Discurso pronunciado por el Dr. Gustavo Caramelo Díaz

Acto de colación de grado del día 26 de mayo de 2025

Gustavo Caramelo Díaz

Gustavo Caramelo Díaz

Hola a todos y todas.

Voy a tomar seis minutos de su tiempo aproximadamente para dar el discurso con el que me han honrado como integrante del cuerpo docente de la Facultad.

Señor Decano, demás autoridades de nuestra Facultad, colegas, docentes, graduados y graduadas, personal no docente, familiares, amigas y amigos de quienes hoy van a recibir sus títulos, y egresadas y egresados.

Hoy son ustedes los protagonistas de esta celebración. Cada colación de grados es para nosotros una celebración. Celebramos no sólo el fin de una etapa, sino el inicio de una nueva vida profesional por parte de quienes hoy se gradúan.

Celebramos años de esfuerzo, de perseverancia, de largas noches de estudio y de convicciones que resistieron el cansancio, las dudas y muchas veces los bajones y las dificultades personales y económicas.

Pero esta celebración no puede ni debe ser ingenua. No ocurre en cualquier lugar y en cualquier contexto. Se da en el marco de una universidad pública de calidad, una de las más reconocidas del continente, que hoy como otras enfrenta una política de financiamiento que parece olvidar o desestimar la función esencial de la Universidad como generadora de conocimiento. Como usina de pensamiento crítico, esencial para el enriquecimiento de una sociedad democrática y motor del desarrollo social y científico del país.

Defender la Universidad pública no es un acto corporativo. Es un acto de justicia porque la educación pública sigue siendo en nuestra sociedad profundamente desigual, el mecanismo más potente de igualación real.

En estas aulas no se pregunta a nadie de dónde viene, cuánto gana su familia o a qué colegio fue, aunque los egresados en la ciudad de Buenos Aires tiendan a decirlo espontáneamente.

Además de formar profesionales, nuestra Universidad investiga, produce conocimiento, innova y genera soluciones concretas para los problemas que enfrentamos como sociedad.

Sin ciencia, sin investigación, sin docencia libre, no hay país con futuro. Y el futuro ya está ocurriendo, y en él, ustedes tendrán que disfrutar de una profesión que se aprende estudiando, pero se ejerce pensando como decía Couture.

Vivimos en medio de una transformación profunda, la revolución digital. El avance de la inteligencia artificial, la automatización de procesos, la concentración de poder en plataformas digitales que escapan a marcos regulatorios clásicos, son cuestiones todas que exigen respuestas creativas, dinámicas, de las y los profesionales del derecho.

¿Va a la tecnología de terminar la obsolescencia de la abogacía? No lo creo.

Podrá cambiar la manera en que trabajamos, pero no reemplazará lo esencial. La conciencia, la empatía y el sentido de justicia. No hay algoritmo que entienda de dignidad humana. Que entienda el dolor de las víctimas o que pueda trabajar el entramado transversal y multidisciplinario, que requieren problemas complejos, como los propios de las relaciones de familia. La inteligencia artificial no se indigna frente a la desigualdad, aunque puede servirnos para demostrarla en términos objetivos.

Por eso el rol que les cabrá, como abogadas y abogados no será solo el de aplicar normas. Será el de reinterpretar los derechos en un nuevo contexto, será el de construir puentes entre la ley y la innovación, denunciar abusos de poder públicos o privados y garantizar que la tecnología no se convierta en una nueva barrera de exclusión, sin dejar de aprovecharla, como una formidable herramienta para la expansión de las posibilidades humanas.

No necesitamos solo juristas técnicamente impecables. Necesitamos personas con valores, con compromiso, con coraje para tomar decisiones difíciles sin renunciar a lo ético y al respeto irrenunciable por las normas constitucionales y convencionales que guían nuestra vida como sociedad.

Nunca olviden que lo legal no siempre es justo y que esa tensión constituye un formidable disparador para nuestro trabajo.

Egresan hoy de una Universidad que lucha por seguir siendo una herramienta de transformación y de construcción de futuro. Que piensa, que sueña y que necesita más que nunca el respaldo de su comunidad académica.

Somos la UBA y ustedes lo serán por siempre, no lo olviden, ni ya título en mano traicionen su historia en esta Casa, nuestra Casa, contribuyendo a cerrar a quienes vienen detrás de ustedes las puertas que encontraron abiertas y que deben permanecer así, para que puedan ingresar por ellas, todas las personas de buena voluntad que habiten el suelo argentino y quieran estudiar en nuestra Universidad.

Ser egresada o egresado de la UBA no es sólo tener el diploma más prestigioso del país, es un compromiso. Es saber que todo lo que se aprendió aquí tiene sentido, si se pone al servicio de los demás.

Les deseo un camino lleno de desafíos pero también de sentido. Que cada caso o proyecto en el que trabajen, les recuerde por qué eligieron esta carrera. Que no olviden que detrás de cada proceso hay una historia, vidas, expectativas, un derecho esperando ser reconocido.

Gracias por haber confiado en esta Universidad y en nosotros sus docentes.

Gracias por demostrar que el conocimiento puede todavía ser basamento de la esperanza.

Felicitaciones, colegas.

Nos reencontraremos en las aulas, en los tribunales, en cada espacio donde podamos mirarnos a los ojos y sin necesidad de que medie palabra, saber que luchamos por una sociedad más justa.

Gracias.