Discurso pronunciado por la Dra. Elsa Álvarez

Acto de colación de grado del día 1 de julio de 2011

Elsa Álvarez

Elsa Álvarez

Muy buenas tardes. Señor Vicedecano, autoridades, profesores, profesoras, graduados, familiares y amigos de los noveles profesionales. Este salón abre hoy nuevamente sus puertas para esta ceremonia de graduación. Es un momento único, especial, donde el graduado tiene la inmensa satisfacción de haber arribado a una meta. Todos ustedes familiares y amigos comparten esa alegría, como han compartido el esfuerzo del camino recorrido. Los docentes nos conmovemos porque vemos el fruto de la dedicación puesta en esta tarea inigualable que es la educación.

De todas las inversiones que una sociedad puede realizar para su crecimiento, la educación es sin lugar a dudas la más importante. El conocimiento es la herramienta indispensable para que el ser humano se desarrolle en toda su plenitud. Entre las paredes de esta casa se ha ido tejiendo esa trama tan única cual es la de la enseñanza y el aprendizaje, la de preparar y capacitar a mujeres y hombres para la defensa de los derechos de otras mujeres y de otros hombres.

Desde este espacio decenas de profesores hemos intentando trasmitir conocimientos, pero más importante que eso es que hayamos podido hacer desarrollar en ustedes un pensamiento critico. Lo mejor que un docente puede hacer es enseñar a pensar. Si hemos logrado eso debemos estar orgullosos de la tarea realizada.

Ahora es el turno de ustedes. Nuestra sociedad espera que ustedes pongan el conocimiento, la capacidad de razonamiento y la ética al servicio de la profesión, esto es a la realización de los valores. En este camino quiero transmitirles algo que algún día escuché de los labios de un profesor, de esos profesores que a penas daban los buenos días al ingresar al aula, que era como para pensar que al contrario de Shakespeare para él todo lo humano le era ajeno. Sin embargo, un día casi como sacado de la galera dijo: “recuerden siempre que detrás de todo expediente, de todo ese cúmulo de fojas hay un ser humano que sufre y espera”. No encuentro mejor manera para decirlo que utilizar las palabras de aquél profesor que ese día mostró su parte humana.

Y mencionar al ser humano trae el recuerdo de todas las veces que en el aula surgían cuestionamientos y debates en torno a la relación hombre-poder. Debates ardorosos y constructivos. Hoy tienen ustedes la responsabilidad de utilizar en la construcción de un mundo más justo las herramientas que han adquirido en los años transcurridos en esta casa y de hacerlo con la misma vehemencia que otrora cuestionaron una realidad que no les satisfacía.

Aquí se encuentran los futuros magistrados, legisladores, funcionarios, asesores, abogados litigantes. Desde el lugar que les toque ocupar breguen y trabajen para que ese cambio de paradigma que tanto anhelaban se cumpla. Son ustedes quienes ahora tienen la oportunidad y la obligación de hacerlo. “Denme un punto de apoyo y moveré el mundo” pidió Arquímedes. En esta Casa han recibido ese punto de apoyo, ahora depende de ustedes.

Y ahora quiero contarles algo que quizás ustedes conozcan, quizás va a ser una sorpresa. Cuando ustedes se acercaron a esta Casa lo hicieron por vocación, palabra que como todos saben y como no podría ser de otra manera deriva del latín, de la expresión vocatio que significa llamado, invitación, es decir, algo que viene de afuera. Es exterior e invita a participar de una determinada situación. En este caso ha sido la elección de una profesión. Cuando recibieron ese llamado, cuando fueron invitados a esta Casa no sabían que hay un secreto escondido en estas paredes. Ese llamado es como el canto de las sirenas, una vez que traspasaron esta puerta nunca más podrán abandonarla. Han quedado prisioneros de estas paredes sin siquiera poder invocar las Convenciones de Ginebra. Eso obedece a que las autoridades y docentes de esta Casa han realizado un entramado que atrapa como una telaraña, para lo cual dictan cursos de actualización, de posgrado, maestrías, doctorados, posdoctorados, realizan jornadas, congresos, invitan a juristas y catedráticos de todas partes del mundo. Por tal razón les advierto que nunca podrán dejar de transitar por estos pasillos. Por eso, queridos colegas no nos despedimos con un adiós, sino con un hasta mañana y con las palabras de una vieja bendición celta que dice: “que el camino venga a tu encuentro”.

Gracias.