Discurso pronunciado por el Dr. Jorge Reinaldo Vanossi

Acto de colación de grado del día 6 de abril de 2018

Jorge Reinaldo Vanossi

Jorge Reinaldo Vanossi

Señor Decano Dr. Alberto Bueres, señores consejeros, señoras y señores profesores, señores egresados de la Facultad, señoras y señores familiares y amigos de los egresados, estimados y queridos amigos, todos ustedes.

Hoy vivimos y padecemos bajo algo que es más que un cambio climático. Todo el orden mundial se encuentra condicionado por un cambio ambiental, lo que surte efectos que modifican nuestra calidad y modalidad de vida con alcances que hace hasta poco tiempo nos resultaban inimaginables. Es por eso que ahora estamos emplazados a abordar la sincronización de los hechos que parecían imprevisibles e impredecibles con el poder del Derecho. A fin de que coincidan en el tiempo los fenómenos y secuelas que deparan las novedades que nos sacuden por doquier.

El gran desafío es afrontar este nuevo ciclo con una voluntad de adaptación, no solo para no dañar o desengañarse, sino también para no malograr la vigencia de la vida útil. La realización de la persona humana concierne también al abogado, quien en forma prioritaria atento al deber que cumplen en cuanto a la defensa de los derechos y libertades, en un tiempo en que la tutela efectiva depende del vigor que mantengan en vigencia los principios fundamentales que el renacimiento tomó como base a partir del siglo XV, con un vivo entusiasmo de profundización de la cultura grecolatina superviviente.

Hay que reconocer la presencia protagónica de un cambio copernicano. Ya no estamos hipnotizados por el estilo gótico de la Edad Media. No obstante, su fuerte impresión. Pero a partir de la toma de Constantinopla y del descubrimiento de América por Colón, se abren las compuertas del humanismo que parte del siglo XV en la vieja Italia y avanza en una segunda etapa durante el siglo XVI mediando circunstancias de transición hasta los inicios de la Edad Moderna en la que se impone una nueva concepción humanista que es el reemplazo del teocentrismo medieval por la idea del antropocentrismo, es decir, el hombre como centro del universo.

A partir de allí es que vivimos un cambio epocal: introduciendo innovaciones tan abarcadoras que nos recuerda la aparición del periodo histórico que lleva la alta calificación del Renacimiento y lo gótico quedó como algo testimonial de las imponentes construcciones arquitectónicas y nada más. Los sucesos y los cambios fueron paulatinos. Al comienzo había aparecido la imprenta, luego debe computarse lo religioso ante el surgimiento del protestantismo, decae la escolástica, va naciendo América como una nueva identidad, se inicia el desarrollo del capitalismo como fenómeno transformador de lo económico, así también se afirma la burguesía en la sociedad, el pensamiento se enriquece primero con Erasmo de Rotterdam y Pico della Mirandola, entre otros, quien exalta inminente dignidad de la persona humana –punto fundamental. Para trasladarse luego a los ingleses y los franceses que desembocan en sus respectivas revoluciones de 1688 y 1789.

En poco tiempo más se agigantan y se sobredimensionan sucesivamente los descubrimientos de la ciencia y las realizaciones concretas de la técnica. Es la asombrosa precipitación de la historia. Vale la pena, amigos, que los abogados noveles se tornen renacentistas más que para copiar, que lo sean para imaginar. Ya que las horas que se les avecinan los sabrán emplazar al ejercicio de una intensa libertad creadora en todos los órdenes vivenciales, vitales y con firmes criterios de orientación visionaria. Piensen ustedes siempre en esa idea de la futuridad que Ortega y Gasset reclamaba para que se tomara en cuenta la labor progresista del porvenir a consumarse.

Es de esperar que la reflexión los ilumine para no endiosar a los hechos consumados ni a los resultados consumidos. Toda vez que no todo está librado al automatismo tecnológico por más atrapante que sea su liturgia, ya que el goce y el ejercicio de las libertades requieren priorizar el conocimiento y los valores que lo acompañan para no cegarse ante las tentaciones que suministra el provecho por el provecho mismo cuando el economicismo resulta excluyente del Derecho, la filosofía, la política, la justicia y hasta el significado de la comunicación en el espacio social.

Mucho se ha meditado acerca de estos dilemas. La reflexión demuestra que no deben confundirse el método con el enfoque, dado que lo complementario o accesorio sigue a la metodología en razón de que ella responde a la prioridad de los principios. Principios que son la base fundamental de la cuestión. Ello no quita que sean útiles y respetables los enfoques, los análisis y los acercamientos que las realidades y los consecuencialismos le ofrecen y le presentan a los observadores de los fenómenos que se registran en la dinámica de los Estados y de los pueblos.

Hoy ya no se trata, amigos, de la técnica, no solo de las innovaciones tecnológicas ni tampoco de los alardes sorprendentes de las recientes tecnologías de punta. El fenómeno transformista cubre todos los espacios, incluyendo el arte, la música, la moda, el lenguaje, los tics y las poses. Se impone internet, se expanden la robótica y la informática por doquier. Nos sorprende el fenómeno de la clonación, nos impresionan los avances desde la penicilina hasta los máximos trasplantes, etcétera, etcétera, un largo etcétera. Es una fuerte transmutación que confirma la aceleración de la era en que vivimos. Y cuánto más llegaran a ver ustedes que son todos jóvenes y que están abriéndose a la vida. Se avecinan fenómenos sorpresivos por la sorpresa con que se producen y sorprendentes por llegar a ser acaso raros, admirables, desusados o extraordinarios.

Al propio tiempo que somos testigos de tantas innovaciones, recibimos información de todo tipo que van desde la viralización de las noticias, cambios de orientación y de opinión a través de las redes sociales. ¿Y qué decir del retorno de los fundamentalismos? Entendidos como una exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida. Tal el caso del movimiento religioso y político de las masas que pretenden restaurar la pureza mediante la aplicación estricta de la ley inmutable a la vida social. Surgen sectas talibánicas o afines sumidas en la fe ciega del fanatismo cruel con el disfraz de movimientos integristas o de fuerzas bélicas como el ISIS que defienden a muerte la intangibilidad de un sistema dogmático y extremista como otros que desgraciadamente subsisten en varias partes del globo terráqueo.

Las dictaduras y los totalitarismos de la laya y especie. Con frecuencia se afirma y se comprueba que los hechos van delante del derecho, que es común sostener que las normas legales y los códigos siguen la producción o consumación de los sucesos y los cambios a posteriori. Es un fenómeno tan cierto y tan remoto en el género de la morosidad como lo sigue siendo la puja constante del egoísmo y el altruismo entre los humanos. Pero nada impide que una concepción ética y solidaria en los hechos empujen en dirección a la adecuación oportuna de la doctrina, la legislación y la jurisprudencia sintonizando coetáneamente con la fuerza innovadora de acciones y hechos que oscilan entre los valores del bien y los perjuicios que causan desde el mal.

O sea, que no solo está presente la ontología sino también la axiología, los valores. Los abogados, estimados amigos, debemos tener en la mente y en el presente, ya mismo, el sempiterno debate que durará siempre y que habiendo tenido principio no tendrá fin, entre la situación de los derechos concebidos como naturales y la posesión de los derechos reconocidos con carácter positivo. Y al meditar sobre ello no puede prescindirse de la mentada afirmación de Von Hiering en su memorable obra “La lucha por el derecho “cuando advertía con agudeza que un derecho que no sea realiza no es un derecho, es una declamación del derecho. Por lo que nosotros creemos que debe admitirse y practicarse un real derecho a la autorrealización del derecho a fin de que se transforme de expectativa a una concreción del ordenamiento jurídico real y actual. A los noveles abogados que portaran desde hoy su diploma tan significativo se les presentan dos caminos iniciáticos que no son incompatibles entre sí ni son excluyentes de la ruta de la complementación.

Habida cuenta que el perfeccionamiento del derecho es no solo una necesidad en permanente desarrollo sino que también es un deber para poder despeñarse con la mayor eficiencia en el ejercicio de los múltiples roles que ofrece la carrera que han elegido con su vocación, múltiples. Uno de los tramos posibles de lo que hoy se denomina, vaga el neologismo, “la terminalidad educativa”, propia de un campo de intervención que requiere ser pensado desde distintos espacios que incidirán en la formación personal y que apuntan a brindar una respuesta formativa para la vida seguir y la consiguiente inclusión laboral, es que ingresen y reingresen al conocimiento. Ingresar y reingresar nuevamente y el saber, el conocimiento y el saber, en el alma mater que es la Facultad –que es esta casa, su casa. Para que concluyan lo que les quedo pendiente, por ejemplo, en la realización de maestrías y doctorados o especializaciones.

Que pongan ahínco y esfuerzos aun con sacrificios para obtener el acceso a un horizonte de logro. Todo ello será pues, muy positivo si no se desfallecen el esfuerzo y se ponen en juego las acciones pertinentes para acercarse a la meta que ayudará al éxito merecido, al que contribuye la perseverancia en el ímpetu constante de una educación formativa y permanente en lo espacial y en lo temporal. El otro tramo en las instancias de la vida en general y del destino profesional en particular radica perentoriamente en el acierto del hallazgo de lo que se considera como la finalidad vital, que es la faz que hace a los fines por los cuales se procura una meta o destino sobre la base consiente y reflexionada de gestar en la mente y en el lograr un planteo a priori de racionalidad organizativa, aunque no dependa de la experiencia que siempre a posteriori.

Damos por entendido y consabido que todos los seres humanos defienden los intereses que están más relacionados con sus objetivos y con las tareas que cumplen en el quehacer al que guardan pertenencia. Pero esa es cara de la medalla, esa cara no debe estar ajena ni reñida con la custodia y defensa de los ideales, y los ideales imprimen la tónica de su convivencia en la sociedad en general y al pueblo, al pueblo del que forman parte y que integran en común con el bienestar general, cuya promoción enuncia el glorioso preámbulo de nuestra Constitución.

En fin, bueno es tener presente que no puede prescindirse de la sólida aseveración de Descartes que por obvia no debe perimir. Decía: “si pienso, luego es que existo”. Que en la frivolidad del consumismo y del acopio materialista se reemplaza con pretensiones de apotegma, diciendo al prójimo, por gobernantes y por gobernados, que “sin recaudo, tal vez subsisto”.

O sea, la manifestación de una opción existencial que puede convertirse en el traspié del poderío en todos sus sentidos y aspectos al tropiezo ante la angustia y la depresión que conllevan las situaciones de caída en el carenciamiento de los desposeídos. Por último y con el sentido de tratarse de nuevos colegas con quienes la suerte puede deparar los futuros encuentros y gratos diálogos, voy a traer a colación una sabia aseveración que alguna vez enunció la Corte Suprema de Justicia cuando nos advirtió que “fuera de la Constitución solo cabe esperar la anarquía o la tiranía”, y que me permito de mí mismo, de esta cosecha, señalar que la primera de ellas, es decir la anarquía, degeneran el caos y que la segunda de ellas, es decir la tiranía, desembocan la dictadura tal como lo demuestran tanto nuestra historia como las experiencias universales más tristes y dolorosas para la humanidad. Es por ello, señoras y señores, que el valor del orden constitucional no puede ser olvidado ni descuidado, por cuanto el orden que no debe confundirse con amagos de autoritarismos y despotismo.

Es el elemento fundamental para asegurar el mayor y mejor goce de la libertad y de los Derechos Humanos en el ámbito de vigencias de un Estado democrático y de derecho, que propenda la necesaria capacitación de todos los habitantes como la mejor vía para lograr una igualdad de oportunidades conducentes a la obtención de una ansiada movilidad social ascendente, muy requerida por nuestros sectores sociales actuales.

Quienes se gradúan hoy de abogados con legítima aspiración y un entusiástico orgullo, y que están ya dispuestos para asumir su ejercicio profesional en cualesquiera de las modalidades que se practica, procurando asegurarse paulatinamente la viabilidad y el andamiento en el quehacer asignado, los saludo a todos ustedes con las sencillas palabras que surgen de mi ya consumada y consumida veteranía, diciéndoles que se empeñen en alimentar con mucha esperanza el objetivo de conducir la imaginación al poder del derecho y de la justicia.

Este será el camino más fecundo para alcanzar la consagración de vuestros ideales. Adelante pues, todos ustedes con una fuerte inmersión en el ámbito y el ambiente real del derecho, introduciéndose con acción para propulsar con espíritu propositivo –no negacionista- el potenciamiento de la legalidad a incrementar en todos los hombres. Así, de ese modo, los abogados pensarán en positivo el aspecto favorable de los problemas a resolver ciertamente superando los pesimismos y derrotando los aspectos negativos y el predominio del mal sobre el bien.

Por último, a manera de despedida, los insto a no dejarse amedrentar por el vocablo de moda, refiriéndonos a la tan manida “brecha”. Es cierto que parece y aparece como un requisito o un resquicio por donde se empieza a perder la seguridad y el consiguiente bienestar, pero también es cierto que con otro ánimo figura el término, aludiéndose a ese mismo término, a la lucha comprometida en favor de algo. Y de eso se trata. Hay que seguir en la brecha, que así sea. Porque nuestra brecha que es nuestro trabajo, es nuestro deber de abogar en favor de algo o de alguien, será justicia.