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Año IV - Edición 73 01 de septiembre de 2005

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La integración europea después de las votaciones sobre la Constitución

  • Nota de Tapa

El reciente rechazo de las mayorías francesas y holandesas a la Constitución Europea, desconcertó por completo a los predicadores de la integración y puso nuevamente en tela de juicio que estén dadas las condiciones para una globalización política cierta. Lejos de volver rápidamente a la normalidad, hoy cunde una incertidumbre general acerca de qué sucederá de aquí en adelante en la región, que ha sabido sostener el desarrollo económico, pero que hoy se encuentra cruzada por numerosos conflictos sociales.

Con el fin de ahondar en la situación europea y sus perspectivas, la Facultad invitó al Embajador griego Angelos Pagkratis  –representante de la Unión Europea– a disertar sobre “La integración europea después de la Constitución”, conferencia que se llevó a cabo el 9 de agosto en el Salón Rojo.

La presentación y la moderación del debate posterior estuvo a cargo de la Dra. Eve Rimoldi de Ladmann, quien a modo de introducción ofreció su visión sobre el tema. Sostuvo que la Comunidad Europea pensada en 1957 fue una fórmula realmente exitosa que hoy está enfrentando desafíos similares a los de su nacimiento. “¿Por qué la Constitución no ha prosperado?”, se preguntó. A modo de respuesta, identificó varias causas, entre las que se cuentan la competencia de los trabajadores del Este, los beneficios sociales, el descontento con los líderes y la burocracia ineficaz.

Para complementar y responder dentro de ese marco, Pagkratis advirtió que la suya también es una visión personal. Simplemente, adujo que el contenido de la Constitución es bastante modesto. De hecho, ofrece poco en términos de integración adicional y tampoco propone transferencias de potestades que no se hayan propuesto antes. Por el contrario, lo que se prescribe en la Constitución es una mejor distribución de los poderes. Para Pagkratis, lo que básicamente fortalece el texto es la actuación internacional de la Unión, el afianzamiento de la justicia y, además, la regulación de la inmigración y la seguridad, todos estos, temas cruciales de la actualidad europea.

¿Por qué es indispensable una Constitución?, se preguntó. Por la seguridad jurídica –la supremacía del derecho comunitario sobre el nacional y la protección de los derechos fundamentales–; por la eficiencia y la simplificación –para el mejor funcionamiento de las instituciones–; y, finalmente, por mero simbolismo –para fortalecer los valores en las nuevas generaciones–.

Seguidamente, Pagkratis admitió que el peligro yace en la dificultad de que el ciudadano común entienda que la integración regional no es un resultado natural ni del comportamiento libre de las fuerzas del mercado, sino que es el producto de la actividad humana y racional; y que hoy funciona gracias a la proactividad de los jefes de estado y las elites gobernantes. Entonces, las bases no son tan profundas y no hay un futuro lejano programado; todo parece ir armándose a la marcha.

El representante de la Unión Europea sostuvo que el próximo paso será trasladar el monopolio de la decisión de las elites hacia el pueblo. Pero sin una Constitución lo estimó muy difícil. “Hoy el ciudadano es cada vez más exigente”, dijo. Pero, paradójicamente, al mismo ciudadano le produce miedo el cambio porque implica trascender una visión muy arraigada del Estado-Nación. Agregó que “el desafío principal a partir de ahora será lograr el mayor apoyo de la opinión pública y quitarle ese miedo” porque no se trata de crear un Estado supranacional, sino de generar capacidad de influencia y de garantías.

Cuestionando de alguna manera el proceso electoral, Pagkratis argumentó que probablemente no hubiese sido necesario realizar referendos para promulgar las cláusulas constitucionales porque, en realidad, se trata de cambios mayormente técnicos. Sin embargo, el término “Constitución” llevó necesariamente a adoptar ese mecanismo democrático que, por otra parte, no era el que mejor podía reflejar la voluntad popular.

En cuanto a las consecuencias del rechazo, expresó que el voto negativo a la Constitución no tiene por qué ser un voto negativo a la Unión Europea. De hecho, encuestas recientes validan que no es así. A partir de esto, y con un halo de optimismo, concluyó diciendo que por primera vez en la historia de la Unión Europea se debatieron temas apasionadamente y de manera horizontal.

Además, la alta participación en los referendos produjo que cada ciudadano tuviese que pensar en su situación y en la de los otros en la Comunidad. Si bien no se trató de un paso feliz, para el representante europeo fue un hito absolutamente positivo y esperanzador, una crisis de crecimiento.