Discurso pronunciado por el Dr. Luis María Bunge Campos

Acto de colación de grado del día 11 de abril de 2008

Señor Decano, señores Secretarios, colegas Profesores, familiares, invitados, queridos colegas recién egresados.

Tengo el alto honor de dirigirles las palabras con las que esta casa que nos cobija los despide de su vida de estudiantes. Esta casa que, como ya dije alguna vez, los ve partir con orgullo, pero que no debemos olvidar que nos nutrió, nos dio abrigo y nos brindó todo sin pedir a cambio nada.

Consiguieron su objetivo, celebren, ya que se lo merecen. Superaron todos los obstáculos merced al propio esfuerzo y a la inteligencia. Todos sabemos lo que les costó llegar a este momento; celebren bien este día porque es suyo.

Hoy ustedes no terminan una carrera, la comienzan, culminaron sus estudios de grado y obtuvieron su diploma, pero la carrera recién empieza y se abre ante ustedes un enorme abanico de posibilidades. Eso nos asusta a todos cuando asumimos que se vienen grandes responsabilidades y tememos no estar a la altura de ellas. Joaquín V. González lo resumió de modo magistral en este mismo podio en 1902 al decir: “Este día señala a los jóvenes egresados el principio de una era desconocida. Van a traspasar el umbral de la casa de estudios, acaso con la misma vacilación con que se marcha por una tupida selva en una noche oscura (…) Van a ejercer su imperio sobre la propia conducta. He ahí la gravedad del problema”.

El estadista no pudo prever la magnitud a la que ese problema iba a llegar, no necesito decir ni recordar lo que es la sociedad de hoy, a este auditorio calificado, y menos en el ámbito en el que se estudian las normas que la rigen. Ante ustedes se abrirán dilemas morales, aquellos que fuimos sus maestros, confiamos en sus decisiones.

Recuerden siempre que ante todo son hombres y mujeres de derecho y esa guía dirigirá sus acciones. Sea cual sea el camino profesional que escojan; el ejercicio de la abogacía, la magistratura, la función pública, la enseñanza del derecho, la diplomacia, la política, el periodismo…, tantas opciones que a partir de hoy se les abren, tengan siempre presente esa condición de mujeres y hombres de derecho que a partir de hoy los define.

La facultad no sólo les dotó de las herramientas necesarias para hacer frente a sus desafíos profesionales y morales, sino que siempre estará aquí para acompañarlos y es bueno que no pierdan el vínculo con ella. Muchos de los que estamos hoy aquí compartiendo con ustedes este día de alegría, llegamos muy jóvenes y aún estamos acá, aunque no lo crean, con la misma actitud de asombro ante el conocimiento y la misma reverencia ante la verdad.

Esta casa pasó por muchas situaciones desde su creación en 1822 hasta ahora; felices y de las otras, conoció arancelamientos, persecuciones, padeció dos cierres (no se me ocurre nada más absurdo ni perverso que “cerrar” una Universidad), también tuvo momentos alegres y algunos hasta gloriosos.

Aquellos que de jóvenes participamos del movimiento estudiantil, vemos ya veteranos como funciona en la realidad aquello que en esa época oscura en que nos tocó participar eran solo palabras de libros; autonomía, cogobierno, extensión universitaria.

En apenas dos meses, el 15 de junio, festejaremos los 90 años de la Reforma Universitaria, será una linda ocasión para reflexionar y reencontrarnos, mirarnos a los ojos y llamarnos con las mismas bellas palabras que se usaron en aquella oportunidad: “Hombres de una república libre”.

En el Manifiesto Liminar de la reforma del 18 se resume todo el proceso educativo en una simple frase “Toda la educación es una larga obra de amor a los que aprenden”. Días como éste son el fruto de esa obra.

La esperanza que teníamos en aquellos estudiantes que llegaban a nuestras aulas, se transforma hoy en la exigencia que tenemos para con los colegas, exigencia de que luchen por la Justicia, que defiendan el Estado de Derecho.

Queridos colegas, conserven siempre vivos los ideales de la juventud. Como dice el documento reformista “La juventud vive siempre en trance de heroísmo. Es desinteresada, es pura. No ha tenido tiempo aún de contaminarse”.

Esperemos que nunca se contaminen, esta Facultad esta muy orgullosa y espera mucho de ustedes y confía en que estarán a la altura de los desafíos del momento.

Juan Agustín García, el inolvidable autor de “La Ciudad Indiana”, en 1899, despidió a los egresados con estas palabras “La responsabilidad que aceptáis al recibir el diploma es muy grande. No sólo tenéis que mantener la república en la altura que la dejen vuestros padres, tenéis que llevarla allá. ¿Sabéis cómo? Llenándola, impregnándola, saturándola de ideal”.

Que toda la suerte los acompañe.