamente por eso, porque respetamos profundamente el lenguaje en toda su extensión y lo consideramos de una ductilidad y una riqueza incomparables, capaz de expresar lo audaz, lo sublime, lo cómico, lo ingenioso o lo erótico, es que nos negamos a que se lo convierta en un mero ruido, presuntamente escandaloso, incapaz de expresar otra cosa que la carencia de un ingenio o una audacia reales que genuinamente consigan interesar al público.

No hay palabras buenas ni palabras malas, ya se sabe: hay palabras bien usadas, y palabras tiradas al oyente como si fueran basura. Hemos observado con inquietud, tanto en la radio como en la televisión, un uso no elaborado y meramente exhibicionista de expresiones que, insertas sin ninguna justificación y repetidas hasta el agotamiento, son meramente procaces y, en lugar de impactar al oyente, lo anestesian, gradualmente le van impidiendo percibir el poder de agravio o de impotencia o de comicidad que una palabra fuerte, usada cuando es necesario, puede tener.

Creemos que este uso indebido y abusivo de groserías pone de manifiesto una clara subestimación de la audiencia, a la que parece que se le negara toda capacidad de interpretación y de imaginación. En cuanto al lenguaje cada vez más limitado que se utiliza, muestra una total desaprensión respecto de los perjuicios que esta limitación va provocando en el habla y, en consecuencia, en la formación de una sociedad de individuos libres, ya que la capacidad de manejar con solvencia las palabras que conforman el idioma y la sintaxis que las articula, permite realizar con libertad una simbolización del mundo, otorga una mayor capacidad para comprender la realidad, y permite que nos expresemos plenamente.

El lenguaje, en suma, nos convierte en personas. Desvirtuar su carga afectiva y semántica, achicar o envilecer sus posibilidades expresivas, es un modo de contribuir a la deshumanización.

A nadie escapa el poder de penetración y de llegada de la radio y de la televisión y el aporte que pueden hacer al desarrollo social, económico y cultural de la sociedad. Por eso mismo, el servicio de radio y de televisión genera una gran responsabilidad en quienes lo llevan a cabo. A esa responsabilidad estamos apelando.

No se trata de censurar a nadie ni de prohibir palabra alguna. Se trata de exhortar a los actores y responsables de los medios a que utilicen a conciencia y con verdadera idoneidad su herramienta de trabajo.

Proponemos, como primer paso, la generación de un profundo debate sobre el tema en el seno de la sociedad, en el que participe la mayor cantidad de personas e instituciones, y que comprometa a las autoridades y licenciatarios a actuar en consecuencia, preservando el bien público y cumpliendo con lo que demanda la ley.


“COMPROMISO ANTE LA CIUDADANÍA”
Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, Rufino de Elizalde 2831, Ciudad Autónoma de Buenos Aires

1º Mesa:

13 de Junio

19 horas

Participantes:

Norma Morandini

Ernesto Schoo

Aída Bortnik

Horacio Sanguinetti

Carlos Gorostiza

Coordina:

Magdalena Ruiz Guiñazú

2º Mesa:

22 de Junio

19 horas

Participantes:

Pablo Sirven

Beatriz Sarlo

Osvaldo Quiroga

Jorge Halperin

3º Mesa:

29 de Junio

19 horas

Participantes:

Silvia Bleichmar

Canela

Marcelo Stiletano

Roberto “Tito” Cossa

Coordina:

Nelson Castro

           



 

 

 
 
Editorial

Alberto Gabrielli