Discurso pronunciado por el Dr. Claudio Martyniuk

Acto de colación de grado del día 16 de septiembre de 2011

Claudio Martyniuk

Claudio Martyniuk

I. En el ritual de la titulación, con su juramento, en el acto de pasaje, en su festejo mismo se configura un horizonte más amplio. En él no terminó el estudio. Por el contrario, ahora podrá ser más intensamente forma de vida. No cesan los compromisos. Serán más las responsabilidades.

II. Ante las violencias, ante las imposiciones de dolor, debemos atender. No sólo hay responsabilidad jurídica. La pasividad ante los padecimientos de los otros, la desatención individual y colectiva, son fuentes de responsabilidad política y moral. Y la performatividad de la educación universitaria se debe vincular a la capacidad de enfrentar toda naturalización de la violencia. Hay responsabilidad por el uso meramente instrumental de los saberes adquiridos, de las habilitaciones recibidas. Hay riesgo de que en la academia se banalice el dolor. Un egresado es una metáfora de nuestra facultad, de nuestra cultura jurídica. Esperamos que sea también una metonimia, que construya un porvenir en el que se remuevan los padecimientos presentes.

III. La excepción se ha convertido en regla. Facticidad y excepcionalidad son marcas del estrechamiento de la dimensión normativa. El horizonte que se abre -y que debemos convertir en presente compartido- requiere hacer más densa, efectiva, igualitariamente universal la dimensión normativa.

IV. Una especialización contingente se mantuvo y expandió, solapada con la fundación griega del espacio público sobre una arquitectura constitucional basada en la asamblea y la igualdad política de los ciudadanos. Fueron los romanos quienes capturaron hasta las minucias de la vida desnuda en un dispositivo disciplinario, en una configuración de protocolos, en una malla objeto de un conocimiento peculiar, el jurídico. Ius, técnica árida, frondosa imaginación ritualista que reencanta la cotidianeidad, espacio de configuración de juristas que monopolizan una práctica con vocación de regular el devenir. El privilegio, la autoridad de los juristas, asentó la confianza en el saber propio. Ese saber se hace texto, se forjan archivos, muestras de vigor del pasado jurídico sobre un presente que es ordenado desde aquel atrás superviviente. El amanerado disciplinamiento estilístico construye un nuevo universo de estudiosos. Una débil fuerza se representa en la lucha por el derecho, en las imposiciones de sentidos a las experiencias. Y se muestra en la ética y estética –sensibilidad- del jurista.

V. En los siglos XII y XIII, en los cuales se redescubre el perturbador Corpus Juris Justiniano, se bosquejan, se quiebran presupuestos arcaicos de la razón. El quiebre llevó a caracterizar al período comprendido entre 1150 y 1250 como siglo jurídico. La ciencia del derecho es la primera ciencia secular occidental. El culto a la justicia se fundó en la ley, en la conceptualización y estudio de la ley. Pero los partidos del derecho mostraron las astillas de la ley. El abogado Kafka lo describió:

[L]a mera existencia de esas leyes aparentes es motivo de sospecha. Existe una tradición que afirma que existen, y que son un misterio confiado a la nobleza, pero no se trata y no puede tratarse de otra cosa que de una tradición sancionada por la edad, porque la esencia de un código secreto consiste en que debe permanecer en el misterio.

K., “Sobre el problema de las leyes”, en Parábolas y paradojas

Leyes en la madriguera de los partidos kafkeanos, del que sostiene que no existen leyes, que existe sólo la jerarquía que ejerce el poder y que lo que se llama ley son sus decisiones. Ante ese partido nominalista, otro cree que el estudio develará la ley, que aparecerá clara a todos y será seguida. Dice K.:

[P]ero cuando de acuerdo con estas conclusiones concienzudamente controladas y lógicamente ordenadas tratamos de orientarnos de algún modo en el presente o hacia el futuro, todo se torna incierto, y nuestro esfuerzo parece ser sólo un juego intelectual, porque tal vez esas leyes que estamos intentando explicar no existan en absoluto. Hay un pequeño partido que verdaderamente sostiene esta opinión, y que procura demostrar que, si alguna ley hay, sólo puede ser ésta: Todo lo que los Nobles hacen es Ley (…) pero la abrumadora mayoría de nuestro pueblo responde a ello con el hecho de que a la tradición le falta mucho para ser completa y que debe ser investigada más íntegramente…

Junto a la elevación de la torre de Babel, cavando la fosa de Babel. Sumergirse, hacer como hizo Bucéfalo –“Un nuevo abogado” de K. -, sepultarse en el estudio del derecho, dando vuelta las páginas de nuestros libros. Pero el estudio se celebra, se experimenta como la débil fuerza en la que se juega la cuestión del progreso. El estudio no tiene fin, como tampoco lo tienen el asombro, el estupor y el anhelo.

VI. La imagen de la justicia, estereotipada, es reconocible por su venda. No mira de frente, está privada de potencia epistémica. No se deja ver completa, oculta su mirada, nos priva de la visión de la justicia. Impide ser vista, quizás impida ver. En el juzgado-madriguera, mantiene la distancia, evita identificaciones y luego de la espera una parte vence. Tal vez por esto no extrañe que junto a la Justicia esté Nike, la diosa de la victoria en el cuadro de Titorelli, el pintor de retratos de jueces y abogados de El proceso de K.

VII. A las montañas de cadáveres iba dirigida la mirada de la que acaso sea la representación más adecuada de la justicia desvendada. El exceso de mirada del Angelus Novus (1920) de Paul Klee es provocado por esa visión. Walter Benjamin narró la obra de Klee. El cuadro muestra a un ángel que alejaría de algo sobre lo cual mantiene su mirada clavada. El ángel tiene la boca abierta, las alas tendidas y los ojos desencajados. De cara al pasado, percibe una catástrofe, las ruinas que se acumulan y se arrojan a sus pies. Una tempestad lo arrastra al futuro, al cual da la espalda. Ante el cúmulo de ruinas, la impotencia del ángel de la historia, que no sería otro que el ángel de la justicia. A la tempestad también la llamamos derecho. Arrastra, mientras el ángel –la justicia, potencia crítica que en la capacidad negativa de reconocer injusticias sostiene su esperanza de performatividad- mira atrás. Observa con horror lo irreversible. Los cadáveres se amontonan, están junto a los archivos, sobre el teatro político y la ritualización judicial, fosilizados en fojas de expedientes. Angel, justicia al ras de la facticidado. Angel que observa pájaros en busca de sus jaulas, que siente el silencio del canto de las sirenas, ángel de la historia y el nihilismo, ángel de la justicia.

VIII. Habrá que seguir cepillando a contrapelo la historia (W. B.). Habrá que trastocar las prácticas de humillación y darle densidad al juzgamiento. Habrá que imaginar al otro y sentir sus dolores. La tradición del derecho oculta la función de la imaginación en la práctica jurídica y ha sostenido un ideal de abogado antiimaginativo. ¿Puede la vida del jurista transcurrir solo bajo la sombra de la tradición, en el suelo del dogma? Acaso un brote de melancolía lo invada al rozar la imposibilidad de crear.
Acaso este ritual de pasaje, esta apertura de nuevos horizontes que mantiene abiertas las puertas de las aulasy la exploración, los encuentre dispuestos a la pasión y la imaginación, al coraje y el deseo de cultivar el pensamiento crítico e intensificar el compromiso con la remoción de las injusticias.