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Año VIII - Edición 151 22 de octubre de 2009

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La recepción de la Revolución de Mayo en América Latina

  • Nota de Tapa

El 15 de octubre la Comisión del Bicentenario organizó una mesa redonda sobre “La recepción de la Revolución de Mayo en América Latina”, que tuvo lugar en el Salón de Usos Múltiples del Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales “Ambrosio Lucas Gioja”. En la ocasión, los expositores fueron los profesores Bernardino Bravo Lira (Chile) y Teodoro Hampe Martínez (Perú). El Vicedecano y Presidente de la Comisión del Bicentenario, Dr. Tulio Ortiz, expresó unas palabras de bienvenida, donde subrayó la significación del evento por su carácter internacional dando comienzo a la actividad. Tras ello el moderador Dr. Abelardo Levaggi presentó a los dos expositores, de cuya obra y trayectoria dio acabada cuenta. Previamente expuso el problema planteado entonces, con una introducción de la situación europea y americana.

El Prof. Bernardino Bravo Lira comenzó su exposición afirmando la existencia de dos Américas: la Atlántica -más nueva-; y la Andina -con mayor antigüedad, porque los conquistadores buscaron lugares habitables para formar los centros urbanos.

Explicó que en junio de 1810 se reunió la Audiencia de Santiago para tomar conocimiento de la nueva autoridad erigida en Buenos Aires. Le llegó un oficio del gobernador de Córdoba, a quien, el establecimiento de esa autoridad “le ha parecido que puede ser el origen de la división de la tierra e innumerables males por anarquía, desolación y ruina”.

Los gobiernos de mayor duración fueron los que se escalonaron después de la Junta de Buenos Aires, que no se conformó con la idea de sentar un precedente. La Audiencia de Chile tuvo que exigirle a su presidente que dejara el cargo, pero lo hizo de acuerdo a la constitución tradicional de la monarquía, nombrando en su lugar al militar de más alta graduación.

Dijo que “hacer una Junta revolucionaria en un país andino era casi suicida, porque los países andinos no era subversivos, eran muy apegados a su derecho y a su organización política”.
Los chilenos no querían a los franceses, porque eran sacrílegos y enemigos del rey, ni tampoco a los ingleses, ya que no eran católicos.

Finalmente, aclaró que la Junta de Santiago eras conservadora de los derechos del rey, dándole importancia a que el reino no cayera en manos francesas ni inglesas, “porque si los gobernantes son españoles cuando caiga España entregaran el terreno a los franceses, y tampoco queremos que los ingleses hagan alguna expedición, por eso el rey, aun cautivo, es el símbolo y garantía de la independencia y la nacionalidad”.

A su turno, el Prof. Teodoro Hampe Martínez manifestó que “la tardía llegada de la independencia a Perú encuentra uno de los factores más importantes en la presencia de un ejercito fuerte, con la voluntad de conservar el régimen establecido”.

Para asegurar las intenciones emancipadores dadas a partir de la Revolución de Mayo se enviaron ejércitos al Alto Perú, con el objeto de averiguar si la gente era partidaria de ella.

Manuel Belgrano defendió en el Congreso de Tucumán una monarquía nativa unitaria, encabezando “la propuesta para restituir la monarquía de los incas y establecer a Cuzco como capital del nuevo estado constitucional”. Pensó en un monarca inca, con la idea de que bajo esta condición, la comunidad indígena del Alto Perú se plegaría a su causa y se lograría la unidad de la América del Sur.

Destacó la actuación de Bernardo Monteagudo, “uno de los miembros más destacados de la primera generación de políticos apasionados por el poder que surgieron en América hispana”, quien contribuyó, junto a San Martín, a la creación de un clima de opinión favorable a la monarquía constitucional en el Perú.

Sintetizó las tres etapas del proyecto monárquico. La primera etapa se centró en la conferencia de Punchauca, donde la proposición fue rechazada, alegando que contravenía las instrucciones rígidas que habían recibido los delegados; la segunda, corresponde a las disposiciones que San Martín y Monteagudo aplicaron en la región, culminando con el envió de una misión diplomático de primer rango a Europa; y finalmente, la tercera etapa fue la de la “versión, o leyenda, del Rey José, que habla de los deseos de San Martín de ocupar el trono del Perú independiente”.

Para concluir, hizo referencia al primer presidente de Perú, Don José de la Riva Agüero Sánchez Boquete, noble y aristócrata peruano, que fue un convencido de la separación política de España y de la instauración de un gobierno republicano en Perú. Pero “luego de su vuelta de Europa escribió unas memorias, en las cuales manifiesta, muy descreído, de esa aventura republicana, y a favor de las bondades que el gobierno republicano había privado al Perú, con motivo del pleito entre caudillos que querían ser las figuras preponderantes en el nuevo estado de las cosas”.