Discurso pronunciado por el Dr. Sergio Le Pera

Acto de colación de grado del día 30 de septiembre de 2005

Sr. Decano, colegas, señores.

No es esta la primera vez, que desde este estrado saludo a los abogados que egresan y saludo a los profesores que se retiran.

Esta es la primera vez sin embargo, y será la única por necesidad, en que soy parte de la celebración porque yo estoy entre los retirados, y viniendo hacia acá el Decano hizo una reflexión que me da una idea sobre lo que debería decirles. Los dos llevamos 50 años o más en esta Facultad, hay acá varias generaciones presentes, los jóvenes egresados que comienzan una vida nueva y los que estamos en el tramo final de nuestra vida académica. Este momento es propicio, creo yo, para hacerles llegar alguna reflexión a aquellos que entraron acá como estudiantes privilegiados y salen de este salón como los abogados más desprotegidos, más inexpertos y noveles.
La reflexión del Decano viniendo hacia acá, me hizo recordar una idea que trae en uno de sus libros Carl Jung, el psicólogo suizo, diciendo: “nací una multiplicidad y muero siendo uno solo”.

Todos nacemos con muchas vidas posibles, y todos terminamos teniendo una única vida que es la que vivimos. Estos jóvenes egresados han tomado un rumbo, una bifurcación, fundamental en su vida. De hoy en adelante serán abogados. Es un nuevo mundo de alegría, y es un momento de incertidumbre y de ansiedad. ¿Cómo será esta nueva vida, y que les deparará? La mayor parte de nosotros quizá diría que estamos tan acostumbrados a esta vida, en la que hemos vivido, que no podemos pensar en otra. ¿Como habríamos sido y como habrían sido nuestras vidas si hubiéramos sido otra cosa, que no fuese abogados?, es difícil de imaginar. Pero también tengo otro mensaje para estos abogados jóvenes. Casi ninguno de nosotros, creo yo, hubiese querido ser otra cosa. Todos tenemos el orgullo de ser abogados. Los que podemos, la alegría de haber honrado a nuestra profesión, la convicción de que es posible ser abogado y llevar una vida honesta, y el orgullo también de una tradición. Sé que los minutos corren y entonces diré, que se me ocurrió también traer ante ustedes, el recuerdo del patrono de nuestra profesión que fue Cicerón. Hoy no se habla mucho de Cicerón ni en esta Facultad ni en otras, creo yo, pero fue el autor del libro no religioso mas leído en la historia de la humanidad. Fue aquel que estudiaron los abogados, y estudiaron aquellos que querían saber cómo se construía una nación, y por qué sucumbían las naciones. La respuesta es muy moderna, y tengo que pegar un salto grande ahora para llegar al final. La respuesta la dio Cicerón en una carta, quizá póstuma, que escribió a su hijo Marcos que estaba estudiando en Atenas. La carta dice, habla, sobre la filosofía moral, el tema es ¿qué es lo bueno y qué es lo conveniente?, ¿y cuál es la relación entre lo bueno y lo útil? Y el tema de Cicerón es una falsa contraposición, lo bueno es siempre útil, y lo útil es siempre bueno. Dice: muchas veces esto no aparece a primera vista, pero eso es porque la picardía se disfraza de inteligencia, y entonces nos hace ver como bueno lo que no lo es, es sólo una picardía. Ahora, las personas y los pueblos que cultivan la picardía, pierden la adhesión de sus amigos y el respeto de sus enemigos. Sus victorias para ellos son siempre efímeras, y son el preanuncio de enormes tristezas futuras que le será muy difícil recuperar. ¿Y en que consiste esta picardía? Generalmente consiste en no decir la verdad, en inducir a error. Yo no voy a decirle mucho más, salvo que este libro es el que estudio, que era el libro fundamental de filosofía moral en aquella época y muchas otras, y en otras muchas épocas, de Isabel primera de Inglaterra, era el que estudiaron quienes escribieron la constitución de los Estados Unidos, fueron de quienes construyeron el Imperio Romano. Esta filosofía hace pueblos exitosos, y la picardía, hace pueblos decadentes. No diré más porque el tiempo pasa, pero tengo acá la carta póstuma de Cicerón a su hijo Marcos, dice después de tres volúmenes que le escribió. “La conclusión es la siguiente: la picardía disfrazada de inteligencia es el gran azote de la humanidad, esto es, hijo, lo que tengo para decirte, habría ido a visitarte si mi patria no me hubiese llamado cuando me encontraba en camino. Dicho, debo en cambio hacer que mi voz llegue a ti, en la forma de estos tres volúmenes. Cuando sepa que te encuentras disfrutando el estudio de estas materias, desearé que podamos discutirlos juntos, pero ahora estamos separados y debemos comunicarnos a través de la distancia. Adiós hijo. Como sabes, mi afecto por ti es muy grande, y será aun mayor, si recibes bien los consejos que te he dado”. Dicho esto, volvió a Roma, y allí encontró su muerte. Poco sabía él, que estos tres volúmenes, no sólo llegarían a Atenas, sino que serían recordados tres mil años después y él con esos volúmenes, honrado por nuestra profesión.

Espero que esto sea una buena despedida para nuestros egresados. Comprendiendo también que nuestra Facultad es benévola, nunca una despedida es final. Los profesores tenemos la posibilidad de seguir haciendo nuestra tarea, en la Facultad, y nuestros jóvenes egresados, los que han estudiado mucho, los que han estudiado poco, los que tienen que completar lo que han visto, cualesquiera hayan sido sus condiciones de vida, y la aplicación que hayan podido poner, o el interés que tengan en seguir poniendo, en cultivar su profesión, saben, que en esta Facultad siempre podrán hacerlo.

Ninguna despedida es final en esta Facultad, y no hay motivos sino para el festejo de esta tarde.

Muchas gracias.