25 de noviembre: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

La violencia contra la mujer evidencia relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres. Supone negarle subjetividad a las mujeres como titulares de derechos y, por tanto, su reificación.

Las actitudes tradicionales que consideran a la mujer como subordinada y que fomentan estereotipos contribuyen a perpetuar las prácticas que entrañan violencia en la familia, en las relaciones de pareja, en las decisiones sobre su salud sexual y reproductiva.

La violencia basada en el sexo es la violencia contra la mujer porque es mujer. Incluye actos que infligen daños o sufrimientos físicos, mentales o sexuales, amenazas de cometer esos actos, coacción y otras formas de privación de la libertad.

La Argentina es parte en la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) y en la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belén do Pará). Ellas condenan la violencia física, sexual y psicológica, el maltrato, la violación, el abuso sexual, la tortura, la trata de personas, la prostitución forzada, el secuestro, el acoso sexual en el lugar de trabajo, en las instituciones educativas, en los establecimientos de salud.

El Estado debe prevenir la violencia contra la mujer, debe procesar a los responsables y sancionarlos. Hay una garantía de impunidad socialmente instalada para los actos de violencia contra las mujeres que el Estado debe quebrar. El Estado debe modificar prácticas jurídicas que respalden la tolerancia a la violencia contra la mujer; debe establecer procedimientos legales justos y eficaces, medidas de protección, juicio oportuno y acceso efectivo a los recursos, sanción a los responsables y reparación a las víctimas. La violación es un acto de tortura.

Se puede tratar la violencia de modo de cristalizar ciudadanía plena para las mujeres. Las normas son necesarias pero no suficientes. Debemos modificar también patrones culturales.

La violencia es un comportamiento aprendido a partir de estructuras familiares, laborales, sociales y políticas que devalúan el maltrato y la fuerza ejercida sobre la mujer. La violencia contra la mujer la trasciende y llega a la familia, a la sociedad y tiene efectos intergeneracionales.

Si la violencia se aprende, puede ser modificada! La erradicación de la violencia contra la mujer requiere de la participación del poder público, de actores privados, del colectivo de mujeres. Requiere de nosotras que tenemos que denunciar, denunciar para ser libres! La violencia en tu cama, tu dormitorio, tu cocina o tu comedor no es un acto privado sino un delito.

Necesitamos el discurso democrático de la igualdad pero también estrategias de implementación de acciones eficaces.