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Año XVI - Edición 285 01 de junio de 2017

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Entrega del doctorado honoris causa a la profesora Martha Minow

  • Nota de Tapa

El pasado 15 de mayo se invistió a la profesora Martha Minow, decana de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard, con el doctorado honoris causa de la Universidad de Buenos Aires. El acto contó con la participación de la decana Mónica Pinto y la profesora titular de Derecho Penal Mary Beloff, quien pronunció la laudatio académica.

En primer lugar, Mary Beloff (titular de Derecho Penal de la Facultad) enfatizó: “Un doctorado es siempre motivo de celebración tanto para quien lo recibe como para la comunidad académica que lo entrega. Un doctorado honoris causa lo es aún más puesto que la Universidad honra por su comprobada capacidad y honorabilidad, por su trascendencia local e internacional y por su descollante carrera científica a quienes considera las personalidades más destacadas del país y del mundo”. Con relación a Martha Minow, expresó que, en este caso en particular, se trata de un hito en la historia de nuestra Universidad dado que en esta ocasión la distinción es otorgada a una académica, a una pensadora del derecho, como consecuencia de sus significativos aportes a las ciencias jurídicas. En esta línea, desarrolló que Martha Minow cuenta con “una extensa y prolífica trayectoria caracterizada por una sofisticada comprensión de las instituciones legales y de la función que estas cumplen para resolver, de forma concreta, los más variados problemas de la vida social”. Desde su juventud, agregó Beloff, Minow ha estado profundamente comprometida con los derechos humanos de los más vulnerables entre nosotros, de las minorías étnicas, religiosas y sexuales. “Su recorrido expresa una virtuosa combinación entre la academia legal y el activismo, construida sobre su inclaudicable fe en el derecho y en la centralidad de la ley para asegurar sociedades libres y justas”, manifestó.

Beloff contó, además, que la profesora Minow, en la enseñanza de materias troncales de la carrera de abogacía, es donde más ha influenciado a generaciones de estudiantes que entendieron en sus clases que en las aparentemente neutrales disposiciones del proceso el poder se jugaba entre ganadores y perdedores y que por ello, si querían hacer una diferencia en el mundo, debían explorar mecanismos que permitieran a los antagonistas entender el punto de vista del otro más allá de sus diferencias aparentemente irreductibles.

Acto seguido, la decana Mónica Pinto hizo entrega del diploma y la medalla de la UBA que acredita como honoris causa a la profesora Martha Minow.

Seguidamente, Martha Minow dictó una conferencia magistral titulada “Law, Justice, and Forgiveness”. Tras brindar una serie de agradecimientos, Minow se preguntó con cuanta frecuencia hemos pedido perdón. Es una palabra que decimos cuando llegamos tarde a una cita, cuando necesitamos que alguien nos repita una frase que no escuchamos y cuando hacemos algo mucho peor. También es una palabra familiar en las oraciones de las religiones y los pedidos de perdón llenan las letras de las canciones. “Otorgar el perdón o no y por qué es un tema central en los concejos para las relaciones, en la orientación religiosa y en el drama político”, sostuvo la profesora. Agregó, luego, que “cuando un alto funcionario del gobierno se encuentra inmerso en un escándalo personal o político, el periodismo, los filósofos, las familias y los amigos discuten si una figura como esa debería ser perdonada y si sí debería ser perdonada cuándo y por quien”. Asimismo, expuso que el perdón expresa la generosidad del espíritu, es potencialmente un renacimiento y un recurso inagotable que ofrece un alivio físico, psicológico y práctico tanto para el actor del delito como para la víctima del mismo. Sin embargo, el perdón tiene límites: los asesinatos en masa y el genocidio, por ejemplo.

“Los individuos que han sido victimizados no quieren o no pueden perdonar y tanto la presión pública como privada sobre la víctima para que perdone es una nueva victimización que le niega a la víctima su propia elección”, opinó. Más tarde, se preguntó si el derecho debería alentar a las personas a perdonarse entre sí, y si debería usarse el derecho per se para perdonar a las personas por actos delictivos. En este sentido, enfatizó: “Es un error promover mayores conexiones entre el derecho, que exige predictibilidad, y el perdón, que depende de emociones y juicios morales”.

Acto seguido, explicó que ella no se refiere a privar de su responsabilidad a los que cometen actos delictivos solo por fines políticos o prácticos, sino que “estoy hablando de mecanismos enormemente milagrosos y voluntarios de las víctimas para dejar ir el resentimiento”. En este marco, resaltó que lo que ella entiende por perdón puede ser visto desde dos contextos: desde el tratamiento de los child soldiers y desde el tratamiento de la muerte, tanto el que realizan las naciones como el que realizan los individuos particulares.

“Mi país está pasando por un período de miedo y pavor. La tiranía es crucial para la cuestión de lo que es imperdonable, pero para saber qué es imperdonable debo preguntarme qué es el perdón”, puntualizó. Tras esto, señaló: “Por el perdón me refiero a una decisión consiente y deliberada de dejar ir una razón legítima para el reclamo contra aquellos que cometieron el acto delictivo o un daño. Perdonar no es una obligación, es una elección y se lleva adelante mediante la decisión de las víctimas”, y entendió como posible la elección de no perdonar. Además, añadió que el perdón supone un cambio de actitudes en las relaciones.

Por otra parte, sostuvo que cuando el gobierno y las organizaciones de derechos humanos apoyan a las víctimas y les ofrecen justicia transicional a las víctimas, eso no es perdonar; eso es un proceso de para lidiar con lo que viene. “Negarse a perdonar puede ser muy justificable y puede ser parte de una demanda de rendición de cuentas. De hecho, el deseo de vengarse creo que debería ser entendido como la fuente del sentido de justicia. Esta idea es central al derecho: luchar por los derechos, corregir agravios. El problema con la venganza es que no suele tener límites y por eso esperamos encontrar en el derecho el control del deseo de venganza”, reflexionó.