Discurso pronunciado por el Dr. Mario Ackerman

Acto de colación de grado del día 10 de septiembre de 2004

Sr. Decano de la Facultad de Derecho, Sra. Secretaria de Investigación y Relaciones Institucionales, Señor Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, señoras y señores profesores, jóvenes graduados, señoras y señores:

Le agradezco una vez más, Señor Decano, esta oportunidad excepcional de dar el saludo de despedida y recepción en este día a los jóvenes graduados.

Y si usted me lo permite, quiero introducir este saludo con un cuentito, un cuentito para abogados y estudiantes de derecho, un cuentito que, como corresponde, encierra una paradoja y nos deja una moraleja.

Cuenta la historia que un angustiado buscador de la verdad, estudió filosofía y perdió la razón. Después estudio teología y perdió la fe. Después estudió historia, y perdió la memoria. Entonces estudio psicología y sociología, y perdió el amor al prójimo. Hasta que finalmente estudió derecho… y perdió el tiempo.

Cuando escuché esta historia tuve la misma reacción que ustedes, y pensé que se trataba de una inteligente burla a los abogados y al estudio del derecho. Sin embargo, a poco de reflexionar sobre ella encontré la paradoja, porque esto que parece una burla, en lo profundo es todo lo contrario, y supone una verdadera reivindicación del derecho y su estudio. Porque el estudio del derecho carece de sentido cuando se ha perdido la razón, cuando no se tiene fe, cuando se carece de amor al prójimo y cuando no se es capaz de reconocer las enseñanzas del pasado.

Y esto es así, porque estudiar derecho es una expresión de esperanza. Esperanza en la convivencia civilizada, apoyada en el respeto por la ley y el amor al prójimo, y esa esperanza, como toda esperanza, a diferencia de las ilusiones, se construye con la razón, con la fe, con la memoria y el compromiso.

Por eso, y esta es la moraleja, aquél que ha perdido la razón, no tiene fe, carece de amor al prójimo o no sabe reconoce las enseñanzas de la historia, hará mal en estudiar derecho, porque perderá el tiempo.

Pero hay algo más en todo esto.

Porque mencioné también el respeto por la ley y el compromiso.

Y debo darles aquí una mala noticia: ustedes, jóvenes graduados, han sido engañados.

Hace algunos años llegaron a esta casa de estudios cargados de ilusiones, con la idea de que iban a estudiar en una universidad pública, laica, estatal y gratuita.

Pues bien. Las tres primeras condiciones son verdaderas. No así la última. Porque sus estudios nunca fueron gratuitos.

Tanto es esto así, que ustedes llegaron como acreedores, y ahora son grandes deudores.
Vinieron ustedes acreedores del derecho constitucional a estudiar y aprender, pero sus estudios han sido muy costosos. Tan costosos que reclamaron un triple financiamiento.

La primera fuente de financiamiento la aportaron ustedes mismos y, especialmente, sus familias, que habrán debido dedicar una parte de sus ingresos para pagar los gastos normales que demanda el estudio: libros, útiles, traslados, alimentación … tiempo libre para estudiar. Y esto, entre otras razones, explica que, lamentablemente, a la Universidad no puedan acceder los pobres, quienes, ni aún haciendo grandes esfuerzos, pueden disponer de recursos para tales gastos.

La segunda fuente la aporta la comunidad en su conjunto, a través de sus impuestos, que son pagados incluso por aquellos que nunca van a llegar a esta casa, aunque no tengan que afrontar gastos de traslado, como ocurre con nuestros vecinos de la villa 31. Aporte éste que es así doblemente injusto, ya que además de pagar por algo a lo que nunca van a acceder, el día que necesiten los servicios profesionales de los graduados –a quienes en alguna medida pagaron sus estudios-, deberán pagar por ellos.

Pero queda aún el tercero, el más importante de los aportes.

Una universidad no es una estructura edilicia ni una organización administrativa. Una universidad se define por sus profesores, que son quienes la identifican y la califican.

Y ustedes han estudiado derecho en la que es sin lugar a dudas una de las mejores facultades de derecho de América Latina. Y no lo es por su hermoso edificio ni por su eficiente organización administrativa. Esta Facultad de Derecho reúne uno de los mejores planteles de profesores que se pueda reunir en América.

Profesores éstos que en estos años, y sin recibir por ello una compensación económica real, les brindaron su saber y su experiencia acumulados en varias décadas.

Han sido así sus profesores quienes en verdad pagaron sus estudios.

Por eso decía yo que llegaron ustedes como acreedores, y son ahora portadores de una enorme deuda. Pero esta deuda, afortunadamente, y a diferencia de la deuda externa, se puede y, especialmente, la deben pagar.

Y era precisamente de esto de lo que quería hablarles.

Nuestro lastimado país está empezando a amanecer después de varias noches oscuras. La presencia en este acto de un Ministro de la Corte Suprema de Justicia simboliza en alguna medida la saludable renovación que comienza a producirse en la cabeza del Poder Judicial. Soplan en la Argentina nuevos vientos de juridicidad. Pero esto es apenas un comienzo. Necesitamos ahora, tal vez más que nunca, un compromiso cierto, sincero, de cada uno de nosotros con la legalidad, con la juridicidad que nos va a permitir dejar de ser eso que decía Nino: un país al margen de la ley.

Y es aquí donde ustedes deberán cumplir un papel protagónico, y será esa su manera de pagar su deuda.

En un momento más, van ustedes a prestar un juramento.

Cada uno de ustedes lo hará según su propia convicción religiosa, ideológica, lo que fuere. Eso no nos importa, porque en esta Casa, como en toda nuestra Universidad, ese no es un dato relevante. De hecho, jamás se le ha preguntado a ninguno de ustedes qué religión tenía, si es que tenía alguna, o que ideología política. Y esto es así, porque esta universidad, aunque, como les acabo de aclarar, no sea realmente gratuita, sí es pública, laica, plural y democrática.

Pero nos importa, en cambio, el compromiso que van a asumir en este acto: poner el saber adquirido al servicio del Derecho, de la Constitución y de las Instituciones de la República.

En estos años transcurridos en esta Casa, vuestros profesores hemos hecho un enorme esfuerzo no sólo para transmitirles un saber jurídico sino, especialmente, para generar en ustedes ese compromiso con la legalidad y la institucionalidad democrática.

Tenemos la convicción de que su compromiso será sincero, confiamos en ustedes, y es por eso que hoy les damos el diploma que seguramente sabrán honrar.

Felicitaciones por el logro, anticipadamente muchas gracias, y que tengan mucha suerte.