Discurso pronunciado por el Dr. Jorge H. Gosende

Acto de colación de grado del día 11 de agosto de 2006

Señor Decano de la Facultad, Dr. Atilio Alterini, Señor Vicedecano, Dr. Tulio Ortiz, señores secretarios, señores invitados especiales, señoras, señores, graduados:

Nos encontramos reunidos en este magno escenario para celebrar un acontecimiento trascendente, como es el de la entrega de diplomas a todos lo que han culminado sus estudios universitarios. El solo enunciado de esa finalidad permite colegir, sin necesidad de ninguna otra demostración, que este es un momento de superlativa felicidad para los noveles profesionales aquí presentes, que ven plasmada así la vocación nacida hace mucho tiempo. Y la reunión es también grata para la Facultad, que en cada uno de ustedes ve el fruto que justifica su existencia.

Les propongo, por lo pronto, que hagamos una mirada retrospectiva, y tratemos de recrear lo que cada uno de ustedes vivió en esta casa, desde el ingreso hasta ahora. Surgirán, seguramente, los sacrificios que demandó el estudio, las alegrías provocadas por exámenes aprobados, la desazón determinada por algún tropiezo, las amistades ganadas y otras circunstancias imposibles de resumir acá. Es seguro que ese paneo activará los agradecimientos que en cada caso correspondan, hacia todos quienes contribuyeron, material y espiritualmente, en la lucha por el logro que hoy reciben. Padres, hermanos, abuelos, novios, cónyuges, hijos y en algunos casos nietos, la familia en general, y los amigos, aparecerán en el recuerdo. Es deber básico de gratitud evocarlos en este momento.

También les propongo que, aguzando la imaginación, traten de ver el camino que deberán recorrer a partir de ahora, en el ejercicio de la capacitación que han obtenido. Algunos se orientarán hacia la magistratura, otros integrarán los cuerpos de asesores del Estado, o se dedicarán a la mediación, o al arbitraje, o a algunas de las tantas franjas alternativas que atañen a las incumbencias de nuestra profesión. Y otros, por fin, abogarán, esto es, defenderán en juicio a una de las partes. Angel Ossorio, el notable Decano del Colegio de Abogados de Madrid, nos dice que ésta es la función que sirve para calificar a alguien como abogado, designando a los restantes como licenciados en leyes.

Sea cual fuere el rumbo que tomen, tengan en cuenta que lo iniciarán con una inmejorable carta de presentación: la graduación la obtuvieron en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Una Facultad que se encuentra en la cúspide de la educación pública en latinoamérica, y que goza de un reconocido prestigio en el resto del mundo. En ese camino tengan en cuenta que la médula de nuestra profesión es el Derecho, necesario y problemático. Tengan siempre presente, para no desviar la atención, que un buen sistema de Derecho tiene dos finalidades básicas: la justicia, que implica dar a cada uno lo suyo, y la seguridad jurídica. Y que ambas tienden a consolidar la paz, tan necesaria en nuestros días. Y no se olviden de acatar, siempre y en todo lugar, las normas éticas que rigen la profesión, que tan a menudo se dejan de lado por intereses espurios. Las diversas entidades que gobiernan la matrícula profesional tienen sus respectivos Códigos de Ética, que les recomiendo leer, así como los “Mandamientos para el Abogado”, del brillante procesalista uruguayo Eduardo Couture.

Por fin, les recordaré el Decálogo para el Abogado, elaborado por el ya citado Ángel Ossorio, que constituye una monumental hoja de ruta para tener en cuenta.

1. No pases por encima de un estado de tu conciencia.
2. No afectes una convicción que no tengas.
3. No te rindas ante la popularidad ni adules a la tiranía.
4. Piensa siempre que tú eres para el cliente y no el cliente para ti.
5. No procures nunca en los tribunales ser más que los magistrados, pero no consientas ser menos.
6. Ten fe en la razón, que es lo que en general prevalece.
7. Pon la moral por encima de las leyes.
8. Aprecia como el mejor de los textos el sentido común.
9. Procura la paz como el mayor triunfo.
10. Busca siempre la justicia por el camino de la sinceridad y sin otras armas que las de tu saber.

Para finalizar, habrán notado que he omitido referirme a ustedes como egresados, porque en algún sentido podría entenderse que salen, que se van de esta Facultad. He preferido llamarlos graduados, como una invitación para que se queden. En el mundo cada vez más competitivo, la especialización parece insoslayable. Esta casa, acorde con las necesidades que imponen los tiempos, cuenta con excelentes cursos de posgrado, entre los que incluyo al doctorado. Y también cuenta con una carrera docente, que sólo exige hábito de estudio y vocación de trabajo. Como graduados, no egresen, quédense.

Señor Decano, no tengo palabras para agradecerle el honor con que me ha distinguido al invitarme a hablar en este acto.
Flamantes colegas, y profesionales de otras carreras afines, ejerzan su actividad con dignidad, y así seguramente lograrán el éxito.

Muchas gracias.