Discurso pronunciado por la Dra. Nelly Minyersky

Acto de colación de grado del día 10 de noviembre de 2006

Señor Decano, autoridades, señores egresados, profesores, familiares:

Se me ha conferido el alto honor de decir estas palabras en un día tan trascendente para ustedes, palabras que son de despedida y de bienvenida:

De despedida porque hoy las brindo como profesora de esta casa ante la culminación de una trascendente etapa de vuestra vida.
De bienvenida porque los recibo calurosamente como abogados/as al mundo de los operadores del derecho cualquiera sea el ámbito en que desempeñen su profesión.

Me emociona haber compartido con ustedes la universidad pública, laica, gratuita y democrática. No desconozco los graves problemas institucionales que sufre actualmente la Universidad de Buenos Aires, pero ello me mueve aun más a luchar por su defensa.

Quiero recordarles que ésta sigue siendo vuestra casa y a diferencia de otras épocas hoy no agota sus funciones al entregarles el título de grado. Los espera con múltiples actividades para vuestro perfeccionamiento y desarrollo, con postgrados de especialización, maestrías, doctorados, carreras y concursos docentes, etc. No siempre fue así y es bueno señalar estos avances y posibilidades que antes no existían. Están dotados de un instrumento poderoso, el Derecho; ya se considere como ciencia, arte o técnica lo cierto es que no es concebible la vida sin él. Con ese instrumento ustedes pueden bregar por un mejor vivir para todos. En especial si consideran la riqueza que ha adquirido en los últimos tiempos con el desarrollo de los derechos personalísimos, económicos, sociales y culturales que nos protegen todos los días de nuestra vida ya que se transita y se vive jurídicamente desde el nacimiento. Yo quiero decirles que cualquiera sea el ámbito donde ustedes se desempeñen o vayan operando, no dejen de comprometerse con un ejercicio digno de la profesión, por remuneraciones justas, defensa de las incumbencias, que no dejen de bregar por una justicia independiente, sean jueces o abogados, ni de luchar por la vigencia plena del estado de derecho y de nuestro régimen republicano federal, que asegure la libertad y la igualdad de oportunidades y proteja celosamente todos y cada uno de los derechos que otorga la Constitución Nacional. El Código de Ética de los Abogados, de acuerdo a la ley de colegiación, nos obliga a defender el estado de derecho y la democracia.

Galileo dijo que “el fin de la ciencia es evitar el sufrimiento” y yo agrego procurar la felicidad, creo que hay que volver a usar un término a veces olvidado, que es la palabra felicidad. Por eso quiero recordar que el hombre siempre se ha movido con dos aspiraciones irremediables e irremediablemente vagas, que son la felicidad y la justicia. Kelsen dijo que “la búsqueda de la justicia es la eterna búsqueda de la felicidad humana. Es una finalidad que el hombre no puede encontrar por sí mismo y por ello la busca en la sociedad. La justicia es la felicidad social garantizada por un orden social”. Yo me pregunto, ¿cuál orden social? Cualquier orden social no. El orden social en el cual estén realmente implicados como principios fundamentales la libertad, la dignidad y la vigencia plena de los derechos humanos. Ese orden social nos hace pensar que una felicidad política es necesaria para que exista la felicidad personal. La felicidad como tal no va a solucionar toda la felicidad política pero sí nos puede garantizar el mínimo ético deseable para poder desarrollarnos como personas. Como operadores del Derecho podemos contribuir a aliviar el sufrimiento de la gente y acercarlo a la felicidad y a la justicia. Quiero terminar con uno de los mandamientos del abogado de nuestro querido Couture que dijo: “ten fe en el derecho como el mejor instrumento para la convivencia humana, en la justicia como destino normal del derecho, en la paz como sustitutivo bondadoso de la justicia y, sobre todo, ten fe en la libertad sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz”. Muchas gracias, muchas felicidades para ustedes y que puedan contribuir a la felicidad de quienes requieran vuestros servicios.