Discurso pronunciado por el Dr. Luis María Bunge Campos

Acto de colación de grado del día 11 de noviembre de 2005

Señor Decano, Señores Secretarios, Colegas Profesores, familiares, invitados. Queridos colegas recién egresados.

Ese día que tanto esperaban llegó. Culminan hoy una tarea que comenzaron hace ya unos cuantos años; su persistencia y su esfuerzo los condujeron a este momento, a esta fiesta. En un ratito se les entregará un diploma de abogado de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, lo que no es poco. No se me ocurre nada mejor para darles. Esta Facultad, nuestra madre común, me encargó la tarea de despedirlos, lo hago como un hermano mayor, otro hijo de esta madre que nos dio todo sin pedirnos nada a cambio, la que hoy los ve partir orgullosa.

Nuestra Universidad pública cobra hoy su salario, ustedes, recién egresados, son la única paga que recibe y el logro de los esfuerzos de todos los que participamos en ella. Por eso esta fiesta es de todos.

Siendo el gran Juan María Gutiérrez Rector de la Universidad de Buenos Aires, prohibió la ceremonia de colación de grados, su exacerbado republicanismo vió en ella una muestra de vanidad que irritaba su natural modestia, los egresados recibían entonces su título en silencio, por ventanilla. Creo que es una exageración de la virtud republicana de Gutiérrez, esta fiesta no es una muestra de vanidad sino de la satisfacción del deber cumplido. Luego de estudiar tanto tiempo en silencio, es bueno un poco de alboroto.

Uno no “se recibe” sino que es recibido, esta ceremonia es también el modo en que la comunidad de egresados y profesores los reconocen como los pares que ya son, colegas.

Para ustedes, abogados recién egresados, hoy es uno de esos días que uno ansía y al mismo tiempo teme que lleguen. Se abren nuevos caminos, nuevas responsabilidades, esperanzas y desazones. Quizás sientan dudas acerca de su futuro, puede que temor ante la responsabilidad que representa tener a cargo la defensa de los intereses confiados. Eso está bien, si no lo tuvieran serían irresponsables.

Los Profesores desde aquí miramos a ese grupo de egresados y nos preguntamos ¿cuál de ellos será Juez de la Corte, legislador, profesor de esta casa, abogado destacado, periodista, diplomático, tantas cosas...? ¿Quién de ustedes estará aquí despidiendo a un grupo de egresados tan ansiosos como están hoy porque todo termine e ir a festejar con los suyos? ¿Quién escribirá ese texto jurídico que todos estaremos leyendo dentro de unos años? ¿Cuál de ustedes presidirá algún día una ceremonia como ésta desde el decanato de esta Facultad? Todas esas preguntas surgen cuando uno mira con fe al futuro, con esa fe que sus profesores les tenemos, nuevos colegas.

En cambio, cuando uno mira al pasado surgen las certezas, recuerden esas noches sin dormir, esos momentos de desaliento en que nos convencíamos de que nunca nos íbamos a recibir, empantanados en algún oscuro punto doctrinario, cuando ya se acababa el café, el humo tornaba el ambiente irrespirable y mirábamos con angustia el reloj con la más absoluta convicción de que no llegábamos al examen; y no llegábamos... Todos los estudiantes pasamos por esas noches, no una, muchas veces, la desesperanza se apoderaba de nosotros y acudía en nuestra ayuda alguna voz amiga. Pero eso ya pasó, ya está, superaron todos los escollos; sobrevivieron al voto acumulativo en la anónima, a la solidaridad imperfecta, a la disolución de la sociedad conyugal, a la sucesión de la nuera viuda, a los privilegios en los concursos, a la imputación objetiva, a tantas cosas... Su esfuerzo los trajo hasta este punto. Miren hacia atrás, recuerden, respiren hondo, sientan orgullo por lo que hicieron y disfruten de este momento, porque se lo merecen.

Esta Facultad los despide por hoy, pero los espera. Sea para cursar un posgrado, sea para consultar su biblioteca, sea para brindar su tiempo en la docencia, siempre estará para todos y cada uno de ustedes. Nunca dejen de ser estudiantes, es una actitud vital, no una ocupación. Nunca dejen apagar la llama eterna del ideal, como decía Ralph Waldo Emerson “aten su carro a una estrella”.

Dejan una casa de la que pueden estar orgullosos; Pedro Goyena, al despedir en 1882 a los egresados dijo “Las facultades de derecho son (...) el baluarte de la libertad. Todo lo que se estudia en ellas reposa en el concepto de que el hombre es un ser libre”. Pocas facultades del mundo tienen el grado de compromiso que ésta tiene con los derechos humanos, compromiso vital que en nuestro país nace a la sombra de las pesadillas, del horror y de la sangre.

Vivimos en épocas difíciles para la libertad y el Estado de Derecho, cuando esta Facultad, nuestra madre nos besa en la frente al despedirnos, nos carga también con la responsabilidad de estar a la altura de sus antecedentes y no poner jamás nuestro saber al servicio del despotismo o la explotación. Los tiempos que se avecinan exigirán de cada uno de ustedes definiciones y actitudes, sus maestros confiamos en la formación que recibieron, parten con las herramientas necesarias para hacer frente a las duras pruebas a las que serán sometidos. Un abogado es, ante todo un verdadero custodio de la libertad, un defensor de la Constitución, pocas tareas hay más nobles e ingratas en la sociedad.

Para concluir, los quiero despedir con las mismas palabras que hace ciento trece años usara el entonces Presidente Carlos Pellegrini, en 1892, en circunstancias muy difíciles para el país el Presidente consideraba importante dedicar un momento a la Universidad de Buenos Aires, todo un ejemplo, y ocupando esta misma tribuna un día de fiesta como hoy y despidió a los egresados de aquél entonces diciendo:

“En este día, uno de los más honrosos en la hermosa primavera de vuestra vida, vais á despediros de las aulas y emprender á vuestro turno el camino de la montaña. Lleváis la palabra de estímulo y aprobación de vuestros maestros; sobre vuestra frente, como bendición divina, el beso de la madre que ve colmados sus afanes; y vuestra mirada se cruza tal vez con otra que os penetra y acaricia el alma y os habla en secreto el lenguaje misterioso del corazón.

Entonad el himno de todas las alegrías. Adelante y sed felices. La sociedad y la patria os esperan”.