Discurso pronunciado por la Dra. Adelina Loianno

Acto de colación de grado del día 13 de agosto de 2010

Adelina Loianno

Adelina Loianno

Sra. Decana, Sr. Vicedecano, autoridades de esta facultad, profesores, familiares, amigos y, en especial, señores graduados.

En primer lugar agradezco a la Sra. Decana este honor que me permite recrear, por unos pocos minutos, la magia del aula, el profesor y el alumno con los nuevos egresados. Y le agradezco, también, porque me toca entregar un diploma muy especial para mí. Muchas gracias.

No olvido, no teman, que ya son graduados universitarios y seguramente no tendrán ganas de escuchar una clase. Pero el transcurso de nuestra vida, en adelante, será siempre enseñar y aprender. Proceso que no terminara jamás y que no nos diferencia de las demás personas porque la vida es esto, y es para siempre, enseñar y aprender. Pero ustedes, hoy, se llevan bajo el brazo mucho más que una hermosa cartulina, con sus nombres, en muchos casos la habilitación profesional. Y es a esas otras cosas que hemos adquirido aquí entre las paredes de esta facultad, a las que quiero brevemente referirme. A lo que dejamos atrás, a lo que viene adelante y a lo que nos compromete.

¿Qué cosas nos llevamos? Se llevan una enorme experiencia humana, que se nutrió durante horas de compartir con los compañeros de estudios angustias, temores, alegrías, fracasos, triunfos, para estar hoy sentados aquí. Se llevan el habito de la lectura, para los que no lo tuvieran antes, el reconocimiento de la alegría que produce el saber, la convicción de tener que actualizarse permanentemente y la habilidad para identificar la diversidad de respuestas que hay frente a un mismo problema. Se llevan el descubrimiento de la pluralidad de ideas, del valor de esa pluralidad, de la influencia del tiempo y las circunstancias en que esas ideas fueron expuestas, de la necesidad de sostener siempre una critica que construya, sin destruir lo que pueda rescatarse del pensamiento del otro.

Se llevan la evidencia de que existen otros. Otros que piensan distinto, que quieren cosas diferentes, que pueden tener otras razones, otras valoraciones. Esos otros son en los que tenemos que pensar. Se llevan la experiencia cotidiana de convivir con disensos, buscando consensos en función de lograr objetivos comunes, porque siempre hay objetivos comunes.

Nunca van a olvidar, pero esperamos que vuelvan, la puerta de ingreso, la de los estudiantes, las agrupaciones estudiantiles unas al lado de otras, diferentes signos políticos compartiendo espacios, promoviendo cambios, mejoras, ofreciendo actividades extracurriculares, discutiendo, peleando. El verdadero aprendizaje de la convivencia democrática, estoy convencida, esta aquí en estas paredes.

Se llevan el acompañamiento de los suyos, en las horas de estudio, en las angustias de los exámenes, en la felicidad de los logros. Ellos están aquí, todos ellos, también los que nos acompañan en el corazón.

¿Qué hacemos con todo esto que nos llevamos? Empezamos a recorrer otro camino, que hay más hermoso que trabajar en lo que uno ama. Un camino de placer, seguramente, porque nuestra herramienta de trabajo será el derecho y nuestro objetivo colaborar en la prevención y en la solución de los conflictos humanos, los abogados como litigantes, magistrados o políticos, y los traductores en la mágica tarea de establecer puentes de comunicación. No es poco cuando advertimos una sociedad ávida de justicia y de convivencia en paz.

Pero ese placer lleva numerosas responsabilidades. Responsabilidades de devolver a la sociedad el habernos permitido transitar esta casa porque debemos recordar que la educación no es gratuita. Para nada. Cada trabajador que todo los días sube a un tren o a un colectivo repleto, que viajan por horas para llegar a su trabajo, reiteran esa rutina permanentemente toda su vida útil, cada hombre o mujer que desde su lugar construye la vida democrática, son quienes nos han permitido que hoy estemos sentados en este lugar. Y con ellos es nuestro principal compromiso. Veamos como restituimos ese esfuerzo.

Responsabilidad con la patria, que no es este país, es nuestro país, y a partir de ahora nos impone un compromiso mayor en la construcción de un futuro mejor para todos.

Responsabilidad con la democracia, que es el único modo de convivencia que permite crecer con disenso, en libertad y en paz.
Responsabilidad en la realización del estado de justicia, que es más que el estado de derecho, que impone el respeto irrestricto de los derechos humanos. Que la violencia incomprensible no nos nuble el ideal de universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos.
Queridos alumnos, ahora, egresados, graduados de la Universidad de Buenos Aires, una de las más prestigiosas de América. Los convido a integrarse a nuestro centro de graduados, que es un modo de no dejar nunca esta casa. Gracias por las horas compartidas, por habernos permitido a nosotros, los docentes, acompañarlos hasta aquí. Esperemos que haya sido útil porque los dos hemos crecido con esta convivencia. Y vuelvan a ella, a nuestra querida Facultad de Derecho, estará siempre aquí, como un faro iluminando el pensamiento, las ideas, la libertad y el respeto mutuo.

Muchas Gracias.


Nota

El 13 de agosto, en el Salón de Actos de la Facultad de Derecho, la Profesora Adelina Loianno pronunció el discurso de colación de grados.

Por su parte, destacó que en el transcurso de la vida nunca se deja de enseñar y aprender, ya que este proceso “no terminara jamás y que no nos diferencia de las demás personas porque la vida es esto, y es para siempre; enseñar y aprender”.

A su vez, remarcó que los graduados se llevan, de su paso por la Universidad, entre otras cosas, “una enorme experiencia humana, que se nutrió durante horas de compartir con los compañeros de estudios, angustias, temores, alegrías, fracasos, triunfos”.

En tal sentido, agregó que también se llevan la experiencia de saber que hay otras personas que “piensan distinto, que quieren cosas diferentes, que pueden tener otras razones, otras valoraciones”, junto a la experiencia de convivir cotidianamente con disensos.
Asimismo, subrayó que como egresados pesa la responsabilidad de devolver a la sociedad la posibilidad de poder estudiar en la Universidad Pública, que no es gratuita, ya que “cada trabajador que todo los días sube a un tren o a un colectivo repleto, que viaja por horas para llegar a su trabajo, que reitera esa rutina permanentemente toda su vida útil, como cada hombre o mujer que desde su lugar construye la vida democrática, son quienes nos han permitido que hoy estemos sentados en este lugar”.

Finalmente, concluyó en que existe otra responsabilidad a la que deben atender los egresados, que es con “la democracia, el único modo de convivencia que permite crecer con disenso, en libertad y en paz”.