Discurso pronunciado por el Dr. Alfredo Silverio Gusman

Acto de colación de grado del día 12 de septiembre de 2008

Señor Vicedecano de la Facultad de Derecho, Sr. Secretario Académico, Sres. Profesores, Sres. Egresados, familiares y amigos:
Agradezco que me hayan permitido compartir con ustedes esta jornada tan especial para los colegas que reciben su título, y también para todos aquellos que los acompañaron en estos años de estudio. Miro sus juveniles rostros y me parece ver en ellos a mi mismo allí sentado hace menos de dos décadas, con esa mezcla entre la incertidumbre hacia el futuro y las ganas de cambiar el mundo, sensaciones ambas que muchos de ustedes posiblemente sentirán hoy. Debo confesarles que transcurridos casi veinte años de aquél acto, dada la realidad vernácula, todavía tengo esa sensación de incertidumbre; pero afortunadamente también conservo esas ganas de cambiar el mundo.

Atrás habrán quedado años de estudio, en los que la Facultad ha intentado formarlos para la magna tarea abogadil. Pero tengan en cuenta que este acto no significa el punto de llegada, sino el punto de partida. Parafraseando a un tema de una banda de rock and roll nacional, podemos afirmar que el final es de donde partir. Nada termina hoy, sino que algo comienza.

Y comienza nada menos que la etapa de actuación profesional, en los distintos campos que ustedes elijan. Empiezan nuevos desafíos; aunque en realidad, creo que, más que nuevos desafíos empiezan nuevos sueños.

Llegará la hora de los interrogantes. ¿Qué tipo de abogado seré? ¿Cuáles serán las causas que defenderé? ¿Continuaré en la carrera judicial? ¿Qué principios guiarán mis prácticas? O quizá una duda más acuciante: ¿Podré vivir de esto? Cualquiera que sea la respuesta a esas preguntas, deberá estar impregnada de un contenido ético insoslayable, que deberá ser la pauta rectora de su actuación futura.
El primer paso no es sencillo, que es la inserción en un mercado profesional saturado, cada vez más exigente y a la par más reducido. Deberán sobrepasar muchas dificultades, y ruego a Dios que los hayamos preparado adecuadamente para ello.

Lejos está en mi ánimo desalentarlos. Por cierto, no van desarmados a enfrentar esa realidad.

Por empezar, han obtenido su diploma en la Facultad de Derecho más prestigiosa de América Latina, cuyos profesores y egresados sobresalen de diversos ámbitos y latitudes.

Como experiencia personal de más de una década como Profesor Adjunto en esta Casa, les puedo asegurar que todos los ex alumnos con destacado desempeño en mis cursos tienen un presente profesional auspicioso. No se trata de una casualidad o sólo un índice estadístico; es fruto del esfuerzo. El éxito profesional en gran medida depende de ustedes: deberán continuar capacitándose y mantenerse actualizados en forma permanente. Deberán elegir una especialización y realizar un posgrado. Nuestra Facultad cuenta con interesantes ofertas y posibilidades al respecto. Además, si tienen la oportunidad de estudiar en el exterior también aprovéchenla. Lo cierto es que en las grandes urbes el abogado generalista o “clínico” está en vías de extinción; y se exige del abogado en forma inexcusable una especialidad, lo más particularizada posible.

Asimismo, me permito convocarlos a la carrera docente en nuestros claustros, para de tal modo devolver en parte lo que la Facultad les brindó en forma desinteresada. Por cierto, la realidad argentina me lleva a anticiparles que no esperen de este ámbito retribuciones de tipo económico, aunque si gratificaciones de otra índole, más importantes; como el reconocimiento cordial de los ex alumnos, como alguno de ustedes me ha dispensado hace algunos instantes en esta misma jornada.

Para ir finalizando, no abrigo dudas que me encuentro frente a varios futuros catedráticos, académicos, magistrados, fiscales, legisladores, ministros, diplomáticos, abogados defensores destacados, mediadores, árbitros, etc. y por que no algún Presidente de la República. Hago mías las palabras de Carlos Pellegrini en un acontecimiento como el que hoy nos convoca, la colación de grados de 1892, aunque en circunstancias no muy diferentes a las actuales. Esta figura histórica, que pese a provenir del sector conservador fue uno de los presidentes más progresistas que tuvimos, sostuvo en esa oportunidad que “... vuestro más grande anhelo será corregir los vicios que hoy afean nuestra vida política y que han sido y serán origen de males continuos”.

Pero más importante que poder llegar a ocupar cualquiera de las posiciones que mencioné, es que creo y aspiro encontrarme frente a una generación que no va a desentenderse de la lucha por el derecho que describió y predicó Von Ihering, ni cesará en procurar el objetivo aún inconcluso que nos legaron nuestros padres fundadores en el preámbulo de la Constitución de afianzar la Justicia.

Felicitaciones y hasta siempre.