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Año IV - Edición 76 13 de octubre de 2005

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¿Qué ocurre cuando un soberano se endeuda? Una perspectiva histórica

  • Nota de Tapa

No son pocos los especialistas que afirman que nuestro país ha sido, al menos en materia económica, el laboratorio con mayor experimentación del mundo. Sucesos ocurridos durante los últimos tiempos –como la salida del default–  avalan esta idea.

Por esa razón, la Facultad de Derecho invitó a Andrés de la Cruz, egresado de nuestra casa, para dar una conferencia titulada "¿Qué ocurre cuando un soberano se endeuda? Una perspectiva histórica". Este profesional argentino es abogado del estudio Cleary Gottlieb que —desde su base de operaciones en Nueva York— asesoró recientemente al Gobierno argentino en el proceso de reestructuración de la deuda pública.  

La actividad se llevó a cabo el 19 de septiembre en el Salón Rojo y fue co-auspiciada por el CEIDIE y la Maestría en Relaciones Internacionales. El Dr. Andrés Moncayo von Hase, ofició de presentador y moderador del posterior debate.

Tras haber estudiado al detalle todos los casos, de la Cruz se dio cuenta que siempre que pensamos la relación acreedor particular-deudor estatal nos estamos olvidando de una tercera parte: el gobierno del acreedor particular. Si miramos a lo largo de la historia, veremos que acontecida una crisis, ésta se logra resolver cuando el gobierno del acreedor adopta una posición conciliadora con el Estado deudor.

De esta manera, de la Cruz enunció un primer período que llega hasta 1902, caracterizado por un crecimiento muy importante del mercado de capitales, el aumento del ahorro en las sociedades europeas y una transferencia de préstamos a los pocos países que existían en ese momento (entre ellos el nuestro). En aquella época, no había una relación contractual entre el acreedor privado y el soberano porque los principios internacionales que regían otorgaban inmunidad absoluta a los Estados. Entonces, cuando el soberano dejaba de pagar a los particulares extranjeros, éstos tenían que recurrir a sus propias autoridades para que negociaran la deuda. Si el gobierno del acreedor aceptaba establecer la protección diplomática, el conflicto devenía público y el peso de la deuda se diluía con los múltiples intereses involucrados en la negociación bilateral de los países.

A esta etapa, de la Cruz la llamó “de las cañoneras” porque si el deudor no accedía a pagar, bastaba con que el Estado extranjero acercara sus barcos a las costas y apuntara sus cañones para forzar el pago. El cambio de toda esta concepción la propició un argentino, el jurista Luis María Drago, quien mandó una carta a Washington en 1902 preguntando por qué se permitía a los europeos violar la Doctrina Monroe cuando a Venezuela se le plantaron las cañoneras inglesas, alemanas e italianas por no pagar una deuda. Este pedido argentino fue aprovechado por el entonces gobierno estadounidense para lanzarse a negociar con los países europeos y llegar a una conferencia en 1907 donde se dispuso que las controversias de este tipo debían ser resueltas por un árbitro internacional.

Esta nueva etapa, la “de los diplomáticos”, duró hasta la Primera Guerra Mundial. A partir de allí, con el empobrecimiento de Europa, EEUU se convirtió en el país exportador de capitales por excelencia a través de sus bancos privados. Sin embargo, la cuestión cambió del todo al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Allí se formaron los organismos multilaterales (el FMI, el BM y los bancos regionales) y también comenzaron a darse los grandes endeudamientos entre los gobiernos. EEUU decidió acabar con el principio de inmunidad de los Estados para poder aplicar el Plan Marshall.  

Pero hacia 1973, se dio tal acumulación de capitales en los mercados financieros que estalló el precio del petróleo. Desesperados, los bancos americanos salieron a prestar dinero y gran parte fue a parar a países en desarrollo. Como consecuencia, la tasa de interés mundial comenzó a seguir el pulso de la inflación norteamericana y, en 1979, cuando se volvió muy compleja, EEUU decidió elevar considerablemente las tasas de modo que las deudas se volvieron impagables.

Así, en 1982, ante la realidad de que un default mundial llevaría a la quiebra a los bancos acreedores, el Tesoro estadounidense se propuso formar una gran reserva monetaria propia para poder enfrentar cualquier tipo de crisis. Ocho años después, se les dio el visto bueno a los bancos para cortar el crédito y castigar a algunos países (por tercera vez, como el nuestro). Pero ahora la condonación de la deuda se daba a través de bonos. Así, nació el Plan Brady. Esto cambiaba radicalmente toda la situación porque había nuevos instrumentos y, al no haber procesos concursales a países, sólo podía cambiarse el valor de las obligaciones con el acuerdo unánime de los acreedores.

Hacia 1994,  México manifestó  que no podía seguir pagando su deuda. Ante esta situación, el gobierno de Clinton se vio obligado a dar un salvataje para evitar una inmigración masiva. En 1997 le sucedería a  Rusia, donde también por cuestiones políticas se le dio ayuda. Pero en 1998, los republicanos rechazaron dar apoyo a Ucrania, Pakistán y Ecuador que padecieron problemas similares. Finalmente, aconteció la retirada del gobierno como representante de las negociaciones.

Para concluir, de la Cruz comentó que actualmente hay dos ideas para solucionar estas crisis. La primera pertenece al FMI y consiste en formar un tribunal internacional de insolvencia. Sin embargo, con la experiencia de Argentina, se fortaleció la idea de crear un régimen concursal internacional, de modo que el valor de los bonos pueda cambiarse por acuerdo de mayoría. De todas formas, todavía se está debatiendo.