Discurso pronunciado por el Dr. Mario Gustavo Costa

Acto de colación de grado del día 15 de abril de 2013

Mario Gustavo Costa

Mario Gustavo Costa

Señora Decana, señor vicerrector, señores profesores, señoras, señores y muy especialmente estimadísimos egresados.

Les hablo hoy, por una  deferencia de la Señora Decana que además llega cuando culmina mi carrera como profesor regular en esta casa, con lo cual ciertamente, me toca muy de cerca íntimamente. Y  es una transición; como también lo es el motivo central de este acto, por eso me permito conectarlo, donde finalizando o habiendo finalizado los esfuerzos de largos años de todos ustedes recibirán la acreditación como auxiliares del derecho, como abogados, traductores públicos, y se comprometerán  públicamente a poner esos conocimientos, esa acreditación al servicio de la sociedad y de sus semejantes como reza la fórmula. 

Pero no es un acto meramente formal, tiene una raíz muy fuerte, mucho más profunda que la mera habilitación para el ejercicio profesional porque incluso muchos de ustedes es posible que apliquen lo que en esta casa han fructificado con su esfuerzo en tareas u ocupaciones que no sean propiamente jurídicas.

En cualquier lugar donde les corresponda actuar tendrán el deber de ser operadores de la paz social, ser una suerte de gestores de la mejor comunicación entre los diversos niveles de la sociedad y de construir institucionalidad.

En esta casa, hay quienes, muy pocos afortunadamente,  piensan que enseñar derecho es solamente capacitar para entender la mecánica de aplicación de las normas. Tantos años pasados aquí me permiten asegurar que en la gran mayoría de los casos, ustedes han recibido una capacitación que procura insertar  el sistema jurídico en la dinámica y en la evolución de la sociedad y permitir hacer la construcción de la que hablaba hace unos minutos. No hay, por cierto, y menos todavía en esta época, compartimientos estancos de ninguna rama del conocimiento. Y si pensamos hace casi 900 años o más, cuando nace la noción de universitas allá en Bolonia, donde se conformaba una comunidad de académicos, de profesores y de estudiantes para entender y profundizar los más diversos saberes, esto me parece queda suficientemente claro.

Muchos de ustedes habrán, quizás, escuchado porque nos habéis citado más de una vez a un gran pensador, y muchísimos también habrán leído su obra. Prefiero citar a Luigi Ferrajoli, leyéndolo para que la memoria no cometa su habitual traición. Dice el maestro: “El derecho y la democracia son construcciones humanas, dependen de la política y de la cultura, de la fuerza de los movimientos sociales, y del empeño de cada uno de nosotros. Por eso todos nosotros, por cómo somos y cómo  seremos, tenemos una parte de responsabilidad.” El compromiso que hoy van a asumir tiene, por cierto, ese contenido.

Y parten ustedes de una casa muy especial, de esta Facultad señera, diversa, compleja, a la cual me liga, como dije al principio, una vida entera, donde la idea de transición no implica, como se ha dicho tantas veces entre estas paredes, no implica cortar un vinculo, no implica alejarse. Por el contrario, a mi me parece que juega la idea de retribución.

Esta Universidad de la cual esta Facultad forma parte es pública, laica, gratuita, costeada por todos los argentinos, y valga aquí una referencia especial a muchos que están presentes y a algunos que seguramente no han podido venir, que son aquellos que a cada uno de ustedes con su esfuerzo los han, permítanme la palabra poco académica, “bancado” para que puedan llegar a la meta que hoy van a celebrar.  Y hablo de retribución porque este sistema tan formidablemente complejo, que es la Universidad pública y esta Universidad  pública en particular, y esta casa en particular, requiere que ese vínculo se mantenga. Y se mantenga de formas diversas, sea por la vía de capacitación, de perfeccionamiento en sus respectivas carreras. Hay una oferta fantástica que propone la Facultad de Derecho a quienes quieran utilizarlo, sea en el camino de la investigación o en los necesarios modos de renovación de los claustros docentes.

Los que nos vamos necesitamos que vengan con mucha fuerza a reemplazarnos y también participando del gobierno de esta casa, sea participando de las elecciones de los distintos claustros o inclusive proponiéndose para ser parte de esas representaciones. Todo ello los reclama y todo ello es necesario, insisto, para que este sistema, al cual la República ha venido apostando desde hace tantos años, siga vigente.

Les deseo ahora, en nombre de esta comunidad, la mayor de las suertes, pero no suerte en el sentido del azar. Un escritor argentino decía que en el diccionario y solamente en el diccionario, éxito está, yo agregaría debería estar, antes que trabajo. Que ese trabajo sea la suerte de todos nosotros.