Discurso pronunciado por el Dr. Marcelo Sancinetti

Acto de colación de grado del día 19 de diciembre de 2014

Marcelo Sancinetti

Marcelo Sancinetti

Con la venia de la señora Decana, autoridades de la casa, colegas del magisterio, colegas abogados que hoy se gradúan o que egresan y juran su título, familiares y amigos, damas y caballeros. Las palabras que dirigiré no deben ser asociadas a la institución sino a mi propia persona, de manera que nadie, salvo yo, tiene responsabilidad en el contenido. Y le agradezco a la Decana que me honrara con esta distinción, es la segunda vez en 30 años que me toca hacer esta despedida.

En una pieza de alta filosofía de la Grecia antigua, de Platón en particular, en el Protágoras, se simula un diálogo entre Protágoras y Sócrates, que acaso haya sido parcialmente cierto. Con apoyo en la narración de un mito, allí se lee el relato de cómo había surgido la sociedad entre los hombres. Se presupone que estas ideas que Platón pone en boca de Protágoras serían propiamente de Platón, pero si esto es así o de otro modo, podemos dejarlo librado a los expertos en filosofía.

Cito textualmente, habla Protágoras: “Equipados de este modo, los hombres vivían, al principio, dispersos y no había ciudades, siendo así aniquilados por las fieras al ser en todo más débiles que ellas. El arte que profesaban constituía un medio adecuado para alimentarse pero insuficiente para la guerra contra las fieras porque no poseían aún el arte de la política, del que la guerra es una parte. Buscaron la forma de reunirse y salvarse, construyendo ciudades pero una vez reunidos se ultrajaban entre sí por no poseer el arte de la política, de modo que al dispersarse de nuevo perecían.

Entonces Zeus, temiendo que nuestra especie quedase exterminada por completo, envió a Hermes para que llevase a los hombres el pudor y la justicia, a fin de que rigiesen en las ciudades la armonía y los lazos comunes de amistad.

Preguntó entonces Hermes a Zeus la forma de repartir la justicia y el pudor entre los hombres - ¿las distribuyo como fueron distribuidas las demás artes?, pues estas fueron distribuidas así con un sólo hombre que posea el arte de la medicina basta para tratar a muchos legos en la materia y lo mismo ocurre con los demás profesionales. ¿Reparto así la justicia y el pudor entre los hombres o bien las distribuyo entre todos?

-Entre todos- , respondió Zeus. -Y que todos participen de ellas porque si participan de ellas sólo unos pocos, como ocurre con las demás artes, jamás habrá ciudades-”, Protágoras 322-A.

Dejo aquí la lectura de este diálogo de apróximadamente el año 385 a. C. o posterior, para concentrarnos sólo en esta idea. Por un lado, ustedes saben ya por el esfuerzo que han hecho por desarrollar y culminar sus estudios de derecho, que aunque todos los hombres participan de intuiciones sobre lo injusto y lo justo ser dominador de cuestiones jurídicas no es tan sencillo, lo mismo vale si uno quiere ser experto en política. Pero también es verdad, recurriendo ahora parcialmente a una idea de Pericles de Atenas, que si bien sólo unos pocos son capaces de dar origen a una política, todos somos capaces de juzgarla, lo que vale también en parte para el mundo jurídico.

Para establecer una buena política y un Estado de juridicidad, hace falta también reconocer limitaciones en mis derechos para dar lugar a una verdadera polis en la que el Estado a cambio de mis limitaciones en la libertad de actuar nos conceda seguridad sobre nuestra persona y nuestros bienes, sobre la posibilidad de llevar un proyecto de vida y de llevarlo a cabo, en principio, sin interferencias.

Esta misma idea, inspiró, muchos siglos después, en 1651, al teórico político, Thomas Hobbes, a denominar estado de naturaleza a aquél estado puro imaginario en que se hayan todos los hombres; en el que rige la ley del más fuerte; y en el que todos tienen a su vez el derecho de matarse y destruirse; ultrajarse entre sí, en el sentido de Protágoras. En este estado de naturaleza, dice Hobbes, cito textualmente: “Un agresor no teme otra cosa que el poder singular de otro hombre. Si alguien planta, siembra, construye o posee un lugar conveniente, cabe probablemente esperar que vengan otros con sus fuerzas unidas para desposeerlo y privarlo no sólo de su fruto de su trabajo sino también de su vida o de su libertad, y el invasor a su vez, se encuentra en el mismo peligro con respecto a otros”, Leviatán, Capítulo XIII.

El estado de naturaleza es descripto por Hobbes de manera drástica en el Capítulo XIV, cito textualmente: “La condición del hombre, es una condición de guerra de todos contra todos, en la que cada uno está gobernado por su propia razón, no existiendo nada de lo que pueda hacer uso que no le sirva como instrumento para proteger su vida contra sus enemigos. De aquí se sigue que en semejante condición cada hombre tiene derecho a hacer cualquier cosa, incluso en el cuerpo de los demás”.

La idea de Hobbes, similar a la del mito relatado por Protágoras o por Platón, consiste en que los hombres deben ceder a la manera de un contrato social, siquiera implícito, su derecho natural a aniquilar a otros para que la sociedad organizada le asegure a cada uno, a cambio de esa cesión, su derecho a la existencia y al disfrute de sus bienes en forma pacífica, y entonces que se asegure la paz social.

Es decir, a cambio de juridicidad, se termina ese derecho a todo que habría en un estado de naturaleza puro, así como también habría el riesgo de aniquilamiento de todos. La vida en estado de naturaleza sería angustiante y breve, paralelamente el pasar a un estado de juridicidad está definido por medio de la renuncia de todos los participantes a ese derecho a todo a cambio de lo cual queda la monopolización, por principio, del poder físico legitimo en el Estado.

Ahora es secundaria la cuestión de si Hobbes buscaba con eso fortalecer el absolutismo monárquico por las circunstancias históricas de la época, mientras que Platón la democracia. Este no es el punto que interesa, el tema es la organización mediante derechos y obligaciones, el establecimiento de una juridicidad. Si una vez establecida la sociedad jurídicamente organizada cada órgano político fuese retirado posteriormente de la vida social, el resultado sería un retorno al estado de naturaleza. La pregunta es ahora, ¿y cuál es nuestra situación social actual?¿Estamos más bien cerca de un estado de juridicidad o de un estado de naturaleza?.

Por supuesto que estados de naturaleza puros probablemente ya no haya o quizá en algún lugar, pero estado de juridicidad puros, tal vez tampoco. La cuestión es la de si nuestra juridicidad no está demasiado resquebrajada.

Voy a dar unos pocos ejemplos para la reflexión, extraídos del arsenal de mis experiencias. Los ejemplos serán agrios, irritantes acaso, pero pueden ser acertados, quizá no lo sean. Es frecuente que hasta los niños vean imágenes de los medios de comunicación, en las que grupos de ciudadanos cortan una ruta, toman un predio, generan incendios, apedrean a la policía, y aún cosas peores. ¿Qué mensaje se deriva de modo casi implícito? La presencia policial representa la juridicidad de los ciudadanos, ¿No se atenta así contra nuestra juridicidad?.

Los años de la dictadura militar indujeron a la errónea imagen de que toda idea de orden externo es nociva. Toda fuerza para establecer orden fue identificada con los años de desaparición y muerte de personas ya indefensas. Pero en el estado democrático las fuerzas del orden representan a la democracia, no a los secuestros, torturas, o matanzas del pasado.

Daré ahora ejemplos más complejos. Los medios de comunicación se quejan de que el gobierno persiga a un fiscal investigador. Quizás sea acertado levantar esa queja, no conozco el caso en los detalles. Ahora bien, ¿Qué dijeron los medios cuando un tribunal penal había absuelto a 14 imputados de delitos graves por falta de demostración de su culpabilidad? Criticaron. Y los medios saben que ellos pueden lograr que la mayor parte de las personas piensen como ellos quieren que piensen. Ese caso dio ocasión, a que el Poder Ejecutivo diera un mensaje explícito contra aquellos jueces, los jueces del caso fueron compelidos a renunciar o conminados a ser restituidos. A su vez, facciones violentas atentaron contra la Casa de la Provincia, situada en Buenos Aires, representante del estado provincial en que se había desarrollado el juicio. Apenas si la policía pudo evitar el aniquilamiento total de la casa de la provincia. El gobierno dijo que había que democratizar el poder judicial. En el caso concreto se condujo a un nuevo juicio, con resultados condenatorios. Tampoco estudiado el caso concreto como para emitir un juicio sobre si los acusados hubieran sido culpables o no, pero la Convención Americana sobre Derechos Humanos, al igual que la Convención Europea de Derechos Humanos, asegura a que todo imputado tiene derecho a ser juzgado por un tribunal independiente e imparcial. Ahora, ¿en qué medida el tribunal posterior podía tener suficiente independencia después de un escenario como ese propulsado por el Poder Ejecutivo? Ya el hecho de que el Poder Ejecutivo se expida sobre la culpabilidad de un acusado, lo que está fuera de su función, afecta a las garantías del imputado.

Ese episodio me recuerda a lo que me dijo un juez amigo en cierta ocasión, cito textualmente: “Yo tengo que evitar que el sistema me elimine a mí”, así me dijo. Me parece que él quiso decir que ocasionalmente tiene que condenar acusados cuya culpabilidad no le consta, pero no puedo estar seguro de lo que quiso dar a entender porque sentí pudor de pedir una explicación.

Un último ejemplo altamente polémico. Hace 2 años el Consejo Superior de la UBA prohibió que fueran estudiantes de la universidad los condenados por los llamados crímenes de lesa humanidad de la época de la dictadura e incluso los meramente procesados por tales hechos a quienes lo ampara la presunción de inocencia. Todos ellos quedan excluidos de los derechos que se conceden a otros reclusos, pero uno de los derechos fundamentales de la persona humana consiste en que la pena, una vez aplicada, no sea un encierro estéril sino que cumpla una función de resocialización, de restablecimiento de la confianza en la vigencia de las normas como modelo de orientación del contacto social, incluso en cabeza del propio condenado.

¿Qué habría, entonces, mejor que enseñarle, por ejemplo, Derechos Humanos a quien hubiera sido condenado por violación a los Derechos Humanos? ¿Por qué razón se le pude arrebatar un derecho fundamental a un ser humano? Hago votos por que esa resolución, acaso con elevado criterio, sea revisada.

En todo caso, mi exposición de hoy no pretende sembrar ni transmitir pesimismo, lo que busca, al contrario, es despertar la fe en el derecho, la confianza en que la única vía para una vida humana pacifica es restablecer la juridicidad y defenderla. Defenderla significa también someterse a la juridicidad, saber que mientras quien gobierna no sienta que no todo se pude hacer, que hay condiciones en el ejercicio del poder para que este sea legítimo, no habrá seguridad ni resguardo para los derechos individuales. También la oposición, la parte política de la sociedad que no gobierna, tiene que seguir reglas y respetarlas, respetar también al gobierno.

Quien les habla ya está en la parte final del camino, tuvo fe en el Derecho, y se inspiró mucho desde su prolongada vida de estudiante en la obra del jurista alemán, Rudolf Von Ihering, La lucha por el derecho. Pero llega un momento de la vida en el que uno percibe que los años que puedan quedarle, si es que aún le quedasen años, ya no podrían alcanzar para ver un estado de juridicidad relativamente sólido y satisfactorio. Eso no puede lograrse de la mañana a la noche, pero ustedes, que hoy egresan como abogados, tienen 30, 40 años o más aún por delante en la vida activa en el derecho. Hagan de esa actividad una vida fructífera.

Todo quebrantamiento del derecho constituye una fisura, una rajadura en la estructura de nuestro mundo, el mundo que ustedes reciben es un mundo de juridicidad resquebrajado, precario, pero está en ustedes poder reparar las fisuras, construir un mundo distinto, mejorar esencialmente la herencia que reciben y entregar dentro de mucho tiempo el mundo jurídico a otras generaciones, en un estado más cercano a la juridicidad.

A la edad de ustedes, es decir, al principio del camino, no puede faltar la fe en el Derecho. Si les faltara, no tendría sentido vuestro egreso como abogados. Sería mejor cualquier otro oficio, entonces he aquí mi mensaje. Pocos días de la vida se recuerdan para siempre, uno de esos días es la conclusión de una carrera universitaria, el cumplimiento de una meta de la vida. Los felicito por eso así como también a vuestros familiares, que los han apoyado. Si han optado por el Derecho, esto tiene que implicar también un compromiso; restablecer el estado de juridicidad, si lograran eso sería muchísimo. Para lograrlo, hay que estar dispuesto a ceder mucho de ventajas personales, no conceder nada si es que algo se les ofrece a cambio de doblegamientos del Derecho, a los que las seducciones del poder político son propensas, es preferible la pobreza a la prevaricación.

Les deseo lo mejor, les deseo que lo logren, que no abandonen su fe en el Derecho, y que hagan una carrera regida por la rectitud, por la juridicidad.

Muchas gracias por la atención.