Discurso pronunciado por el Sr. Federico Winer

Acto de colación de grado del día 24 de mayo de 2013

Federico Winer

Federico Winer

Señor vicedecano, señora secretaria académica, autoridades, colegas, profesores, egresados, alumnos, familiares, amigos, señoras y señores.

Quiero comenzar agradeciendo especialmente a la decana de nuestra Facultad, la Dra. Mónica Pinto por haberme conferido el honor de dirigir con estas breves palabras a todos ustedes en este acto.

No me corresponde a mi hablarles del ejercicio de su inminente profesión de la cual les han hablado con maestría los últimos 5 años dentro de esta casa y sobre la cual han escuchado y observado fuera de ella tantos conocimientos verdaderos basados en la experiencia y en la reflexión como opiniones y balbuceos espurios.

No me corresponde hablarles sobre el ejercicio de su profesión porque yo no soy abogado y antes de que padres o tutores demanden a la Facultad o reclamen que les devuelvan el dinero por tamaña impostura, les recuerdo que tenemos a los mejores abogados. Esto no es un eufemismo o una figura retórica, efectivamente los tenemos. No, yo no soy abogado y sin embargo, el derecho se enseña a través mío. Se enseña a través de abogados, pero también a través de politólogos y filósofos, sociólogos, economistas y literatos, biólogos y matemáticos, artistas, a través de progresistas y conservadores, liberales y estatistas, peronistas, radicales, socialistas, comunistas y anarquistas. A través de viejos y de jóvenes, se enseña con y sin corbata, con zapatos italianos y con zapatillas, y hasta con alpargatas, quien haya asistido a un curso de verano lo sabe. Se enseña a través de muchos profesores diferentes, pero se piensa en conjunto con ustedes.

Por eso voy a compartir con ustedes unos pocos párrafos a modo de saludo y bienvenida para aquellos que egresan hoy, que espero nos permitan dar cuenta de este momento tan especial, culminante de un tiempo común en esta casa. Conocemos una sentencia de Heráclito de Éfeso, Heráclito, el oscuro, dice: “La unidad, la única sabiduría quiere y no quiere ser llamada con el nombre de Zeus”. Giorgio Colli un filósofo italiano, abogado, sobre el que volveré más adelante, escribe: “El nombre de Zeus es aceptable como símbolo, como designación humana del dios supremo pero no es aceptable como designación adecuada precisamente porque el dios supremos es algo oculto, inaccesible”. A partir de esta idea quiero pensar brevemente dos modos de dar cuenta de aquello que llamamos derecho. Uno está concentrado precisamente en la palabra derecho, decir derecho, es el modo simplificado. Si estamos apurados decimos simplemente derecho, lo aceptamos simbólicamente. El otro modo de dar cuenta tiene que ver con lo que han hecho aquí durante todos estos años, con lo que todos hacemos acá y que es en vez de decirlo en una palabra pensarlo, o sea decirlo de muchos modos posibles con muchísimas palabras distintas, en centenares de materias diferentes a través de autores y de libros, de ejemplos y de metáforas. Si tenemos tiempo, en vez de decir derecho nos dedicamos a pensarlo. Al fin y al cabo, pensar algo es entregarlo al tiempo, y ese es el tiempo que nos entregamos en las facultades. Un tiempo propio del pensar, una designación adecuada requiere detenerse, tomarse el tiempo para complejizar, no sólo arrojar luz sobre lo oscuro, sino también fundamentalmente dotar de un poco de oscuridad, un poco de misterio, de sinuosidad, de relieve, capas y bordes a aquello que en el apuro aparece demasiado claro. No se trataría estrictamente de saber qué es el derecho, sino de dedicarse a pensarlo. Derecho sería a la vez, por ejemplo, todo lo que se dice y se hace dentro de la Facultad de Derecho. Todas las materias y seminarios que han cursado, y todos los congresos y charlas a las que asistieron, como así también todas las veces en las que se juntaron a estudiar con compañeros y también cuando se juntaron a hacer otras cosas además de estudiar. Derecho sería, también la militancia política y gremial dentro de la Facultad, ir a una fiesta de una agrupación de compañeros o acercarse a un profesor para comentarle algún libro o una película. No sólo en las aulas y en las clases se piensa el derecho, sino que se hace en los pasillos y en los bares y en las escalinatas, en la facultad con techo y la que se encuentra a cielo abierto.

La discusión acerca de si los elementos de un pensar sobre lo jurídico sólo puede ser tomada de un yacimiento exclusivamente propio autorreferencial o si procede de campos tan variados y fértiles como los mencionados anteriormente, no procede por la brevedad de esta exposición más allá de que evidentemente mi posición no sólo ya ha sido explicitada, sino que se manifiesta en acto con la invitación que ha cursado la decana para que un profesor de Derecho, no abogado, realiza el tradicional discurso de colación de grado de abogados de la Facultad de Derecho. Y esta paradoja es signo evidente del altísimo nivel académico y educativo que mantiene la Universidad de Buenos Aires, específicamente la Facultad de Derecho, pues muestra precisamente un espacio en donde lo tradicional y lo no tradicional discuten sin cesar poniendo en evidencia lo uno con lo otro. Un espacio en donde la reflexión y el pensamiento se animan a moverse, corriendo todo el tiempo sus límites y apelando muchas veces, las mejores, a preguntarse sobre ellos, sobre los límites. La paradoja es un regreso del pensamiento sobre sí mismo, un ejercicio puro y libre que al violentarlo lo amplía. Por eso a modo de cerrar esta exposición y a modo de regalo de graduación para los futuros abogados, quiero traer como ejemplo a tres figuras, a tres pensadores de los bordes, de los límites, que violentaron los horizontes del pensamiento contemporáneo desde la literatura, la metafísica y la filosofía desde el derecho, tres abogados. El primero ya fue mencionado, Giorgio Colli, profesor de filosofía antigua, exégeta, nietzscheano y helenista arrollador, abogado. El segundo es Franz Kafka, escritor checo prolífico insomne, abogado. El tercero y último, del que les regalo un fragmento, es Macedonio Fernández, metafísico rioplatense, poeta irreverente, abogado. Colli, Kafka, Macedonio Fernández abogados que no han sido abogados o que lo han sido pero que no han sido grandes por ello y que sin embargo paradojalmente, su obra se convirtió en material fundamental con lo que los profesores enseñamos y contribuimos con ustedes aquí a pensar el derecho. Cito: “Todo viviente es inmortal, sólo el hombre lo es con miedo de muerte y sólo se lo quita consiguiendo que le tuesten la existencia, y este tostado, esta consistencia se la da a su existencia la mirada (mención, publicación) a su existir y su nombre. Las ciudades, en partes las patrias y la unidad universal de la humanidad, no han sido hechas porque el hombre sea sociable; no lo es, sino conventillero: toda la publicidad, cátedras, libros, oratoria, arte, es para que nos vean la existencia; sin color, olor, ni sabor, el agua no tuesta el pan. La vida que no nos miran se calienta. Quedemos agradecidos”.

Por eso saludo y felicito y les doy la bienvenida a todos ustedes que no serán mis colegas en el ejercicio de la abogacía, pero sí en la función docente, en la investigación, en el ejercicio de la protección y promoción de lo público como funcionarios, como legisladores y representantes, como autoridades de instituciones, como ciudadanos, como pensadores contemporáneos del derecho. Los saludo como abogados escritores, como abogados filósofos, como abogados artistas, como abogados políticos y felicito a todos los que serán, además y por sobre todo nuestros mejores abogados. Celebremos.

Muchas gracias.