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Año IV - Edición 70 30 de junio de 2005

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VIII Congreso Internacional de Derecho de Daños

  • Nota de Tapa

Los días 9 y 10 de junio se realizó en nuestra Facultad el VIII Congreso Internacional de Derecho de Daños, organizado por la Asociación de Abogados de Buenos Aires. El lema que inspiró el evento en esta ocasión fue "Por una sociedad más equitativa". En este sentido, los temas que se abordaron en el congreso se dividieron en cuatro comisiones –Protección de la Persona; Consumidores y Usuarios; Medio Ambiente; Nuevas Tecnologías– que culminaron luego en la realización de dos talleres (Responsabilidad de los Profesionales; Responsabilidad de los Jueces y Funcionarios).

En el acto de apertura, la Dra. Nelly Minyerski explicó que hablar de daños supone hablar de una nueva mirada sobre el Código Civil, que lo enriquece al poner el acento en la víctima del daño. En ese orden, se intenta enfocar el derecho hacia sentidos más sociales y colectivos como el resultado de inquietudes necesarias y actuales. Más aún, no se debe perder de vista que aquello que buscamos con el derecho y la justicia es la felicidad del hombre, su posibilidad de realizarse de acuerdo a todas sus capacidades.

Entonces, poner el centro en el resarcimiento supone no sólo compensar a la víctima sino también reconstituir el complejo social y sus lazos. La justicia debe ser entendida de un modo más amplio: como justicia social.

Más tarde, se aprovechó para realizar un homenaje al recientemente fallecido Dr. Carlos Alberti, ex presidente del Colegio Público de Abogados, resaltando su constante lucha en los ámbitos de la abogacía y de la justicia, a la vez que se enfatizó su saber en las distintas esferas del derecho.

Seguidamente, hizo uso de la palabra el Dr. Ricardo Lorenzetti, quien dio comienzo formal al Congreso refiriéndose al tema Protección de la Persona. La primera perspectiva a la que se dedicó fue a la relación entre derecho y moral. Citando una obra de Henrik Ibsen –El Enemigo del Pueblo- sostuvo que aquello que uno debe siempre preguntarse es hasta qué punto existe una coherencia entre las normas y la moral de un sistema que permita proteger a la persona. Así, se preguntó si el remedio indemnizatorio puede considerarse como la consagración de un derecho a dañar.

Lorenzetti propuso analizar tres elementos para investigar la relación ética. El primer principio es el de la reparación. ¿Cuál es su alcance y contenido? ¿Es posible cuantificarla y limitarla? Para responder a esto, se lamentó que aún no tengamos una legislación concreta que establezca un principio general en ese sentido. Sin embargo, advirtió que una nueva jurisprudencia de la Corte Suprema estableció que es constitucional el derecho a no ser dañado y también lo es el derecho a una reparación plena. Es decir, existe un avance real.

Otro principio al que recurrió es al de la inhibición. ¿Se puede prevenir anticipadamente el daño? Aquí ya no sería necesario esperar la concreción del daño sino que bastaría la amenaza. Y esto, para Lorenzetti, trae grandes problemas interpretativos, sobre todo en cuanto a prevenir la discrecionalidad del Estado inhibiendo su actuar. El mayor inconveniente en el sentido de la prevención aparece con la necesidad de probar el nexo causal (esto se da muchas veces con el principio de precaución en materia ambiental), dado que debe demostrarse la certeza de la amenaza.

Finalmente, el último elemento al que hizo referencia Lorenzetti fue al de los bienes. Hoy ya no se habla de daño patrimonial y extrapatrimonial sino de daño al patrimonio y daño a la persona, dotando de un sentido independiente y positivo a los términos. Pero otro fenómeno que trae importantes cambios, es que ya no se puede concebir al derecho privado dentro del ámbito estrictamente individual sino que también es imprescindible comprender al sujeto dentro de un contexto social. Así, aparecen ahora los derechos de la persona en un sentido colectivo, derechos de la persona con consecuencias comunitarias. Esta combinación entre publicización y privatización de los derechos y de los bienes será, para Lorenzetti, el desafío doctrinario de las futuras generaciones.