Discurso pronunciado por el Dr. Marcelo Gebhardt

Acto de colación de grado del día 15 de junio de 2018

Marcelo Gebhardt

Marcelo Gebhardt

Buenas tardes a todos. Señora secretaria académica, Doctora Silvia Nonna. Estimados invitados especiales que entregarán sus títulos hoy a sus amigos, hijos, señores profesores, abogados, traductores públicos, profesores para la enseñanza media y superior en Ciencias Jurídicas y procuradores que hoy reciben sus diplomas.

Debo iniciar este saludo en este día de alegría destacando que hace exactamente un siglo, hoy 15 de junio, comenzó en Córdoba el proceso conocido como la Reforma Universitaria que modeló de una manera singular el sistema democrático y libertario de la educación universitaria argentina. Va pues inicialmente un homenaje a todos los que forjaron, no sin esfuerzo y no sin sangre, esta Universidad que ahora disfrutamos. Este discurso está destinado, además de este homenaje a los precursores de esta reforma, a celebrar la obtención del título que después de varios años de esfuerzo y de aprendizaje la facultad les confiere. Queremos con este acto recibirlos en la comunidad profesional y desearles a todos, graduados, abogados, traductores, profesores y procuradores el mayor éxito y ventura en el ejercicio de sus tareas y en el desarrollo de sus proyectos. Esta ocasión festiva también, de algún modo formal, nos da lugar a que reflexionemos sobre nuestra misión en la sociedad. No solo porque es un momento inaugural de vuestro desarrollo profesional, porque ocurre que siempre es propicio mirar para adelante respecto de esta sociedad que con su esfuerzo contribuyó decisivamente a vuestra graduación en esta universidad pública.

Ustedes, los graduados, son un ejemplo de sacrificio personal. No es casualidad que los estén acompañando sus esposos, sus esposas, amigos, hijos, etc. Y si ustedes son un ejemplo en ese sentido, parece aconsejable tomar esa ejemplaridad y proponérsela al resto de la sociedad para que no se abandone a los criterios pesimistas y agoreros que se le proponen a diario. El título de abogado que certifica estudios y conocimientos es mucho más que una habilitación para actuar en los tribunales o para mediar en los litigios de los ciudadanos. El abogado es antes que nada un operador calificado de la paz social. Tiene como misión esencial ejercer el derecho como presupuesto de la realización de la justicia y consecuentemente de la preservación de la dignidad del hombre. Los otros graduados que hoy también reciben sus títulos en esta Facultad están comprendidos también en la misión de insertarse en la sociedad como servidores del bien común. Estas formulaciones me parece, tienen una enorme gravedad en estos tiempos donde los roles profesionales sufren el descreimiento de una sociedad castigada por la mentira, la corrupción y la inequidad social. Es paradójico que nuestra profesión y también el resto de las profesiones hayan perdido la consideración de la comunidad que a pesar de eso, con sus recursos, nos concede este modo de elevar nuestro conocimiento.

Hemos caído bajo una crítica que peca de generalizaciones y desesperanzas. Por eso propongo en esta ocasión celebratoria que pongamos nuestra atención y empeño en evitar el agobio y el desencuentro. Los convoco a superar las divisiones o ayudar por lo menos a ello realizando primero el orgullo de nuestras profesiones, de la abogacía en especial y que demos frutos extendidos en la tarea de afianzar la justicia y con ella elevar a nuestros conciudadanos a la dignidad que se merecen. Solo una convivencia pacífica y respetuosa nos irá dando el ámbito necesario para lograr una sociedad más solidaria. Y para esa importante propuesta yo quiero hoy convocarlos en nombre de nuestra facultad, de nuestro Decano Alberto Bueres que hoy no nos puede acompañar, para que abracemos nuestra profesión con la convicción de que está dirigida a lo más excelso de la creación que es el hombre, que necesita convivir en paz y crecer para su elevación como ser digno y trascendente.

Los convoco a evitar que sea vuestra profesión un modo de enriquecerse solo personalmente y en cambio, la podamos exhibir con nuestra conducta como un instrumento de la realización humana, no solo individual, sino centralmente en lo social. No habrá realización del hombre en una sociedad frustrada. Los convoco al trabajo y a la capacitación permanente. Solo de ese modo seremos eficientes para contribuir al mejoramiento de la convivencia de nuestros ciudadanos. Los invito a que con ese objetivo de mejorar nuestras aptitudes no se despidan hoy de la facultad. Nosotros, los profesores, vamos envejeciendo. No hemos crecido como ustedes, palpitando desde su niñez, en la juventud, la revolución tecnológica ni existiendo este estallido de las comunicaciones que les conceden a ustedes un adiestramiento natural. Por ello los necesitamos, quizás mucho más que a nosotros, los necesitamos a ustedes como futuros profesores, como graduados, llamados en nuestro gobierno tripartito a ejercer el gobierno de la universidad.

Y quiero además hacerles una serie de conjuras. Que tengamos una consigna. Que el interés y los derechos, cuya defensa nos sean confiados, nunca puedan secundarizarse en pos de un interés personal. Quiero proponerles que la verdad sea su pasión y que el bien común su objetivo principal. Los convoco a que se conviertan en artífices de la concordia y de la tolerancia, que aprendan a dialogar y a convivir en Democracia. Solo así podemos superar esta sociedad crispada y reclamante. Rechacen siempre los caminos tortuosos del soborno y las componendas. Que los reconozcan por su amor por la justicia. Que se visualicen intransigentes ante cualquier atropello a los derechos que la Constitución argentina garantiza. Que vuestros padres, esposos, esposas, hermanos y amigos que hoy los acompañan y los rodean en esta celebración, puedan enorgullecerse al verlos luchar por la verdad. No callen frente a la corrupción y no olvidemos que nuestra voz debe ser todavía más firme y nuestro esfuerzo mayor cuando defendamos a los débiles y a los más vulnerables. Señores, bienvenidos al desafío de luchar por la justicia. No se convoca a cualquiera a este desafío. No los llamamos a una tarea fácil, deben defender la verdad. Pero ese va a ser vuestro mayor orgullo.

Los felicito a todos.