Discurso pronunciado por el Dr. Norberto Rinaldi

Acto de colación de grado del día 7 de diciembre de 2006

Sr. Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, autoridades presentes, colegas, miembros del claustro docente, colegas que lo serán a partir de hoy, señoras y señores:

Me voy a dirigir especialmente a los que están sentados en las primeras filas, estudiantes que dentro de algunos minutos van a recibir su diploma, entendiendo que para ellos esta es una ceremonia muy especial. Es un momento emocionante y largamente esperado. Están aquí acompañados de las personas que quieren, de sus parientes, de sus compañeros y de sus amigos. Esta ceremonia, que comienza con la entrada de la bandera y sigue con el Himno Nacional, es una ceremonia cargada de símbolos. Ustedes, los egresantes, como todos nosotros, hemos cantado hace un momento las estrofas de López y Planes donde se repiten algunas palabras varias veces. Por ejemplo: decimos tres veces libertad, cuando cantamos el himno. ¿A qué se refiere simbólicamente el poeta cuando escribe estas tres veces “libertad”? La primera libertad es la libertad a la cual cantaban aquellos argentinos a principios del siglo XIX; la libertad de este pueblo, el argentino, respecto de otros pueblos. Es la libertad de estas Provincias Unidas, la que nos permitió entrar en el concierto de las naciones del mundo. La segunda libertad es la libertad que nacía en aquel tiempo, son las libertades individuales, las libertades que hoy forman parte de nuestra forma de ser, de nuestra forma de vivir, que involucran la libertad de transitar, de comerciar, de trabajar, de educarse, de expresar las ideas por la prensa. Esas son las segundas libertades, a las que también hemos conquistado. ¿Y la tercera libertad? Esa es la libertad que tiene que ver con ustedes, con nosotros y con la educación. Porque la tercera libertad, es la que nos libera del peor de los tiranos: nos libera de la tiranía de la ignorancia. Esta tercera libertad es la que sólo se obtiene accediendo al estudio, accediendo a la ciencia, accediendo al conocimiento de los elementos imprescindibles para manejarse en la vida.

Tres veces repetimos la palabra libertad en nuestro himno. Pero al Pueblo Argentino lo saludamos en ese mismo corto himno cuatro veces, deseándole cuatro veces a ese gran pueblo Argentino: salud. ¿Y qué es el pueblo argentino? ¿Una entelequia, una cosa abstracta, un pensamiento, una idealización? No, el pueblo es la concreta sumatoria de los individuos, de los ciudadanos. El pueblo somos todos nosotros, pero también son el pueblo argentino los que no están hoy acá. Son los que están en Jujuy o en Tierra del Fuego, en Mendoza, en Misiones, donde estén los argentinos son el pueblo argentino. Son seres humanos, concretos, que viven, piensan, aman y sufren y ese pueblo argentino es, sépanlo, el responsable de los títulos que hoy ustedes van a recibir, el responsable de la educación que se les ha dado en esta casa de estudios. Es el pueblo argentino el que decidió que la Universidad de Buenos Aires fuera abierta, que la Universidad de Buenos Aires fuera autónoma, que la Universidad de Buenos Aires fuera gratuita y los cobijara a ustedes sin preguntarles de dónde venían, cuál era su ideología, cuál era su posición filosófica, ni religiosa, ni política, ni nada. Es el pueblo de la Nación Argentina el que ha pagado concretamente vuestros estudios. Por consecuencia ustedes han adquirido con el pueblo de la Nación Argentina, una deuda que tienen que comenzar a pagar. ¿De qué manera? Aquellos de ustedes que sean legisladores, tendrán que ser legisladores probos y honestos, tendrán que preparar leyes que propendan al progreso y a la unidad del pueblo; aquellos de ustedes que sean jueces, tendrán que ser jueces que se inclinen ante la ley, tendrán que ser jueces que resuelvan las cuestiones que se le pongan de por medio, con absoluta fidelidad a lo que marcan las normas jurídicas y aquellos de ustedes que se dediquen a la abogacía, tendrán que ser férreos defensores de los intereses que les han sido confiados, de la libertad, del honor y de los bienes de las personas que vean en ustedes los protectores de sus derechos.

Ustedes, queridos flamantes colegas, han adquirido también una deuda con la Universidad de Buenos Aires. Quiero que sepan, que aquellos que, como quien les habla, hemos tenido la suerte de recorrer muchos años los pasillos de esta Facultad, no hemos siempre podido percibir el prestigio que tiene y el prestigio que da la Universidad de Buenos Aires. Eso sólo pueden entenderlo aquellos que han recorrido el mundo académico y han escuchado la admiración con que se habla de la Universidad de Buenos Aires en todo el orbe.

Esta Universidad de Buenos Aires le dio a la Argentina -por sus aulas pasaron, por sus aulas enseñaron- los cinco premio nobeles que la Argentina tiene. Esta Universidad es reconocida mundialmente y especialmente en Latinoamérica, ya que muchos estudiantes han abrevado y abrevan todavía de sus fuentes; pero también en Europa, en Rusia, en China, en cualquier lugar de la Tierra se habla con admiración de ella.

También tienen ustedes una deuda con esta Universidad de Buenos Aires y con esta Facultad. ¿Cómo pueden pagarla? Pues, pueden y deben pagarla, reconociendo lo que la universidad ha hecho por ustedes, defendiendo su autonomía y defendiendo su prestigio. El prestigio lo van a defender siendo muy buenos en su profesión, y la autonomía la van a defender, haciendo saber a todos los que los escuchen que ustedes se convierten a partir de hoy en guardianes celosos de ese estilo de educación que se creara en la Universidad de Buenos Aires y en las universidades nacionales argentinas.

No se engañen, los momentos difíciles por los que pasa la Universidad no son los primeros. He sufrido -y conmigo todos los de mi generación- como alumnos primero, como docente después, varios atropellos y avasallamientos a la Universidad. Estamos viviendo momentos difíciles, no podemos engañarnos. No es el nombre de un candidato, no es una propuesta legislativa, los que nos agreden van por la autonomía, quieren que esta Universidad pierda su autonomía y sea un apéndice del poder. Y para ellos nosotros los docentes y ustedes los alumnos debemos convertirnos en un obstáculo insalvable. ¡Ese es nuestro deber y sabremos serle fieles!

Termino pidiéndoles que cuando esta ceremonia haya llegado a su fin, salgan ustedes y se abracen con sus parientes, con sus amigos, gocen de este momento de felicidad, que se lo han ganado, y bien ganado está. Abrácense también en su corazón con todos aquellos que tendrían que haber estado y por diversas razones no están acompañándolos. Abrácense también en forma simbólica con la Universidad de Buenos Aires que comienza a necesitarlos hoy más que nunca. Y abrácense muy fuerte, con el Pueblo Argentino, con ese gran Pueblo Argentino al que ustedes y nosotros le decimos, y le diremos todas las veces que haga falta: ¡salud!

Muchas gracias y buenos días.