Discurso pronunciado por el Dr. Marcelo Gebhardt

Acto de colación de grado del día 7 de junio de 2019

Marcelo Gebhardt

Marcelo Gebhardt

Sras y Sres. Secretarias y Secretarios y autoridades de la Facultad, Sres. Profesores, Sres. Abogados, Traductores Públicos, Calígrafos Públicos, Profesores para la Enseñanza Media y Superior en Ciencias Jurídicas.

Por pedido del Sr. Decano Dr. Bueres, me toca ocupar esta tribuna para celebrar con ustedes, jóvenes graduados, la entrega de sus títulos ganados y merecidos.

Pero además todos los que aquí estamos queremos con este acto recibirlos en la comunidad profesional y desearles a los noveles colegas el mayor éxito en el ejercicio de sus tareas y en el desarrollo de sus proyectos.

Esta ocasión festiva, y también formal, nos da lugar también a que reflexionemos sobre nuestra misión en la sociedad, nuestra misión como profesionales.

Los recién graduados son un ejemplo de sacrificio personal. No es casualidad que los estén acompañando hoy aquí, sus seres más cercanos; y si ustedes expresan entonces un ejemplo de esfuerzo y de talento parece aconsejable tomar esa ejemplaridad y transmitirla al resto de la sociedad para que no se deje abandonar a los criterios pesimistas y agoreros que se le proponen a diario.

Tenemos hoy graduados que reciben sus títulos de Posdoctor en Derecho, Magíster en Filosofía y Especialista en Derecho Penal. Mis felicitaciones a ellos por haber continuado sus estudios para llevarlos a los más altos niveles de la academia.

Una mención especial a aquellos graduados que reciben hoy sus diplomas de honor, merecida recompensa a la calidad académica que han sabido demostrar.
Además, reciben hoy sus títulos de grado Traductores Públicos, luego de años de constancia y esfuerzo dedicados a lograr la calidad profesional que caracteriza a nuestros egresados.

Entre nosotros tenemos también Calígrafos Públicos recibiendo sus títulos, cuyo vital rol en la sociedad no nos puede pasar desapercibido. El perfil de estos egresados es de gran importancia en el desarrollo de las causas judiciales e investigaciones, pues su conocimiento técnico es fundamental para resolver intrincados casos.

Los Profesores para la Enseñanza Media y Superior en Ciencias Jurídicas que reciben sus títulos resultan habilitados para ejercer la docencia en todo el país. Por eso nos enorgullece saber que el sistema nacional educativo cuenta con egresados de esta Casa con alto nivel de formación.

Naturalmente, reciben también hoy su título abogados y abogadas.

El título de abogado, que certifica estudios y conocimientos, es mucho más que una habilitación para actuar en los tribunales y mediar en los litigios de los ciudadanos. El abogado es antes que nada un operador calificado de la paz social. Tiene como misión esencial ejercer el derecho como presupuesto de la realización de la justicia y consecuente preservación de la dignidad del hombre.

Estas formulaciones tienen una enorme gravedad en estos tiempos donde los roles profesionales sufren el descreimiento de una sociedad castigada por la mentira, la corrupción y la inequidad social.

Por eso propongo en esta ocasión de celebración, que pongamos nuestra atención y empeño en evitar el agobio y el desencuentro. Los convoco a ayudar a superar las divisiones que enfrentan a los argentinos, realzando primero el orgullo de nuestras profesiones y de la abogacía en especial, con el propósito de que demos frutos extendidos en la tarea de afianzar la justicia y con ella elevar a nuestros conciudadanos a la dignidad que merecen. Solo una convivencia pacífica y respetuosa nos irá dando el ámbito necesario para lograr una sociedad más solidaria.

Y para tan importante propuesta, yo quiero hoy convocarlos, en nombre de nuestra Facultad, para que abracemos nuestras profesiones con la convicción de que está dirigida a lo más excelso de la creación, que es el hombre, que necesita convivir en paz y crecer para su elevación como ser digno y trascendente.

Los convoco a evitar que se vea nuestra profesión como un modo de enriquecernos personalmente y, en cambio, la podamos exhibir, con nuestra conducta, como un instrumento de realización humana, no sólo individual sino centralmente en lo social: no habrá realización del hombre en una sociedad frustrada.

Los convoco al trabajo y a la capacitación permanente. Sólo de ese modo seremos eficientes para contribuir al mejoramiento de la convivencia pacífica de nuestros ciudadanos.
Los invito a que, con ese objetivo de mejorar nuestras aptitudes, no se despidan hoy de esta Facultad.

Nosotros los profesores vamos envejeciendo. No hemos crecido nosotros, como ustedes, palpitando desde la niñez la revolución tecnológica, ni asistiendo a este estallido de las comunicaciones que les concede a ustedes un adiestramiento natural. Por ello los necesita la Universidad, quizá mucho más que a nosotros, como futuros profesores, como investigadores. La innovación es imprescindible, y ella es impulsada por los jóvenes más que por los que estamos cerca del retiro.

Quiero conjurarlos en una consigna: que el interés y los derechos cuya defensa nos sean confiados nunca puedan secundarisarse en pos de un logro del abogado. Así persuadiremos a la sociedad de que habernos facilitado el acceso al conocimiento y a este título que hoy toca que les entreguemos, fue una gran idea, que tiene la educación y el conocimiento como instrumento eficaz para superar el desencanto y la desesperanza.

Queremos proponerles que la verdad sea su pasión y el bien común un objetivo principal.

Los convocamos a que se conviertan en artífices de la concordia y de la tolerancia: que aprendan a dialogar y a convivir en democracia, solo así podremos superar esta sociedad crispada y reclamante.

Rechacen siempre los caminos tortuosos del soborno y de las componendas.

Que los reconozcan por su amor por la justicia.

Que se los visualice intransigentes ante cualquier atropello a los derechos que la Constitución Nacional garantiza.

Que vuestros padres, esposos, esposas, hermanos y amigos que hoy los acompañan y los rodean en esta celebración puedan enorgullecerse al verlos luchar por la verdad.
No callen frente a la corrupción ni ante cualquier intento de devaluar a la justicia.

Y no olvidemos que nuestra voz debe ser todavía firme y nuestro esfuerzo mayor cuando defendamos a los débiles y a los más humildes.

Señoras y señores, bienvenidos al noble desafío de luchar por la justicia. No se convoca a cualquiera a semejante cosa, no los llamamos a una tarea fácil: deben defender la verdad. Pero ese es el orgullo de ser abogado.

Felicitaciones.