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Año VI - Edición 104 03 de mayo de 2007

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Seminario Permanente sobre la Historia de la Facultad de Derecho - Conferencia sobre Arturo Enrique Sampay

  • Nota de Tapa

El 14 de febrero último se cumplieron 30 años del fallecimiento de Arturo Enrique Sampay, un jurista destacado y polémico en la historia del pensamiento político y constitucional de nuestro país, de mediados del siglo XX. A modo de homenaje, o bien de rescate intelectual, el Seminario Permanente sobre la Historia de la Facultad de Derecho decidió organizar el 18 de abril pasado una reunión dedicada a su persona, y se invitó para ello al Dr. Juan Fernando Segovia, experto admirador de Sampay y de su obra, para que instruyera a los participantes del seminario en la vida y herencia de dicho pensador.

 “Nunca conocí a Sampay en persona”, sorprendió en el comienzo Segovia, comentando que su interés en la obra de este personaje ligado a las filas del peronismo, le surgió hacia mediados de la década del setenta mientras estudiaba derecho constitucional en el curso de Dardo Pérez Guilhou.

Arturo Enrique Sampay falleció en 1977. Hijo de Fernando Sampay y Antonia Berterame, nació en Concordia (Entre Ríos) en 1911. Estudió Derecho en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de La Plata, de donde egresó en 1932 y ejerció la docencia. Viajó a Europa, donde perfeccionó su preparación en cursos dictados en Zürich por Dietrich Schindler (discípulo de Herman Heller), en Milán por monseñor Olgiati y Amintore Fanfani, y en París por Louis Le Four y Jacques Maritain.

Según fue explicando Segovia, Sampay era conocido en esta Facultad por su particular visión crítica del derecho constitucional liberal y por su destacada participación en la Reforma Constitucional de 1949. “Ya desde mi juventud el nombre de Sampay se asociaba fácilmente al derecho público y al peronismo” –expresó nuestro invitado. Para Segovia esto demuestra que, a diferencia de lo que muchos creen, el peronismo se nutrió de intelectuales brillantes de su época.

A través de sus libros Introducción a la Teoría del Estado, La Filosofía del Iluminismo, y Constitución y pueblo, Sampay fue demostrando sus cambios de pensamiento, que partieron desde una revalorización de Santo Tomás de Aquino y las elaboraciones de los juristas y politólogos alemanes, inventores del Rechtstaat; pasando por un estudio crítico del trasfondo ideológico del liberalismo del siglo XIX; hasta finalizar en un acercamiento algo heterodoxo a los aportes del marxismo.

“La primera impresión que se tiene es que Sampay fue un constitucionalista”, continuó Segovia, quien sostuvo que en realidad no era tan así desde un punto de vista tradicional. “Él no estaba encerrado entre textos supremos y sentencias máximas, entre la dogmática y la exégesis”, explicó nuestro orador, reconociendo que Sampay en verdad fue cultor del constitucionalismo social, cuyo estudio pasaba por hacer converger la historia política e institucional, la filosofía política y la teoría del Estado.

“Sampay concibe el derecho teniendo los pies en la realidad de su tiempo” –relata Segovia. Para el pensador homenajeado, las nuevas formas de Estado, que debían reemplazar a la decadencia del liberalismo moderno, sólo se volvían asequibles desandando previamente el camino teórico e histórico. Teórico, porque no se puede saber el significado de ellas sino se aprende a ubicar al Estado como ente de cultura, en íntima relación con la teología. Histórico, pues el Estado como ente de cultura es un producto histórico, una forma de vida nacida en una época precisa, la modernidad, constituida sobre el subjetivismo de la libertad.

Desde un punto de vista jurídico, Sampay supo mostrar la salida al normativismo positivista –argumentó Segovia. Para él, la finalidad de la norma no era la sanción, sino el bienestar del pueblo. La exégesis no le interesaba, sino el trasfondo teológico, filosófico, político y económico del derecho, que mostraba su dimensión humana y real. Claro que, en ese sentido, Sampay fue un hombre de su tiempo. Durante sus primeros años de producción intelectual, el liberalismo de posguerra estaba en pleno declive y se producía el auge de los Estados intervensionistas, y el apogeo del primer peronismo. Formado en el catolicismo, y tomando ideas de la metafísica de Santo Tomás, Sampay estuvo, sin embargo, “siempre abierto a recibir la influencia beneficiosa de otras tendencias y de diversos escritores que proponían teorías y lecturas filosóficas e históricas que le daban luminosidad al oscuro siglo XX”.
Segovia describió a este autor ante todo como un heterodoxo. Bastante enrolado en la corriente de intelectuales y hombres católicos que reaccionaron ante el desmoronamiento del edificio liberal, Sampay llegó a postular que la tarea de ese momento, así del derecho como de la política, consistía en reconcentrarnos en nosotros mismos como nación, para redescubrirnos parte de la cultura cristiana, cuyos postulados metafísicos guardaban el secreto de los pilares de la democracia: Justicia, Libertad e Igualdad. En sus primeros tiempos, “Sampay no propone trascender la modernidad jurídico-política, sino renovarla con los criterios modernos reinterpretados desde el ethos católico”. En este sentido, explicó Segovia, este pensador se mantenía tanto al margen de las posturas de izquierda radicales como de los nacionalismos católicos antidemocráticos.

Sampay fue siempre un fuerte crítico de la modernidad basada en la economía capitalista y en el laicismo, que según él mercantilizaban al hombre y lo alejaban de su esencia humana. Sin embargo, Segovia entiende que no era un ferviente iusnaturalista, sino que ante todo era un político pragmático, que defendía el Estado y la constitución estatal como herramientas útiles para cumplir sus fines políticos. De hecho, el marxismo de Sampay fue, más que una militancia, un método de estudio de la realidad y una herramienta explicativa de los fenómenos contemporáneos; “una guía epistemológica que daba cuenta de la primacía de lo económico-social en el orden de las realidades prácticas” —sostuvo Segovia.

De esta manera, nuestro conferencista invitado sintetizó la concepción política que profesaba Sampay: “el Estado es la herramienta para dominar al capitalismo y someter las estructuras económicas al servicio del pueblo”. En ello fue que se inspiró este polémico intelectual para protagonizar la reforma de 1949. Él creía fervientemente que toda interacción humana, incluso en el campo del derecho privado, era pasible de regulación estatal, cuyo fin siempre debía converger en un mismo punto: el bien común.

“No hay que olvidar que el problema central de toda su concepción está en la deformación que produce el capitalismo liberal, por lo que su foco de atención no está en la ortodoxia filosófica, sino en la superación de la dominación económica, cultural y política de la Argentina por otras naciones” –señaló Segovia. Es así que se entiende que al final de sus días Sampay haya tomado un cierto giro hacia la izquierda y haya depositado su esperanza revolucionaria en el sistema de las empresas estatales o públicas, incluso al costo de tener que expropiarlas del sector privado.

A modo de cierre, Juan Segovia propuso rescatar principalmente el aporte de Sampay al método de interpretación constitucional, que ha ayudado a quitarle el peso del normativismo y ha logrado instaurar una suerte de historicismo constitucional y la preocupación por la economía. “En mi caso, creo que Sampay comprendió con fineza -aunque no sin errores- las dificultades de su tiempo y enderezó su labor intelectual a corregir los desaciertos políticos y jurídicos de las generaciones que le precedieron. En esta faena, dejó mucho de provecho, incluso sus errores, para que no volvamos a repetirlos” –concluyó su rica exposición nuestro invitado.