Discurso pronunciado por el Dr. Marcelo Haissiner

Acto de colación de grado del día 21 de noviembre de 2014

Marcelo Haissiner

Marcelo Haissiner

Buenos días, señora Decana, Dra. Mónica pinto; señora Secretaria Académica, Dra. Silvia Nonna; señor Secretario Técnico, Dr. Alejandro Gómez; demás autoridades de esta Facultad; señores, profesores; graduados de posgrado, de grado; familiares; alumnos.

Tengo el agrado y la responsabilidad de haber sido convocado por la señora Decana para pronunciar unas palabras en esta ceremonia de graduación. Agrado porque ello importa la distinción de compartir con ustedes este momento, seguramente inolvidable, pero también importa para este profesor, la gran responsabilidad de darles entre emociones y expectativas, la última clase de la etapa que hoy dejaran atrás, lo que haré por tercera vez en mis 38 años de profesor. Desde esta experiencia, recogida a lo largo de años en las aulas y más recientemente como integrante del Consejo Académico de esta Facultad, procuré en cada discurso que mis palabras tuvieran alguna conexión con el momento histórico y político de la Argentina con la que los jóvenes graduados se encontrarían al traspasar esta puerta.

Por primera vez, en el año 2008, superada su propia crisis, la del 2002, en que había tambaleado todo el sistema jurídico y el desánimo había sido moneda corriente en la Argentina, transitaba una experiencia nueva, la experiencia de importar una crisis ajena producto del mundo globalizado. Como un fenómeno meteorológico, una nube negra parecía ceñirse sobre nosotros, les dije en esa oportunidad que nuestra historia era más rica que lo que podía resultar de una análisis de ese preciso momento, que seguramente la crisis pasaría y los alenté, entonces, a no abandonar la iniciativa que los había llevado a la graduación y a evitar que el desánimo triunfara sobre sus convicciones.

Corría luego el año 2011, cuando éramos testigos de dos hechos importante, primero una nueva gestión académica había comenzado el año anterior, lo que marcaba en esa facultad, el inicio de una nueva etapa con numerosos proyectos a los que invitaba sumarse a los nuevos abogados que entonces recibían su título. El escenario argentino daba también cuenta de la existencia de conflictos con diversos sectores de la sociedad que constituían la noticia de tapa de diarios de aquella época. Una vez más, mis palabras resaltaron la necesidad de continuar en la senda del esfuerzo que había reunido aquellos graduados en esa ceremonia de colación y los animé a abstraerse de todo cuanto pudiera desviar sus objetivos, proyectos y desafíos.

Hoy nuestra argentina; que exhibe marcada tendencia a repetir sus ciclos, no siempre virtuosos, enfrenta una nueva instancia de cambios, alianzas, rupturas, nombramientos, renuncias, proyectos que salen a la luz y otros que se archivan, pero en ese contexto un universo de normas nuevas vino a desafiar los límites de lo que aprendieron en estas aulas en las largas horas de estudio que creían ya finalizadas. Es que nuestro país, como parte de un mundo en permanente transformación, se ve obligado de continuo al dictado de normas jurídicas que el hombre medio no domina si no a través de alguno de sus efectos y a eso tendrán que adaptarse pues como decía el tratadista, Josserand: “O el jurista se adapta a la realidad o la realidad prescinde del jurista”.

Pero no teman, en las aulas de esta querida facultad sin duda, la más importante en su materia en nuestro país, siempre habrá un curso, seminario, jornada con cada uno o varios profesores explicando, abriendo el debate, adhiriendo o refutando aquello que en materia normativa haya cambiado o se pretenda cambiar. Es que esta facultad, es la usina del Derecho argentino. Este ámbito de acceso abierto, recibirá siempre a quienes amen el derecho, sufran con la injusticia, valoren la honestidad y repudien el facilismo. A ustedes los invito a no alejarse de estos claustros. Habrá terminado una etapa pero se inicia otra nueva y desafiante, la del ejercicio profesional y la práctica del derecho demanda especialización imprescindible en este mundo globalizado en el que la frontera son sólo limitaciones geográficas y el acceso a la información depende del libro, del profesor, pero también de la nube informática y del wi-fi.

Comienza, para ustedes, una etapa en la que seguramente harán de esta profesión, además de una vocación, una herramienta de vida, ya sea que se dediquen al ejercicio de la profesión de abogados que escojan la carrera judicial o a la investigación, en cualquier alternativa que elijan importará un nuevo desafío frente al que esprintarán sensaciones bastantes parecidas a las que sintieron aquel primer día que transitaban los pasillos de la facultad.

Hoy quiero reivindicar, para quienes vayan a ejercer la profesión, además del muy amplio objetivo de luchar por la justicia, el más concreto, el de hacer en cuanto esté a vuestro alcance en el marco de la ley por defender los intereses que el cliente haya encomendado. No podrán prometer resultados, pero sí deberán prometer la realización de esfuerzos más caros por defender esos derechos comprometidos con honestidad hacia el cliente, sin anteponer intereses personales pero sin claudicar en la lucha, sin traicionar vuestras propias convicciones, lo que será la mejor forma del ejercicio de la profesión de abogado. Para quienes escojan la carrera judicial, les deseo la fuerza necesaria para comprometerse con una autentica imparcialidad. Por cuanto más la sociedad espere de ustedes, tanto mayor deberá ser el compromiso de satisfacer los más elevados criterios de una autentica justicia. Tendrán, en tal caso, el poder de privar a una parte de algo para concedérsela a su contraparte a sabiendas de que no podrán dividir salomónicamente el resultado del proceso. Tendrán también el poder de contribuir para infundir en la sociedad, desde cada uno de ustedes, la tranquilidad de la existencia de una justicia igual para todos.

Finalmente deseo que sean exitosos sin dejar de privilegiar a la persona que cada uno de ustedes es, pues serán todavía mejores profesionales si no se olvidan de ser al mismo tiempo y cada día mejores personas.

Vuestro futuro está fuera de este edificio, pero será más rico sino se alejan de estas columnas que durante años los acompañaron casi desapercibidamente. Hoy están aquí no solamente los nuevos abogados, sino además quienes reciben sus diplomas de estudios superiores entre quienes se encuentra mi colega y esposa. Ellos también son un ejemplo a seguir, por eso les digo que nunca dejen de estudiar y que esto recién comienza, pues la de aprender es una tarea para siempre. En esta misión esta alta casa de estudios, recibe cada año un vasto número de colegas extranjeros que vienen a esta casa a cursar posgrados, valga pues este hecho como reconocimiento a la dedicación de sus profesores y como motivación para ustedes de continuar con el mismo sacrificio el camino del estudio constante y del perfeccionamiento sistematizado. Este es, quizás, el más preciado aporte con el que es posible construir una sociedad mejor.

Les doy mis más sinceras felicitaciones en nombre de la comunidad de profesores de esta casa que hoy represento, pero me despido también desde otro lugar como orgulloso colega de cada uno de ustedes. Espero encontrarlos aquí, en esta facultad estudiando, enseñando; o fuera de aquí, haciendo el bien por los caminos de la vida.

Muchísimas gracias a todos.