Discurso pronunciado por el Dr. Alberto Bueres

Acto de colación de grado del día 8 de marzo de 2013

Alberto Bueres

Alberto Bueres

Señores profesores, abogados egresados, alumnos, público en general.

En líneas generales los discursos que se pronuncian en los actos de graduación parecen en las meras apariencias, al menos, caer en un lugar común puesto que los contenidos de ellos sustancialmente vienen a ser bastantes coincidentes. Pero en realidad el acto de colación de grados es invariable, es insensible al paso del tiempo, razón por la cual las aseveraciones y reflexiones que merece deben repetirse de forma inexorable, más allá de los matices, como sucede con los rituales de los grandes acontecimientos.

No hay duda de que este es un día de júbilo y alegría para los abogados que van a recibir su diploma a continuación y para todos aquellos que los acompañen, dado que el título, la calidad de abogado es la coronación de un esfuerzo sostenido y el resultado de una vocación, que se supone consolidada a medida en que fueron produciéndose los avances en el conocimiento de las asignaturas aprobadas.

También es el punto de partida del proyecto de vida en materia laboral, en cualquier ámbito. No puedo de dejar de resaltar al ensayar estas breves digresiones el orgullo que significa para todo egresado el haber cursado sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, sin excitar, la universidad más prestigiosa del país y una de las más importantes de Latinoamérica. No en vano acuden a ella de manera constante alumnos y abogados de diversos países del continente y aún otros de otros, tal el caso de Europa, para formarse o completar la formación en los cursos de grado y posgrado que dictan los profesores de la casa.

No obstante con la simple obtención de este diploma que instrumenta el título, comienza el verdadero aprendizaje para el abogado que no debe detenerse nunca, pues de lo contrario caería en la mediocridad o en la descalificación para emprender actividades profesionales, cuales quieran fuesen estas. Un egresado de esta Facultad no debe quedar resignado a ser uno entre la masa. El fenómeno de masificación implica tanto las actividades profesionales como las no profesionales hoy día, y que presenta la característica la uniformidad determinada por la igualación externa de los individuos hacia abajo, como se dice vulgarmente, con la consiguiente desjerarquización profesional en este caso, y además la despersonalización y el anonimato en las relaciones coexistenciales.

El egresado podrá ejercer la profesión de abogado, ser magistrado, docente, escritor jurídico lo cual descuenta la tarea de investigación, pero en cualquier caso los conocimientos adquiridos hasta este momento y las meras intuiciones son insuficientes. Por tanto, resulta menester que lleve a cabo estudios de posgrado permanentemente, carreras de actualización, de especialización, maestrías y el doctorado. Este último sobre todo para quienes aspiren a destacar en la actividad docente, pues ésta impone en sus niveles superiores la exigencia del grado académico máximo.

Todo abogado, en cualquier faceta profesional que desempeñe, debe saber interpretar la ley, dicho esto sin mayores pretensiones técnicas. Y esto importa tanto como conocer la teoría general del derecho, la filosofía del derecho. El derecho es una ciencia de valores que deben ser sopesados por el intérprete con criterios axiológicos serios, los principios generales del derecho, las cláusulas abiertas o directivas de máxima, como dicen los italianos. Como la buena fe, por ejemplo, la corrección, el no dañar a los demás, etc. Y los estándares jurídicos son herramientas muy valiosas para abogados y jueces informados, sapientes, pensantes y razonadores. Aunque pueden constituir peligrosos instrumentos si son manipulados por quienes carecen de esos dotes, dado que en este último caso, las mencionadas deficiencias reconducirán sin más a la obtención de soluciones injustas o inicuas, cuando no arbitrarias.

Esta Facultad de Derecho propone en beneficio de la comunidad, la oferta de cursos de posgrado más copiosa del país, para los egresados de ella y para todos aquellos que quieran acrecentar su saber en general.

Estoy seguro que quienes hoy reciben su diploma han de participar en la vida universitaria desde cualquier lugar, pues esta casa de estudios continuará siendo por siempre su casa.

Bajo otra luz, el abogado debe ejercer su profesión ajustándose a los dictados de la ética en su total dimensión, y hacer realidad los contenidos esenciales que condensa la fórmula del juramento que han de prestar hoy. A saber: el respeto a la Constitución Nacional que conlleva la defensa de la dignidad de la persona y los Derecho Humanos, y el respeto por las instituciones democráticas y republicanas.

En esta dirección, el profesional debe bregar constantemente, y más en los tiempos que corren, por afianzar la defensa del orden jurídico, aquello que Rudolf Von Ihering graficaba magistralmente cuando advertía que: “Si es verdad que ganaras el pan con el sudor de tu frente, no lo es menos que, solo luchando alcanzarás el reconocimiento de tu derecho”.

Y concluyo estas breves y deshilvanadas palabras, como no puede ser de otro modo, felicitando calurosamente a los abogados egresados. Y también mi enhorabuena se hace extensiva a todos los familiares y amigos de estos, puesto que han cooperado, a caso de manera silenciosa, para la obtención del merecido logro. A los abogados en fin mis deseos de éxito, que descuento han de obtener, a cuyo fin no está demás que recuerden aquel proverbio surgido de la filosofía popular anglosajona acerca de que: “El éxito es una escalera por la que no puede subir con las manos en los bolsillos”.

Muchas gracias.