Discurso pronunciado por el Dr. José María Curá

Acto de colación de grado del día 7 de mayo de 2010

Queridos Alumnos: es ésta la última oportunidad en la que juntos, Alumnos y Docente, recrearemos el fascinante sentimiento que habita en el aula, hacedor del pensamiento renovado, de la idea expresada con libertad, como consagración de uno de los postulados que sostienen a nuestra Universidad. Lo haremos, una vez más, con la magia de las manos sucias de tiza frente al misterio del pizarrón, como alguna vez bien lo describiera Félix Luna en su homenaje, hecho canto, a la maestra Rosario Vera Peñaloza.

Henos pues aquí, dispuestos, ya no frente a un código o un repertorio de jurisprudencia, atrás quedaron tiempos de parciales o largos desvelos, sino ante a estos diplomas que acreditan el cumplimiento de las condiciones para hacer de cada uno de nosotros un graduado universitario. Traductor Público, Profesor, Abogado. Los invito pues, en este último encuentro a desentrañar la esencia de ese diploma, aquello que comenzó a construirse cuando un día decidimos ingresar a esta Facultad, cuando comenzamos a dibujar una vocación.

Basta desenrollarlo para hallar grabada, de modo indeleble, la palabra compromiso, síntesis de toda alma noble, de un modo de ser propio de las personas de bien.

Compromiso, en primer lugar, con nosotros mismos, custodios de nuestras mentes y nuestros cuerpos, a los que habremos cuidar, depositarios de nuestra condición de profesionales.

Compromiso con nuestros colegas, consagrado en el debido respeto, consideración, solidaridad, tanto en el proceso adversativo como en el trabajo común. Tanto en la condición de superiores como de subordinados; sea en el Estudio como en el ámbito académico.
Compromiso con nuestros seres queridos, aquellos que hoy nos acompañan, como al inicio, y se alegran profundamente al vernos aquí, a la espera de tan significativo momento, alcanzados por la ansiedad del abrazo. A ellos también les pertenece este diploma. Y si alguien hoy aquí parece estar solo, pues bien valen aquellas palabras escritas a la entrada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Córdoba, recordándole al estudiante que al atravesar esa puerta su madre lo contempla desde algún lugar.

Compromiso con nuestra sociedad, ansiosa de justicia, ansiosa de buenos ejemplos. Sociedad que, aún hoy, mira con admiración al graduado universitario.

Compromiso, finalmente, con la Patria. No es casual que sus colores presidan este acto. A su historia nos debemos. Los ideales que sus Padres Fundadores nos legaron, con abnegación y generosidad, son hoy nuestros modelos. Aquellos que hoy nos convocan como profesionales y así consagrar su destino de grandeza. Tanto más en este mes de Mayo, a doscientos años de la instalación de su primer Gobierno Patrio.

El momento tan esperado ha llegado. Nos disponemos a recibir nuestro diploma. Y al igual que el montañista al alcanzar la cima, dejaremos nuestra piqueta, símbolo de nuestro logro, tomaremos la que dejara quien nos precedió, llevaremos aquello que con enorme generosidad nuestros profesores nos brindaron. Disfrutemos por un instante este momento, y emprendamos el descenso con la mirada apuesta en futuros desafíos, en nuevos logros que hagan de nuestras vidas una constante aventura del pensamiento puesto al servicio del derecho, un permanente hacer que consagre aquellos compromisos.

Queridos Alumnos, ya graduados, reciban todo el afecto y los mejores deseos de un venturoso porvenir, al tiempo que les agradecemos habernos permitido renovar, en cada uno de Ustedes, nuestra vocación docente.

¡Un fuerte abrazo para todos!