Discurso pronunciado por el Dr. Mario Rejtman Farah

Acto de colación de grado del día 12 de mayo de 2006

Señor Vicedecano, Señor Secretario Académico, Señores Profesores, familiares e invitados. Estimados egresados:

Esta querida Casa, donde transcurrieron estimulantes años de vuestra vida me honra para que sea yo quien, en su nombre, pronuncie algunas palabras en este acto de colación de grados. Agradezco la generosidad del Señor Decano al efectuarme esta propuesta.

Mi tarea es darles también la bienvenida en nombre de la comunidad de abogados a la cual ustedes ingresarán en pocos instantes.

No es pues sólo una despedida sino, además, un mensaje de aliento y de celebración en este ritual de pasaje próximo a comenzar.

La Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, de la que ustedes egresan, sigue siendo hoy un bastión de la democracia.
Es aquí donde aprendieron ustedes cómo los conflictos se resuelven conforme reglas básicas de juego que, como conjunto social, hemos aceptado de común acuerdo. No siempre eso se recuerda. Es aquí donde los derechos humanos siguen siendo un compromiso vital para docentes y alumnos. Es aquí donde han aprendido que el Derecho convierte a la naturaleza humana y al conflicto en otra forma, de vida y de lenguaje; los convierte en discusiones sobre la justicia porque es justamente ese proceso de conversión lo que nos identifica como seres humanos y porque de ello depende la convivencia en sociedad.

Cómo despedirse pues si de tantas maneras por ésas y otras múltiples razones vuestras vidas seguirán ligadas a esta Facultad.

Quienes pertenecemos a esta comunidad académica tenemos la convicción que se llevan también de esta Casa una ética de valores en un espacio plural, plena libertad académica para debatir ideas, una multiplicidad de miradas y, todo ello en un marco de respeto por el otro.

Es aquí de donde deberían llevarse también una certeza posible: saber que deben hacer de cada encuentro una nueva búsqueda y de cada respuesta un nuevo interrogante.

Serán éstos algunos de los más importantes aportes que esta Facultad les haya dado. Ojalá lleven también con ustedes la pasión por lo que harán. Y, sobre todo, por la justicia. Porque ya casi en las puertas de convertirse en profesionales del Derecho saben Uds. que alcanzar la justicia es parte de un proceso y una construcción colectiva en la que a los abogados nos ha sido reservado un papel y una responsabilidad prioritaria.

Una rápida mirada por la historia institucional de nuestro país muestra que han sido abogados todos lo presidentes elegidos desde el regreso de la democracia. Lo son en gran proporción los legisladores de casi todos los partidos políticos y también gran parte de la clase dirigente. Lo es por otra parte la totalidad de quienes integran la magistratura en el Poder Judicial.

También somos nosotros, los abogados, quienes tenemos el delicado monopolio del sistema judicial. Sólo abogados pueden ser jueces y sólo acompañados por el asesoramiento de un abogado es posible acceder a los estrados de la justicia. En definitiva que la comunidad nos ha confiado en exclusividad, entre otras cosas, la defensa de sus derechos y el control judicial para asegurar el mantenimiento de un Estado de Derecho.

Son éstas responsabilidades y desafíos de un peso tal que comprometerán y exigirán de cada uno de ustedes vuestros máximos esfuerzos.

Un último mensaje apenas unos minutos antes de recibir vuestros diplomas y prestar juramento.

Abogar por la justicia – porque esa será vuestra tarea a partir de ahora – implica algo más que conocer el texto de una norma. Ésta es sólo un camino, que recorrerán necesariamente conforme los valores con que hayan decidido hacerlo.

Este enfoque no es caprichoso. Tiene que ver con la forma en que muchos, no sólo como profesores universitarios sino como abogados concebimos, al Derecho. Es imprescindible tener en claro cuál es la teoría del Derecho que adoptamos. De ello dependerá la forma en que solucionemos un problema o cómo dictemos una clase o cómo formulemos una propuesta legislativa, una resolución administrativa o cómo resolvamos a través de una sentencia.

Hace tiempo ya que se encuentra desacreditado el paradigma conforme el cual se pretendió “vender” al Derecho como una técnica formal y neutral, o como un conjunto de reglas abstractas que nada tienen que ver con los valores y que pueden ser aplicadas en forma mecánica y objetiva. Creo que tal formalismo es altamente riesgoso, porque oculta lo que en el fondo se discute.

Sugiero le saquen al Derecho la presunta mascara de una neutralidad que no tiene. Autores como Fuller o Cohen, jueces como Holmes y Cardozo por citar sólo algunos de los más conocidos exponentes del Derecho norteamericano y tantos otros en nuestro país, entre los que permítanme citar a Agustín Gordillo, mi maestro y el maestro de tantas generaciones, han señalado que el Derecho no es más que una ciencia de problemas concretos y con ello no me refiero sólo a casos judiciales. Pues bien, la solución de esos problemas supone siempre una opción moral o ética.

El Derecho es sin duda mucho más que eso. Tipificar o no una conducta como delictiva, establecer una pena, la redacción de una norma civil o comercial, el dictado de una sentencia o de una resolución administrativa implica conocer los hechos y una elección moral que se hace en relación a qué valores se quieren proteger.

Intenten evitar y desenmascarar cuando puedan lo que Cohen llamó trascendental nonsense o el "sin sentido trascendental", esto es aquéllos múltiples conceptos abstractos que no dicen nada y que, por lo tanto no pueden referirse concretamente ni a hechos ni a valores.

El Derecho suele estar plagado de estos conceptos que con frecuencia se utilizan para ocultar los reales motivos de una decisión. Puedo decirles que, entre otras, la disciplina que he abrazado, el Derecho administrativo, esta plagada de conceptos de este tipo y es siempre altamente riesgoso no ver que ocultan detrás.

Desde esta concepción será posible entender también al Derecho como una herramienta de transformación social.

Queridos ya próximos abogados. Recibirán ahora sus diplomas. Debo decirles que a través de vuestras manos y a través de vuestras personas los recibirán también sus familias las que han recorrido con Ustedes todo esta larga ruta que hoy termina y quienes sin duda los seguirán acompañando en vuestros pasos futuros. Estos diplomas son sin duda el producto de vuestro esfuerzo personal, pero también el de vuestros seres queridos.

Con ellos pues celebro y comparto la alegría que los une en esta ceremonia. Para ellos es también este acto y nuestro homenaje. Para aquéllos que han contribuido para se reciban en un país democrático también nuestro reconocimiento.

Recuerda Galeano cómo el anciano alfarero indio de algunas tribus de los EE.UU. entrega al joven artesano que recién se inicia su mejor y más bella pieza. Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla o admirarla sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedazos, recoge esos fragmentos para luego incorporarlos a su propia arcilla.

Que logren también ustedes incorporar todo aquello que esta Facultad les dio, a su propia arcilla.