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Año VIII - Edición 141 07 de mayo de 2009

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La civilización: un mal remediable. Hacia la transformación de la educación y la humanización de la empresa

  • Nota de Tapa

Gracias a los esfuerzos organizativos de la Asociación Argentina Programa SAT para educadores, el pasado 28 de abril se presentó en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires el Dr. Claudio Naranjo, Profesor de la Universidad de Berkeley (Estados Unidos) con el objetivo de dictar una conferencia titulada “La civilización: un mal remediable. Hacia la transformación de la educación y la humanización de la empresa”.

La presentación del destacado expositor estuvo a cargo de la presidente de la Asociación Argentina Programa SAT para educadores, Lic. Lidia Grammático.

Preliminarmente, la Lic. Lidia Grammático definió al Programa SAT como el gran aporte práctico que Naranjo ha ofrecido a la humanidad, consistente en un mosaico que integra trece disciplinas, entre las que destacó el desarrollo de la atención a través de los tres vehículos de la meditación budista; la psicología de los eneatipos y la Gestalt. Por otra parte, comentó que desde hace algunos años, el conferencista ha decidido volcar sus frutos al mundo de la educación; “su incansable espíritu lo ha llevado a emprender una verdadera revolución educativa para acelerar el proceso de cambio de la humanidad”, finalizó.

En primer lugar, el Dr. Claudio Naranjo señaló que la civilización es un mal, aunque ello suene desafiante en tanto tenemos idealizada a todas las patrias que la componen. Agregó que esta idea, tan antigua para la tradición judeocristiana, se ha ido olvidando a medida que se ha ido imponiendo el mito del progreso. De tal manera, entendió que ambas cosas son ciertas, aunque en diferentes niveles.

Comentó que tanto Rousseau como Freud retomaron aquella idea, la cual, con el advenimiento de la contracultura, se hizo vox populi. En este sentido, entendió que la situación crítica por la que atraviesa el mundo, en todos los aspectos, es la agudización de algo que está en los mismos orígenes de la civilización, a la que definió como la institución de la sociedad patriarcal. Para apoyar su postura argumentó que tal como descubrieron los antropólogos, lo que ocurrió hace aproximadamente seis mil años y que llamamos el origen de la civilización, trajo consigo el origen de las guerras, destrucciones masivas, esclavitud y desigualdades sociales; “en otras palabras, el comienzo de nuestro problema colectivo”.

En cuanto a la “cura” del mal, estimó que sólo es posible mediante el uso de la educación de forma diferente, redefiniéndose ella. Recordó sus conceptos acerca de la necesidad de adoptar una educación holística e integral que le diera un lugar al saber, pero que también incluya una educación emocional relacionada con la capacidad amorosa y empática, así como con la solidaridad. “Y también una educación que libere esa salud animal que en nosotros está perdida”, sintetizó. A este respecto, reconoció que se necesita gente con una preparación suficiente para llevarla a cabo y abogó por una transformación mediante un proceso relativo a la formación de los propios educadores, de un modo breve y posible de financiar.

Por otro lado, aseveró que la cuestión educativa no es una más en el contexto crítico, sino que “tenemos el mundo que tenemos por la educación que existe” e hizo referencia a las resistencias de los propios profesores, de los gobiernos y hasta de los intereses económicos, temerosos de que la gente empiece a pensar por sí misma y a saber lo que verdaderamente siente.

Entretanto, sostuvo que la globalización unilateral económica, que no ha tenido en cuenta otros aspectos, ha acarreado grandes daños y se preguntó si es concebible un concepto de humanización de la empresa a contracorriente del carácter nada benévolo del macrosistema en el que se inserta. Lo central del asunto problemático en las empresas, remarcó, es la subordinación de todos los valores al lucro.

A continuación, manifestó que si no damos prioridad a la calidad y evolución de nuestra conciencia, todo lo demás nos resultará un desastre e invitó a reflexionar acerca de cómo las reglas de juego implican una supeditación de todo a consideraciones meramente económicas y esa supeditación nos corrompe, deshumaniza y empequeñece. En idéntica tesitura, advirtió que nos educa nuestro orden económico injusto, como si estuviese diseñado para producir un tipo de ser humano tal como lo concibieron los utilitaristas, el homo economicus, principalmente movido por sus intereses.

Del mismo modo, nuestro invitado subrayó que la cultura psicoterapéutica moderna reconoce que para sanar, las personas necesitan, primero, tomar conciencia de su enfermedad, la cual nos afecta a todos por ser partes de una sociedad en la que impera una neurosis universal.

Finalmente, hizo referencia al concepto de recuperación de la ciudadanía y a la necesidad de recuperar la “mente desinteresada”, aquella parte del cerebro que va más allá de los “intereses amenazados en los tiempos de naufragio”.