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Año X - Edición 187 01 de diciembre de 2011

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Ronald Dworkin distinguido como Doctor “Honoris Causa” por la UBA

  • Nota de Tapa

El 21 de noviembre nuestra Facultad de Derecho ha recibido la visita del distinguido catedrático Ronald Dworkin, quien fue investido con la máxima distinción que otorga la Universidad de Buenos Aires: el doctorado “Honoris Causa”.

La laudatio académica fue pronunciada por el Secretario de Investigación, Marcelo Alegre; y posteriormente a ello, el ilustre homenajeado dictó su conferencia magistral "Una nueva filosofía para el derecho internacional".

En sus palabras, Alegre indicó que Dworkin ha sido investido como Doctor “Honoris Causa” debido a “sus contribuciones sin paralelo al universo de las ideas, a lo largo de un rango enorme de ideas y áreas del conocimiento”. Luego destacó que, dentro del amplio espectro de cuestiones abordadas por el homenajeado en sus estudios, no se puede pasar por alto sus contribuciones en los campos de la filosofía ética, moral, jurídica y política, la teoría de la interpretación, el derecho constitucional, la teoría de la democracia, el derecho de los Derechos Humanos y el derecho internacional, por sólo nombrar algunos. Seguidamente, recordó que Dworkin estudió en Harvard, Yale y Oxford, para más tarde ejercer la actividad docente en distintas Casas de Estudio, como en la Escuela de Derecho de Yale, además de desempeñarse como profesor de filosofía en Oxford y la University College de Londres. Desde 1975 es profesor de derecho en la Universidad de Nueva York y profesor Frank Henry Sommer en las misma institución desde 1994. Dworkin, siendo un prolífico escritor, ha publicado una gran cantidad de obras, dentro de las cuales se destacan: “Los derechos en serio” (1977), “Una cuestión de principios” (1985), “El imperio del derecho” (1986), “El dominio de la vida” (1993), “El derecho de la libertad” (1996), “Virtud soberana” (2000), “La justicia con toga” (2006), entre otras.

“La entrega de este diploma es una buena ocasión para reflexionar sobre la inmensa pertinencia de las ideas y argumentos del profesor Dworkin, en particular respecto de nuestro país. A fin de cuentas este doctorado es una forma de agradecimiento por sus aportes al mejoramiento y al progreso del derecho y de su enseñanza en la Argentina”, expresó Alegre.

Ante una Aula Magna colmada, finalmente Ronald Dworkin tomó la palabra para expresar: “entregándome este galardón me hacen uno de ustedes, y me honra unirme a ustedes”.
Posteriormente, aclaró que la Argentina también es parte de la comunidad internacional y ello acarrea para nuestro país una responsabilidad fundamental para la supervivencia próspera y pacífica de nuestra civilización.

“Todos los abogados internacionalistas o los hombres de Estado parecen asumir que hay un derecho internacional”, explicó. Sin embargo, admitió que aún permanecen latentes aquellas voces que advierten que, en realidad, no existe tal derecho internacional. A decir verdad, resulta un rompecabezas filosófico el intento de determinar qué es exactamente el derecho internacional y qué no lo es. Por ejemplo, hoy en día muchos de los debates se concentran en determinar el estatus de organizaciones internacionales terroristas bajo las leyes de guerra y los convenios de Ginebra. Es decir, si el obrar de estas organizaciones debe ser objeto del derecho internacional.
Según el orador, el análisis se agrava, o al menos se complejiza, especialmente cuando descubrimos que estas organizaciones, en su inmensa mayoría, no ocupan un espacio territorial especifico, e incluso sus miembros no visten un uniforme como sí los hacen las tropas regulares. Por ello, se preguntó si realmente Estados Unidos está en guerra con la organización yihadista Al Qaeda y si los prisioneros retenidos en la bahía de Guantánamo deberían gozar de los privilegios hallados en los convenios de Ginebra.

En un similar sentido, cuestionó algunas de las intervenciones militares promovidas por la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) que, según Dworkin, posiblemente hayan violado disposiciones provenientes de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Enseñó que dichas intervenciones militares exógenas bien pueden atentar contra la integridad territorial de quien sufre de la intervención, además de producir una conculcación en la independencia política del país en cuestión. Un caso paradigmático es lo ocurrido en Kosovo en el año 1999, tiempos en los que tanto la Unión Soviética como Yugoslavia socialista ya habían sido disueltas. Por aquel entonces, con los Estados Unidos asumiendo un rol protagónico la OTAN en un despliegue sin precedentes actuó militarmente en la región balcánica de un modo altamente controvertido, al punto tal de sucederse reiteradas denuncias que testimoniaban que en Kosovo se estaban produciendo flagrantes violaciones a los Derechos Humanos. Los bombardeos desenfrenados llevados a cabo por esta organización militar costaron la vida de centenares de civiles, algo que despertó el repudio y la consternación en algunos sectores de la comunidad internacional. A raíz de los masivos bombardeos en los territorios de la extinta Yugoslavia se produjo un éxodo de centenas de miles de serbios que fueron expulsados de sus hogares, siendo esto también uno de los aspectos más dramáticos del despliegue de la OTAN en la zona. En circunstancias algo disímiles, la OTAN recientemente volvió a hacer uso de su poder de fuego esta vez contra la Libia de Gadafi. En todos estos casos, el derecho internacional pareciera posicionarse bajo el ojo de la tormenta.

Por último, Dworkin estimó que algunos analistas se colocan en una posición sumamente peligrosa cuando justifican intervenciones de esta magnitud explicando que la desobediencia civil, la ilegalidad manifiesta de la acción violenta es suplida por el requerimiento moral que presuntamente impera en la voluntad interventora de la OTAN. Para el galardonado se suele enseñar desde una óptica que él llamó doctrinal que el derecho internacional es todo aquello que esté incluido en la resignación de cierta cuota de soberanía por parte de cada Estado que decide aceptar ajustarse a la normativa del derecho internacional.

“Entregándome este galardón me hacen uno de ustedes, y me honra unirme a ustedes”, declaró Ronald Dworkin.