Discurso pronunciado por el Dr. Pedro Di Lella

Acto de colación de grado del día 18 de marzo de 2005

Señor Decano de la Facultad de Derecho, Señora Vicedecana, autoridades de la Facultad, Señores Profesores y Profesoras, flamantes graduados y graduadas de esta alta casa de estudios, Señoras y Señores.

Es una de las tareas más gratas y un alto honor, luego de muchos años de desempeñarme como profesor de la casa que el Sr. Decano me haya solicitado despedir a los alumnos que hoy recibirán su diploma de Abogado.

Quisiera comenzar por agradecer al Dr. Atilio Alterini esta oportunidad ya que pocas cosas son tan felices en el ejercicio de la docencia o de la vida académica como este adiós provisorio que les damos a los alumnos y la bienvenida a la profesión a estos nuevos colegas.

Todo lo que hay para decirles en este momento de su graduación queda dicho en pocas palabras con la felicitación por el éxito obtenido.

Sin embargo, algo más quiero agregar. Aunque para evitar el temor que en algunas caras aparece, prometo ser breve. Recuerdo, aunque a algunos les resulte difícil de creer, la alegría y la emoción el día en que me fue entregado mi diploma. Y si bien no puedo evitar conmoverme en esta ocasión tan especial que me han encomendado darles este como dije, provisorio adiós, voy a dar paso rápidamente a los protagonistas de esta jornada para que suban a recibir el título que con tanto esfuerzo han obtenido.

Todos Uds. han superado con éxito las pruebas que esta Facultad exige a sus alumnos para llegar a este momento y deben sentirse especialmente orgullosos de ello. Ahora bien, en pocos momentos y de acuerdo con la forma elegida por cada uno, se comprometerán a defender la Constitución, las leyes y los fueros de la Justicia. Este compromiso los obliga a ser dignos, probos y consagrados a los preceptos morales y éticos que rigen la profesión del hombre y la mujer de leyes. No es éste el momento de recitarles el decálogo del abogado del profesor Couture o las normas relativas al ejercicio de su profesión. Uds. las conocen. Pero sí es el momento para exhortarlos a retribuir a la sociedad, a esta sociedad colmada de privaciones, la educación que les ha proporcionado.

No deben olvidar que egresan de una universidad pública, sostenida con el esfuerzo y contribución de todos y cada uno de sus conciudadanos, y que por ello cargan con una enorme responsabilidad. Por eso, a más del reconocimiento que debéis tener con vosotros mismos por el esfuerzo realizado, la gratitud que Uds. sienten seguramente por los familiares y amigos que los han apoyado, muchos de ellos deben estar acompañándolos hoy; yo quiero recordarles que tienen un deber para con cada uno de los habitantes de este generoso país que pese a sus crisis, a veces angustiosas hasta la desesperación, ha sabido y podido conservar una universidad pública y abierta, sin cortapisas ni discriminaciones, de la que todos nosotros hemos recibido nuestra educación. Les recuerdo ese deber y tengo la certeza de que cumplirán con él.

Su comportamiento futuro será el reflejo de esta casa. Por ello es mucho lo que se espera de Uds. Como egresados de una facultad cuyo prestigio, en momentos tan difíciles para la educación en la República Argentina, trasciende las fronteras de la Nación, se espera que sean profesionales críticos, reticentes a aceptar la realidad tal y como les fue impuesta. Se espera que sean defensores de los ideales de justicia y libertad que inspiran nuestra profesión. Se espera, en definitiva, que sean dignos de confianza, de la confianza de sus clientes, de sus colegas, de los magistrados, y de la sociedad a la que se deben. Nunca olviden que el abogado tiene un rol vital en la sociedad desde tiempos inmemoriales y su quehacer es imprescindible para el desarrollo de la vida democrática.

A él recurrirán débiles o poderosos, los ciudadanos que vean eclipsados sus derechos o cuando se encuentren en juego sus libertades, para pedir el auxilio de la ley y deberán brindárselo de la mejor manera posible. Algunos de los colegas que hemos tenido han llegado incluso a perder la vida por velar por los derechos de los demás. Seguramente no se les pedirá tanto, pero no olviden que tienen un alto compromiso.

En toda profesión encontrarán gente buena o mala, responsable o irresponsable, estudiosa o haragana. Así mañana cuando Uds. ejerzan, algunos como jueces, otros como abogados, en el ámbito profesional que les toque, deberán elegir cómo quieren desempeñarse. Por estas razones desde aquí los exhorto a asumir un rol de profesional conciente de sus deberes por un profundo conocimiento de la ciencia que ejercen. Profesionales a los cuales los ciudadanos puedan confiarles sus libertades, sus problemas familiares de vecindad o sus bienes, con la certeza de que estarán bien dirigidos y que serán manejados por un abogado que actúa apegado a los más fuertes valores éticos.

He evitado citar juristas por respeto a los asistentes que no comparten la profesión, y por respeto a Uds. colegas que sin duda son capaces de procurárselas por sus propios medios. Tampoco he querido abundar en citas de prohombres a quien esta Facultad encomendó en muchas otras oportunidades decir las palabras que hoy me toca dirigirles. Si no quisiera ser injusto con más de uno de ellos, tendría que citar a muchos. Quiero sin embargo recordar un pensamiento de Albert Einstein, quien sostuvo que todo aquello que resulta ser grandioso e inspirador es creado por individuos que pueden trabajar en libertad, porque a partir de hoy Uds. serán protagonistas en la defensa de la libertad.

Concluyo así esta despedida que es tan sólo simbólica, por eso me referí en dos oportunidades a un adiós provisorio. Ya que muchos quedarán ligados a esta casa por el resto de su vida y digo esto sin ánimo de deprimir, sea porque vuelvan a sus aulas en busca del perfeccionamiento en él área del conocimiento al que dediquen su predilección o que se vuelquen a la docencia en el afán de devolver lo recibido dando a otros lo que han aprendido en ella o lo que la vida profesional o el duro trabajo intelectual que nuestra profesión exige, o tal vez ejerciendo una vocación para la investigación de la evolución del derecho que es imprescindible para lograr una vida en sociedad más equilibrada. En cualquiera de estos casos sentirán entonces, y se los dice quien lleva en esta casa muchos años, que forman parte de ella para siempre.

Y que la recepción de este diploma fue el cumplimiento de una meta; meta trascendente; meta relevante. Pero convencidos que esta meta sólo los habilita para más y mejores logros. Y así, como decimos los abogados “pacta sunt servanda” cumplo lo dicho al iniciar y doy término a esta alocución diciéndoles: Han cumplido el objetivo que se impusieron al iniciar el camino del derecho; reciban con orgullo sus diplomas y las felicitaciones a que ellos los hace acreedores. Y los despido con una antigua y tal vez apócrifa oración celta: Que el camino se abra anchuroso ante vosotros, que el sol acaricie vuestra faz, que los vientos soplen suavemente en vuestra espalda, y hasta que volvamos a vernos que Dios les sostenga en la palma de la mano. Gracias.