Discurso pronunciado por el Dr. Eduardo Molina Quiroga

Acto de colación de grado del día 22 de mayo de 2015

Eduardo Molina Quiroga

Eduardo Molina Quiroga

Buenas tardes a todos y todas; y muy particularmente al señor Vicedecano Alberto Bueres, la señora Secretaria Académica, Slivia Nonna; y el Secretario Técnico, Alejandro Gómez; y a todos ustedes que acaban de terminar un camino y empiezan otro.

Se me ocurrió que era apropiado comenzar esta improvisada alocución con una cita del recientemente fallecido, Eduardo Galeano, que dice: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja dos pasos, y el horizonte se aleja diez pasos más allá. Entonces para qué sirve la utopía, para eso. Sirve para caminar.” Y creo que todos los que hemos optado por esta profesión, tan apasionante y tan vilipendiada, nos enfrentamos en el siglo XXI a una sociedad en muchos aspectos muy diferente a la que yo enfrentaba cuando me recibí, nadie se le ocurra preguntar cuántos años hace.

Hoy tenemos un género que es el ser humano pero admitimos, reconocemos y revindicamos que dentro de este género hay muchas especies que requieren el mismo respeto y la misma dignidad. Se me ocurrió cuando veía entrar a la abanderada y sus escoltas, cómo estamos perdiendo terreno los varones y cómo cada día las mujeres, todavía con un fuerte techo de cristal pero cada vez son más reconocidas, y esto tiene que ver con un cambio muy importante que se ha ido dando a través de los últimos años en reconocer que no es suficiente con la igualdad ante la ley si no hay una igualdad concreta de posibilidades y de oportunidades para hombres y mujeres. En la época en que yo me recibí era una declamación que hombres y mujeres eran iguales, porque lo cierto es que en los puestos de decisión, en los lugares relevantes indefectiblemente eran los hombres y no las mujeres, sin tener en cuenta los méritos o su capacidad.

Pero además de la cuestión de género que hoy ya es casi obvio mencionarla, empezamos a reconocer que la capacidad es la regla y entonces, en diciembre del año pasado, la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad fue elevada a rango constitucional y esta Convención cuya lectura sugiero y recomiendo nos va a demostrar cuánto camino nos queda por recorrer para hacer realidad esta regla que encabeza prácticamente todos los tratados de Derechos Humanos, que es que todos los hombres son iguales en libertad y en dignidad, utilizamos la expresión “hombre” o podríamos decir “todas las personas humanas son iguales”.

Hemos cambiado también nuestra visión de la niñez. Ya la niñez no es un objeto a tutelar sino un sujeto de derecho que tiene incluso derecho a opinar aún en contra de sus padres sobre fundamentalmente todo aquello que tiene que ver con su integridad física y su salud. Hemos cambiado el concepto de patria potestad por el concepto de responsabilidad parental, en breve comenzará la vigencia del Código Civil y Comercial de la Nación que es en muchos aspectos el conocido Código Civil de Vélez Sarsfield, pero que tiene esta nueva mirada. Esta mirada desde la Constitución y los tratados de Derechos Humanos que ha tratado de incorporar todas estas nuevas visiones sobre la niñez y adolescencia, sobre la igualdad de género, sobre la diversidad sexual, sobre la no discriminación, y sobre las personas con discapacidad, es un término que no es exactamente el más adecuado pero es el que utiliza la Convención.

Y simultáneamente, ustedes ingresan al ejercicio profesional en plena sociedad de la información. Todas las reglas de nuestros códigos de rito y de la mayoría de las leyes de fondo no tuvieron en cuenta ni internet, ni la interconectividad, ni los problemas y desafíos que esta sociedad de la información nos plantea, con sus ventajas y sus riesgos. Esto significa que uno hoy va a festejar, tienen su título, todos los que nos hemos recibido hemos disfrutado este momento, pero el día de mañana hay que empezar, como Galeano, a seguir caminando.

Entonces también me pareció interesante repasar un poco el decálogo de Couture, insigne abogado uruguayo que decía: “Tienes que estudiar porque el Derecho se transforma constantemente, sino sigues sus pasos serás cada día un poco menos abogado. Piensa, el derecho se aprende estudiando pero se ejerce pensando”. Y es fundamental, hayan cursado y aprobado como lo hayan hecho cada una de las materias, que tengan una visión critica y que estén siempre encontrando cuáles la razón, el fundamento y la justificación de las normas o doctrinas que ustedes están invocando. “Trabaja, la abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de las causas justas. Procura la justicia”, esta es posiblemente la regla más célebre de este decálogo: “Tu deber es luchar por el derecho pero el día en que encuentres en conflicto el derecho con la justicia, lucha por la justica. Sé leal, leal con tu cliente al que no debes abandonar hasta que comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario aun cuando él sea desleal contigo. Leal para con el juez que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú le dices y que en cuanto al derecho alguna vez debe confiar en el que tú le invocas. Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la tuya”, hoy a esto lo llamamos pluralismo que es un valor fundante de la convivencia de cualquier sociedad democrática que se precie de tal. “Ten paciencia, en el derecho el tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración. Ten fe en el derecho como en el mejor instrumento para la convivencia humana, en la justicia como destino normal del derecho, en la paz como sustitutivo bondadoso de la justicia y sobre todo ten fe en la libertad sin la cual no hay derecho, ni justicia, ni paz. La abogacía es una lucha de pasiones, si en cada batalla fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti, concluido el combate olvida tan pronto tu victoria como tu derrota. Y finalmente, trata de considerar a la abogacía de tal manera que le día en que tu hijo o hija te pida consejos sobre su destino consideres un honor para ti proponerle que se haga abogado”.

No quiero aburrirlos mucho más porque hoy es el día de ustedes, no el día en el que yo deba destacarme, pero quería juntar dos frases, una que se la atribuyo a Ulpiano del Derecho Romano que dice: “La justicia es la constante y perpetua voluntad de conceder a cada uno sus derechos, los preceptos o mandatos del derecho son vivir honestamente, no hacer daño a nadie, y dar a cada uno lo que le corresponde”. Ha pasado mucho tiempo y mucha agua bajo el puente y a veces uno tiene la sensación de que, la frase que han popularizado, “no hay justicia”. Y para concluir recordé una estrofa de Silvio Rodríguez en Llover sobre mojado, que dice: “Absurdo suponer que el paraíso es sólo la igualdad y las buenas leyes. El sueño se hace a mano y sin permiso, arando el porvenir con viejos bueyes”.

Que la suerte los acompañe.