Clase pública del decano Leandro Vergara en las Escalinatas
El pasado 15 de septiembre, en las Escalinatas de la Facultad, el decano Leandro Vergara brindó una clase pública. “Hablar de la universidad pública en la Argentina es hablar de futuro. La universidad no es sólo un espacio donde se dictan clases: es la palanca que transforma el conocimiento en desarrollo y el desarrollo en bienestar”, señaló. En ese sentido, destacó que “la Universidad de Buenos Aires, orgullo nacional, aparece hoy en el ranking QS, como la mejor de Latinoamérica, compartiendo podio con la UNAM de México y la Universidad de San Pablo en Brasil. La comparación es elocuente pues revela una desigualdad dramática: mientras cada estudiante de la UBA recibe apenas lo mínimo, en la de México se invierte más de cinco veces esa cantidad, y en la de San Pablo, hasta doce veces más”. Y agregó: “Un estudiante argentino aprende y produce conocimiento a nivel mundial con diez veces menos recursos que un estudiante brasileño”.
Tras esta breve introducción, sostuvo quepese a estas limitaciones, “la UBA y las universidades nacionales sostienen hospitales, forman a millones de profesionales, producen ciencia reconocida internacionalmente y abren oportunidades a jóvenes de todos los orígenes sociales. Eso habla de su resiliencia, de su eficiencia y de la pasión de sus docentes, no docentes, investigadores y estudiantes”.
No obstante, indicó que no se puede seguir exigiendo milagros. “Desde diciembre de 2023, la inflación acumulada superó el 250 por ciento, mientras los salarios universitarios apenas crecieron un 95 por ciento. Eso implicó una pérdida de más del 40 por ciento del poder adquisitivo”, explicó. “Hoy, un docente que recién se inicia gana menos que el salario mínimo vital y móvil. ¿Cómo hacemos para pedirles a nuestros docentes, que ganan menos que el salario mínimo, y a investigadores que trabajan con becas que perdieron la mitad de su valor? Como les pedimos a los nodocentes que sigan haciendo estos sacrificios si sus salarios apenas cubren algo menos que lo mínimo”, manifestó.
Asimismo, planteó que las universidades, además de enseñar, también sostienen hospitales, programas de investigación, becas y proyectos sociales: “En 2025, la actualización para la función educación fue apenas del 20 por ciento, contra una inflación superior al 70 por ciento. En salud, los hospitales universitarios pasaron más de un año con presupuesto congelado, al borde del colapso”.
En esa misma línea argumental, aludió a la situación de los/as jóvenes y las dificultades que enfrentan. “Las becas Progresar perdieron el 65 por ciento de su valor en dos años y el número de beneficiarios cayó de 1,9 millones en 2023 a 830 mil en 2025. Eso significa más de un millón de chicos que se quedaron sin apoyo para estudiar. En un país donde la educación siempre fue sinónimo de movilidad social, este retroceso cuesta aceptarlo”, expresó y enfatizó “la universidad pública, siempre fue la gran fábrica de movilidad social en la Argentina”.
Por otro lado, dedicó unas palabras a la cuestión de la infraestructura. “Es aún más preocupante: en 2024 y 2025 no se ejecutó ni un peso en obras. Más de un año y medio sin laboratorios nuevos, sin aulas nuevas, sin mejoras edilicias. Sin ciencia, sin educación, sin universidades, lo que se debilita no es un edificio: lo que se debilita es el futuro del país”, remarcó.
En este contexto, surge la Ley de Financiamiento Universitario, aprobada recientemente en el Congreso. La iniciativa apunta a recomponer salarios y gastos por inflación y llevar la inversión en educación superior al 1,5 por ciento del PBI en 2031. “La Ley de Financiamiento Universitario no es una iniciativa aislada ni de minorías. Fue aprobada en el Congreso por una amplia mayoría de las fuerzas políticas, lo que muestra un consenso transversal y otorga a nuestro pedido una legitimidad democrática indiscutible. No se trata de la demanda de un sector corporativo, sino de una decisión de la representación popular, que comprendió que sin universidades fuertes no hay futuro posible para la Argentina”.
En relación con lo anterior, afirmó que invertir en universidades no es un gasto: es la inversión más rentable que un país puede hacer. “Las universidades son la fábrica de capital humano calificado, son quienes producen ciencia y tecnología e innovación, quienes forman médicos, ingenieros, abogados, docentes, quienes sostienen hospitales y quienes llevan programas de extensión a los barrios más vulnerables”, recordó.
Por lo anterior, subrayó que lo que decidirán los/as representantes de los/as ciudadanos/as en el Congreso el próximo miércoles es si la universidad pública seguirá siendo una política de Estado o si la vamos a dejar caer víctima de la coyuntura. “La discusión es estratégica: ¿Queremos un país que invierta en conocimiento o un país que condene a sus jóvenes a estudiar con diez veces menos recursos que sus pares latinoamericanos?”, cuestionó. “La universidad pública argentina, fue y es sinónimo de movilidad social y de compromiso democrático. Si se desfinancia, lo que se debilita no es sólo una institución: se debilita el futuro de todo un país”, destacó.
En otro orden, recordó que en las aulas de la Facultad no se enseña una sola verdad, sino que se ejercita el derecho a disentir, a debatir y a confrontar ideas. “Nuestra Facultad de Derecho es sinónimo de pluralismo. Es el lugar donde nacen y se ponen a prueba las ideas, donde incluso la experimentación intelectual es posible, y donde ninguna voz se impone por la fuerza, sino porque, en todo caso, los mejores argumentos desplazan a otros. Ese pluralismo es parte esencial de la formación democrática que ofrecemos”.
Sin embargo, quiso dejar en claro que aunque se sostenga el veto a la Ley de Financiamiento Universitario y aún en el caso de que no se reciban las partidas necesarias, la Facultad continuará funcionando. “Vamos a seguir dando clases aunque sea a la luz de las velas. Nuestro compromiso es con los estudiantes, y por ellos lo daremos todo, como lo hemos hecho siempre: con pasión, entrega y dignidad. Porque la universidad no es de los gobiernos de turno, ni de los presupuestos aprobados o recortados: la universidad es de la sociedad”, sostuvo. Y sumó: “Mientras haya un docente dispuesto a enseñar y un estudiante con ganas de aprender, esta universidad seguirá de pie”.
Hacia el cierre, retomó la idea de que en la educación, todo es en diferido. “Así como aprender, crecer y desarrollarse lleva tiempo, también el deterioro se va acumulando lentamente. Los daños de hoy no se notan de inmediato, pero se harán visibles en los años sucesivos, cuando ya sea tarde para remediarlos. Por eso necesitamos poner el acento ahora, invertir hoy en la universidad, no es un lujo: es evitar que el país entre, en materia de educación, en una pendiente de la que después será muy difícil salir”, aclaró.
Por este motivo, explicó que “garantizar el financiamiento universitario no es un reclamo sectorial: es una apuesta por la Argentina que queremos ser. Queremos ser parte de un país que invierta en conocimiento, en educación y en el talento de su gente. La UBA, desde hace más de 200 años, es un orgullo que se transmite de generación en generación. Un orgullo que late en quienes hoy la habitan, que heredamos de quienes la fundaron y que seguirá vivo en las generaciones que vendrán. Ese legado nos convoca a sostenerla, a fortalecerla y a proyectarla hacia el futuro. Asegurar el financiamiento de la universidad pública: es cuidar la esperanza y el orgullo de todo un país”.
Para finalizar, citó al filósofo y ensayista Josep Maria Esquirol, que planteó que “el tiempo sólo es lo que amas”. “La universidad se sostiene en el tiempo y con el tiempo que los docentes entregan, con amor y dedicación, a sus estudiantes. (...) Y el tiempo que cada día invertimos en enseñar, acompañar y formar a nuestros estudiantes, es la prueba más clara de ese amor al conocimiento y a las nuevas generaciones”, expresó.
Por último, introdujo las palabras de Derek Bock, jurista, académico y administrador universitario norteamericano: “Sialgunos creen que la educación es cara, que prueben con la ignorancia".
El pasado 15 de septiembre, en las Escalinatas de la Facultad, el decano Leandro Vergara brindó una clase pública. “Hablar de la universidad pública en la Argentina es hablar de futuro. La universidad no es sólo un espacio donde se dictan clases: es la palanca que transforma el conocimiento en desarrollo y el desarrollo en bienestar”, señaló. En ese sentido, destacó que “la Universidad de Buenos Aires, orgullo nacional, aparece hoy en el ranking QS, como la mejor de Latinoamérica, compartiendo podio con la UNAM de México y la Universidad de San Pablo en Brasil. La comparación es elocuente pues revela una desigualdad dramática: mientras cada estudiante de la UBA recibe apenas lo mínimo, en la de México se invierte más de cinco veces esa cantidad, y en la de San Pablo, hasta doce veces más”. Y agregó: “Un estudiante argentino aprende y produce conocimiento a nivel mundial con diez veces menos recursos que un estudiante brasileño”.
Tras esta breve introducción, sostuvo quepese a estas limitaciones, “la UBA y las universidades nacionales sostienen hospitales, forman a millones de profesionales, producen ciencia reconocida internacionalmente y abren oportunidades a jóvenes de todos los orígenes sociales. Eso habla de su resiliencia, de su eficiencia y de la pasión de sus docentes, no docentes, investigadores y estudiantes”.
No obstante, indicó que no se puede seguir exigiendo milagros. “Desde diciembre de 2023, la inflación acumulada superó el 250 por ciento, mientras los salarios universitarios apenas crecieron un 95 por ciento. Eso implicó una pérdida de más del 40 por ciento del poder adquisitivo”, explicó. “Hoy, un docente que recién se inicia gana menos que el salario mínimo vital y móvil. ¿Cómo hacemos para pedirles a nuestros docentes, que ganan menos que el salario mínimo, y a investigadores que trabajan con becas que perdieron la mitad de su valor? Como les pedimos a los nodocentes que sigan haciendo estos sacrificios si sus salarios apenas cubren algo menos que lo mínimo”, manifestó.
Asimismo, planteó que las universidades, además de enseñar, también sostienen hospitales, programas de investigación, becas y proyectos sociales: “En 2025, la actualización para la función educación fue apenas del 20 por ciento, contra una inflación superior al 70 por ciento. En salud, los hospitales universitarios pasaron más de un año con presupuesto congelado, al borde del colapso”.
En esa misma línea argumental, aludió a la situación de los/as jóvenes y las dificultades que enfrentan. “Las becas Progresar perdieron el 65 por ciento de su valor en dos años y el número de beneficiarios cayó de 1,9 millones en 2023 a 830 mil en 2025. Eso significa más de un millón de chicos que se quedaron sin apoyo para estudiar. En un país donde la educación siempre fue sinónimo de movilidad social, este retroceso cuesta aceptarlo”, expresó y enfatizó “la universidad pública, siempre fue la gran fábrica de movilidad social en la Argentina”.
Por otro lado, dedicó unas palabras a la cuestión de la infraestructura. “Es aún más preocupante: en 2024 y 2025 no se ejecutó ni un peso en obras. Más de un año y medio sin laboratorios nuevos, sin aulas nuevas, sin mejoras edilicias. Sin ciencia, sin educación, sin universidades, lo que se debilita no es un edificio: lo que se debilita es el futuro del país”, remarcó.
En este contexto, surge la Ley de Financiamiento Universitario, aprobada recientemente en el Congreso. La iniciativa apunta a recomponer salarios y gastos por inflación y llevar la inversión en educación superior al 1,5 por ciento del PBI en 2031. “La Ley de Financiamiento Universitario no es una iniciativa aislada ni de minorías. Fue aprobada en el Congreso por una amplia mayoría de las fuerzas políticas, lo que muestra un consenso transversal y otorga a nuestro pedido una legitimidad democrática indiscutible. No se trata de la demanda de un sector corporativo, sino de una decisión de la representación popular, que comprendió que sin universidades fuertes no hay futuro posible para la Argentina”.
En relación con lo anterior, afirmó que invertir en universidades no es un gasto: es la inversión más rentable que un país puede hacer. “Las universidades son la fábrica de capital humano calificado, son quienes producen ciencia y tecnología e innovación, quienes forman médicos, ingenieros, abogados, docentes, quienes sostienen hospitales y quienes llevan programas de extensión a los barrios más vulnerables”, recordó.
Por lo anterior, subrayó que lo que decidirán los/as representantes de los/as ciudadanos/as en el Congreso el próximo miércoles es si la universidad pública seguirá siendo una política de Estado o si la vamos a dejar caer víctima de la coyuntura. “La discusión es estratégica: ¿Queremos un país que invierta en conocimiento o un país que condene a sus jóvenes a estudiar con diez veces menos recursos que sus pares latinoamericanos?”, cuestionó. “La universidad pública argentina, fue y es sinónimo de movilidad social y de compromiso democrático. Si se desfinancia, lo que se debilita no es sólo una institución: se debilita el futuro de todo un país”, destacó.
En otro orden, recordó que en las aulas de la Facultad no se enseña una sola verdad, sino que se ejercita el derecho a disentir, a debatir y a confrontar ideas. “Nuestra Facultad de Derecho es sinónimo de pluralismo. Es el lugar donde nacen y se ponen a prueba las ideas, donde incluso la experimentación intelectual es posible, y donde ninguna voz se impone por la fuerza, sino porque, en todo caso, los mejores argumentos desplazan a otros. Ese pluralismo es parte esencial de la formación democrática que ofrecemos”.
Sin embargo, quiso dejar en claro que aunque se sostenga el veto a la Ley de Financiamiento Universitario y aún en el caso de que no se reciban las partidas necesarias, la Facultad continuará funcionando. “Vamos a seguir dando clases aunque sea a la luz de las velas. Nuestro compromiso es con los estudiantes, y por ellos lo daremos todo, como lo hemos hecho siempre: con pasión, entrega y dignidad. Porque la universidad no es de los gobiernos de turno, ni de los presupuestos aprobados o recortados: la universidad es de la sociedad”, sostuvo. Y sumó: “Mientras haya un docente dispuesto a enseñar y un estudiante con ganas de aprender, esta universidad seguirá de pie”.
Hacia el cierre, retomó la idea de que en la educación, todo es en diferido. “Así como aprender, crecer y desarrollarse lleva tiempo, también el deterioro se va acumulando lentamente. Los daños de hoy no se notan de inmediato, pero se harán visibles en los años sucesivos, cuando ya sea tarde para remediarlos. Por eso necesitamos poner el acento ahora, invertir hoy en la universidad, no es un lujo: es evitar que el país entre, en materia de educación, en una pendiente de la que después será muy difícil salir”, aclaró.
Por este motivo, explicó que “garantizar el financiamiento universitario no es un reclamo sectorial: es una apuesta por la Argentina que queremos ser. Queremos ser parte de un país que invierta en conocimiento, en educación y en el talento de su gente. La UBA, desde hace más de 200 años, es un orgullo que se transmite de generación en generación. Un orgullo que late en quienes hoy la habitan, que heredamos de quienes la fundaron y que seguirá vivo en las generaciones que vendrán. Ese legado nos convoca a sostenerla, a fortalecerla y a proyectarla hacia el futuro. Asegurar el financiamiento de la universidad pública: es cuidar la esperanza y el orgullo de todo un país”.
Para finalizar, citó al filósofo y ensayista Josep Maria Esquirol, que planteó que “el tiempo sólo es lo que amas”. “La universidad se sostiene en el tiempo y con el tiempo que los docentes entregan, con amor y dedicación, a sus estudiantes. (...) Y el tiempo que cada día invertimos en enseñar, acompañar y formar a nuestros estudiantes, es la prueba más clara de ese amor al conocimiento y a las nuevas generaciones”, expresó.
Por último, introdujo las palabras de Derek Bock, jurista, académico y administrador universitario norteamericano: “Sialgunos creen que la educación es cara, que prueben con la ignorancia".