Discurso pronunciado por el Dr. Marcelo López Alfonsín

Acto de colación de grado del día 11 de junio de 2008

Quiero contarles dos episodios que me vinieron a la memoria cuando tuve la suerte de ser designado para esta instancia tan especial.
Yo ingresé a esta Facultad en el año 1980. En esta misma aula, en este mismo Salón de Actos, un profesor de Derecho Constitucional, por entonces también funcionario de la dictadura militar, me enseñaba que la Constitución era la ley suprema de la Nación (artículo 31), pero que por encima de la Constitución estaba el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional. Acá, en este mismo acto, en este mismo salón.

Hoy la gran mayoría de ustedes, después de 25 años de democracia, pueden discutir acerca de la jerarquía constitucional de los tratados internacionales de derechos humanos incorporados en la reforma de 1994.

Fíjense la diferencia de tiempos: la supremacía constitucional guardada, encapsulada, y arriba el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional. Hoy, con diferencias por supuesto dentro de la doctrina, el artículo 75 inciso 22 de la Constitución Nacional, quizá el más importante aporte que haya hecho el proceso constituyente de ese año 1994.

Quiero decirles también que tuve la suerte de tener profesores extraordinarios. Recuerdo en especial a mi profesor titular durante mi carrera docente, Antonio Alberto Spota, quien también fue el primer presidente del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, cuando nos enseñaba - y esto quiero que lo retengan en la memoria de un día tan especial como hoy-, que el gran problema de la Argentina era que estamos acostumbrados a pensar siempre la parte por encima del todo. Y que el gran drama de nuestro sectarismo, de nuestra decadencia, es que siempre hacemos prevalecer a la parte por encima del todo.

Para quienes abrazamos el derecho constitucional, la Patria nos duele de alguna forma especial. Porque lo hacemos con valores tan importantes como la libertad, la igualdad y la fraternidad, esa trilogía axiológica de la Revolución Francesa con la que se organizó todo el sistema jurídico occidental contemporáneo.

Y hoy son tiempos difíciles para la Patria. Y no podemos permanecer indiferentes quienes tenemos el privilegio de estar en una universidad pública, de no decir aunque sea alguna cosa en relación con lo que nos pasa a los argentinos.

Ojalá que ustedes recuerden esta semana, aparte de porque les están entregando el diploma, por un fallo que dictó la Corte Suprema de Justicia de la Nación hace apenas unos días: “Mendoza, Beatriz y otros contra Estado Nacional sobre daños y perjuicios”. Concretamente es aquél que se refiere a la contaminación del Río Matanza - Riachuelo. Les pido que lo lean tranquilos, ya sin el estrés de este momento, y disfrútenlo porque seguramente va a ser uno de los más recordados en la historia de nuestra Corte Suprema.

Ojalá que recuerden esta semana por ese hecho, y no tengan que acordarse por la crispación con la que vivimos en nuestra sociedad en estos días. Crispación que se ha visto quizás, exacerbada a mi modo de ver hasta el espanto, cuando un dirigente piquetero pretendió arrogarse la interpretación del artículo 21 de la Constitución Nacional, en lo que tiene que ver con “armarse en defensa de la Constitución”.

Pocos salieron a contestarle. Creo que es uno de los episodios más graves que han ocurrido en estos últimos tiempos, y sobre lo cual no puedo desaprovechar esta tribuna para advertir la gravedad que significa esto a la luz de lo que venía señalando.

Hoy a quienes pretenden reeditar la trágica opción entre “civilización y barbarie” creo que sólo cabe responderles con las palabras quizá furiosas pero siempre nobles del genial Sarmiento, aquel presidente constitucional que sin ser abogado fue profesor titular de la primera cátedra de Derecho Constitucional de esta Universidad. Con la furia del genial Sarmiento le podemos decir: “On ne peut tués point des idees, las ideas no se matan”.

Muchísimas gracias por esta mañana, les deseo la mejor de las suertes, y sepan que ha sido para mí el más alto de los honores poder dirigirles estas breves palabras.

Felicitaciones a todos.