Discurso pronunciado por el Dr. Santiago Murias
Acto de colación de grado del día 23 de octubre de 2025
Santiago Murias
Señora Vicedecana de esta Facultad, Dra. Silvia Nonna; autoridades de esta Facultad; profesoras y profesores que nos acompañan en este acto; recientes egresados y egresadas; familiares y amigos.
Hoy nos reúne una alegría inmensa: celebrar el esfuerzo sostenido que los trajo hasta aquí, el mérito, el camino recorrido y el éxito. Y el éxito no es azar: es proponerse una meta y alcanzarla. Ustedes lo hicieron —en tiempos en los que se relativiza el mérito, ustedes lo tuvieron— y, por eso, ya son exitosos en el sentido más noble de la palabra. Ese éxito también pone a prueba la tolerancia al fracaso: muchísimas personas abandonan cuando están a un paso; ustedes persistieron, aguantaron, no aflojaron. Persistieron cuando el reloj marcaba la medianoche y todavía faltaban páginas por repasar; persistieron cuando la vida personal se cruzó con parciales y finales; y lo hicieron cuando el “no llego” se transformó en “sí puedo”. Ese es el triunfo que hoy venimos a festejar.
Detrás de este logro hay madrugadas y trasnoches, trabajos y cursadas intercaladas, fines de semana de estudio, distancias con afectos, renuncias y nuevas amistades forjadas en esta casa de estudios. Nada de esto es ni fácil, ni “para cualquiera”: se requieren vocación, disciplina y tesón. Como escuché por ahí, “si se juega, se juega a fondo, o no se juega”. Lleven esa pasión a todo lo que viene; de eso nunca se van a arrepentir.
Quiero destacar algo más: en esta travesía no caminaron solos. Los acompañaron docentes que abrieron puertas, no docentes que sostuvieron la maquinaria cotidiana de la Facultad, ayudantes de cátedra, autoridades y equipos administrativos. Y también caminaron con ustedes quienes hoy están en estas gradas: familias, amistades, parejas, hijas e hijos. Ellos son parte de este logro.
Aprender depende de una buena enseñanza, sí, pero también de una voluntad activa de formarse. La educación que hoy celebramos no termina acá. La mejor manera de predecir el futuro es creándolo: continúen formándose. La inversión en conocimiento es la que ofrece los mayores dividendos — en términos humanos, profesionales y cívicos— y nuestra Universidad y esta Facultad ofrecen los instrumentos necesarios para seguir profundizando en esa inversión. Lean, vuelvan, enseñen, devuelvan, agradezcan.
La sociedad progresa cuando sus integrantes se educan: su crecimiento personal se traduce en bienes públicos. Cada consulta jurídica atendida con esmero, cada traducción hecha con rigor, cada clase preparada con honestidad intelectual mejoran el ecosistema que compartimos. La educación pública se defiende con la excelencia cotidiana.
El conocimiento y el éxito no pueden reducirse a una utilidad económica (que, por cierto, está muy bien obtenerla). También necesitamos calidad humana para que el logro sea pleno. Agradezcan a quienes creyeron en ustedes antes que ustedes mismos —familias, amistades, parejas— y ejerzan su profesión con dignidad, criterio y honradez. Cada decisión impacta en su carrera, en la de sus colegas y en el entorno institucional.
Ser profesionales implica también sostener la palabra empeñada, cuidar la confidencialidad, no prometer lo que no puede cumplirse, reconocer los límites de lo que sabemos y pedir ayuda cuando haga falta. En esa ética cotidiana se juega la reputación individual y la de nuestras profesiones, que ustedes van a ejercer a partir de ahora.
Vivimos un punto de inflexión para todas las profesiones en el ámbito mundial. Los modelos de inteligencia artificial y las tecnologías afines avanzan a un ritmo vertiginoso, describiendo una curva exponencial, pero, lejos de hacer prescindible al ser humano, ponen de relieve la necesidad de nuestro criterio, nuestra responsabilidad y nuestra ética para orientar su uso, quizá más que nunca. En este contexto, el papel de las y los graduados que se van a dedicar al derecho en todas sus ramas, la traducción pública y especializada, la docencia universitaria y de quienes egresan de las carreras aquí representadas es decisivo: conducir el cambio con la brújula del valor humano que aportamos, garantizando que la tecnología amplifique capacidades sin sustituir la conciencia profesional.
No se trata de “tecnología sí o no”, sino de “tecnología para qué y cómo”. La pregunta ética antecede a la herramienta. Y la respuesta se encuentra en la misión de nuestras profesiones: ampliar derechos, mejorar el acceso a la justicia, asegurar la calidad del lenguaje y la expresión, y enseñar mejor, para lograr la forma de inclusión más noble: que todos tengan la oportunidad de acceder al conocimiento. Sin caer en la demagogia de asegurar la igualdad de resultados, pero sosteniendo el principio inquebrantable de la igualdad de oportunidades.
En este sentido, quiero destacar, con orgullo y gratitud, la labor imprescindible de centros de conocimiento como el Laboratorio de Inteligencia Artificial aplicada al Derecho de nuestra Facultad y el Centro de Innovación en Tecnología y Pedagogía (CITEP) de la UBA. Ambos espacios han sido faros de calidad académica, rigor metodológico y compromiso ético en un campo que cambia día a día.
Ustedes se están graduando de una universidad pública ampliamente reconocida en la región y a nivel mundial. Defenderla es honrarla con trabajo bien hecho, investigación, docencia comprometida y participación institucional. Devuelvan lo recibido formando a otros, innovando y cuidando nuestras instituciones.
Defender la universidad también implica participar en sus discusiones, mejorar sus prácticas, fortalecer sus centros de investigación y colaborar con cátedras, clínicas jurídicas y proyectos de extensión. La gratitud se expresa con hechos: con la seriedad de nuestras intervenciones, con el respeto al disenso y con la convicción de que el conocimiento es un bien social. Como decía Nelson Mandela, la educación es el arma más importante que puede blandirse para cambiar el mundo. O Aristóteles, quien afirmaba que las raíces de la educación son amargas, pero sus frutos son dulces. Permítanme sumar una cita más, propia de nuestra tradición universitaria: la excelencia no es un título; es un hábito. Se entrena, se corrige, se comparte.
Es importante reconocer expresamente a quienes hacen posible cada jornada. A los equipos no docentes que mantienen en marcha la administración, el sistema informático, la limpieza, la seguridad y la infraestructura. Al personal que custodia el patrimonio bibliográfico y acompaña la investigación. A los laboratorios y centros que innovan y establecen puentes con otras disciplinas. A las cátedras y a los institutos que sostienen la cultura del estudio con generosidad intelectual.
Quienes enseñamos nunca dejamos de conmovernos al ver el abrazo del último examen, la emoción compartida allí presente. He visto esa escena cientos de veces y nunca pierde fuerza: porque dice, sin palabras, que el esfuerzo valió la pena.
Hoy celebren. Mañana, sigan creando el futuro con rigor, sensibilidad y valentía.
A las nuevas y a los nuevos abogados, traductores públicos, calígrafos, profesoras y profesores de Derecho, y a quienes culminan sus posgrados: que el éxito los encuentre estudiando, trabajando y sirviendo: a ustedes mismos, a sus seres queridos y a la sociedad en su conjunto.
Lleven con orgullo la marca de esta casa. Defiéndanla con su propio estándar de excelencia. Y vuelvan: como graduados, como docentes, como investigadores, como ciudadanos comprometidos.
Bienvenidas y bienvenidos a sus profesiones. Y hasta siempre, en esta, su casa.