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Año III - Edición 56 07 de octubre de 2004

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Fundamentos filos骹icos y pol韙icos de la igualdad liberal. Presentaci髇 del Proyecto Mariano Moreno para la Formulaci髇 de un Nuevo Contrato Social

  • Nota de Tapa

El pasado 23 de septiembre tuvo lugar en el Aula Magna de nuestra Facultad, la Presentación del Proyecto Mariano Moreno para la Formulación de un Nuevo Contrato Social. En esta oportunidad se convocó a la comunidad académica a un debate sobre los Fundamentos filosóficos y políticos de la Igualdad liberal. El acto fue presentado por el Sr. Decano Dr. Atilio Alterini, y contó con la participación de los profesores Roberto Gargarella y Eduardo Barbarosch, el Lic. Saúl Keifman, y el Periodista Diego Valenzuela.

El Dr. Alterini recordó que este Proyecto no sólo se trata de un mero emprendimiento antojadizo de la Facultad, sino que es el propio Estatuto Universitario el que dispone que la Universidad atienda los problemas sociales, científicos e ideológicos del país prestando la debida colaboración con acciones concretas que ofrezcan soluciones a los problemas de la sociedad en su conjunto; siembre bajo la premisa de la justicia y el bien común. “La Facultad de Derecho interviene porque el Derecho es el instrumento idóneo para hacer viables transformaciones tendientes a mejorar la situación del país”. Luego, en su diagnóstico, expresó que el actual contrato social en Argentina no garantiza el desarrollo personal-social. El mecanismo de inclusión del contrato está quebrado porque se ha excluido a una gran parte de la sociedad. Si se trata de reformular un Nuevo Contrato Social, su propuesta es llevar a cabo una tarea con perspectivas multidisciplinarias, donde se cumplan tres pasos estratégicos: una primera perspectiva racional, otra programática que procure cursos de acción y una última proyectiva, que moldee los acontecimientos de un modo valorativo. Se trata crear, entonces, varios proyectos alternativos con un planeamiento concreto, pensado y practicable, que sean sometidos a la voluntad de la población. Propuso, entre otras cosas, establecer mecanismos de arbitraje entre los distintos sectores sociales, a fin de llegar a un equilibrio igualitario necesario. “Se precisa un pensamiento que sea capaz de contextualizar lo particular y de adaptar lo global a las partes”. Culminó con una frase de Cortázar: “No todo está perdido si tenemos el valor de proclamar que todo está perdido y empezamos de nuevo”.

A su turno, Eduardo Barbarosch aclaró primeramente que los términos liberal e igualdad son conceptos valorativos, y en general tienen un trato moralmente denso que los hace de difícil tratamiento. Explicó que en la modernidad liberal la igualdad era bien vista, porque la lucha consistía básicamente en aumentar los derechos de los individuos frente al monarca. Pero luego cambió el concepto hacia la libertad frente al Estado y como una protección del derecho a la propiedad. “Desde ahí aparece el liberalismo como algo peyorativo”. El neoliberal, por el contrario, desconfía de la igualdad social, para éste la igualdad es algo que está fundado en una pasión malsana, que es ropaje de la envidia, y por tanto, no ve bien la intervención estatal que la garantice. La intención de Barbarosch fue demostrar que la igualdad para el liberalismo no tiene que ver con esta última concepción. “El origen del liberalismo nace desde el miedo frente al Estado despótico, y no frente a los otros hombres”, como sucede en Hobbes y en los neoclásicos. Luego citó a John Rawls, quien mostró cómo la sociedad puede funcionar en un sistema de cooperación donde se requiere de un pluralismo razonable, de reciprocidad, y de descartar como base de la libertad el derecho de propiedad. “Lo que se requiere en este mundo es una democracia de propiedad y no la concentración de la misma”. Entre los preceptos propuestos por Rawls –que no pretendía abandonar el liberalismo-, rescató el principio de la diferencia puesto que a través de él, ninguna desigualdad se justifica si ella no es ventajosa para aquellos que están peor situados en la sociedad. “Una democracia basada en esos principios de justicia nunca va a tener problemas de exclusión. Es absurdo pensar que con un razonamiento egoísta se pueda llegar a algo justo o equitativo”.

A su turno, Roberto Gargarella agregó nuevos interrogantes a la discusión. Sostuvo que no cree que el liberalismo igualitario merezca ser un punto de llegada, sino que “debe ser una estación por la que debemos pasar para llegar a algún otro lugar”. Según él, en Latinoamérica los preceptos liberales fueron leídos en el s. XIX de un modo algo defectuoso y los terminaron socavando. “Aquí, el individualismo fue entendido como egoísmo. La idea de libertad siempre fue más bien ligada con lo económico y no con lo político”. En cuanto al concepto de democracia, sostuvo que los padres de la patria descartaron la idea de democracia rousseauniana, y la ligaron a la soberanía de la razón. La idea de derechos fue limitada al derecho de propiedad.  La tolerancia reconocía la libertad de cultos pero sostenía el culto católico y la noción de controles al poder se restringió haciendo concesiones al poder ejecutivo. Para Gargarella, el liberalismo igualitario, por el contrario, dice que lo único que es importante del individualismo es la faceta igualitaria, que cada uno vale igual al otro. La idea de libertad también es revisada cuando incorpora como violación también la omisión del Estado. “Hay violación cuando no se me protege, no se me posibilita una condición básica que me corresponde”. También la concepción de los derechos fue cambiada por el liberalismo igualitario, al sostenerse que todos los derechos gozan del mismo status. Finalmente, el liberalismo igualitario revirtió el concepto de democracia diciendo que la participación política debe recaer igualmente en todos y que no basta con el voto. Pero para Gargarella lamentablemente, la realidad de hoy tira por la borda a la democracia en su condición más básica que es la expresión de pensamientos, porque hoy sólo la monopolizan aquellos que poseen dinero. “Todas esas reformulaciones que logró el liberalismo igualitario podemos tomarlas para repensarlo y tratar de encontrar en qué lugares falló y dónde puede estar lo más positivo para una nueva concepción de la igualdad”.

Desde el ámbito de la Economía, Saúl Keifman explicó que en los 90 se impuso un paradigma económico que “sustituyó el contrato social por un régimen cambiario”. Lo que sucedió en los 90 es que “la torta se agrandó” y hubo ganadores y perdedores. Para Keifman, el paradigma neoliberal de la Escuela de Chicago retoma una concepción de homo economicus que amplía erróneamente las preferencias económicas a todos los aspectos de la vida humana. Además, siempre fue relacionado a su vez con la teoría de los juegos y el lugar del egoísmo. Apareció así a hablarse del free rider (NdR: aprovechador gratuito, polizón, parásito), aquel que por pretender beneficiarse a costa de otros impide una producción equitativa de bienes públicos. Lo más llamativo es que cuando se intentó probar esas teorías, lo que se veía es que la preferencia tenía que ver con respetar cierta reciprocidad. “Hoy la evidencia muestra que un trabajador produce más y mejor cuanto más salario recibe;  las personas no operan de acuerdo a su egoísmo, sino que en realidad antes de actuar miran lo que hacen los otros, como una manera de someterse a la existencia de la voluntad ajena, para lograr mayor efectividad. Keifman fue categórico al dejar en claro que no se trata de meras opiniones, sino que los últimos resultados empíricos (behaviour economics) demuestran que la gente se comporta de acuerdo a normas de reciprocidad y cooperación, y mejor aún si tales principios son recogidos institucionalmente.

El periodista Diego Valenzuela opinó que hay una idea instalada en la sociedad de que el liberalismo es irreconciliable con la equidad. Según él, sería sumamente interesante lograr sacar estas discusiones académicas hacia fuera para producir efectos en la sociedad. Sostuvo que hay en general un triple objetivo en los programas políticos que es crecer, bajar la pobreza y aumentar la igualdad. Pero aclaró que mucha veces se cree, como hace unos años, que la mejora de la pobreza trae consigo igualdad, y que Chile y China, por ejemplo, son las demostraciones de que no siempre sucede eso. “Desde el Rodrigazo hasta acá la desigualdad se triplicó y no se creció nada”. Valenzuela llamó a tratar de romper con los clichés conceptuales del “liberalismo” y a atrevernos a pensar desde una postura igualitaria. En contraste, “hoy prima la idea de que primero hay que crecer o de que el rico más rico ayuda más a los pobres”. Aprovechó también para deslegitimar el entramado social actual y se preguntó: “¿Por qué el piquetero va a someterse a un contrato que no lo contiene o no lo contempla?”. Finalmente, rescató que este tipo de discusiones pueden ayudar a mejorar el planeamiento del país y a concebir la idea de que se puede crecer a partir de una visión igualitaria.