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Año VIII - Edición 152 04 de noviembre de 2009

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El escritor y periodista Eduardo Galeano fue distinguido como Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires

  • Nota de Tapa

El 29 de octubre pasado el periodista y escritor Eduardo Galeano fue distinguido con el título de Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires. En la ceremonia estuvieron presentes junto al homenajeado el Decano de la Facultad, Profesor Emérito Dr. Atilio A. Alterini; el Vicedecano Profesor Emérito Dr. Tulio Ortiz; y el Profesor Dr. Luis Niño.

En primer término tomó la palabra el Profesor Dr. Luis Niño, quien expresó unas breves palabras de presentación y declaró que la actividad fue posible gracias a la amistad que lo une con la esposa del literato.

Luego, comentó que Galeano quiso facilitarle la tarea y le envió dos textos de presentación, “uno repleto de finas ironías y el otro, más formal, pintando aquella humildad propia de los grandes”. En tal sentido, añadió que el escritor ha recibido el Doctorado Honoris Causa por las Universidades Nacionales de Córdoba, del Comahue y San Luis; y el premio Rodolfo Walsh de la Universidad Nacional de La Plata. Asimismo, ostenta la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (España).

Por último, destacó que el pasado 9 de julio recibió la Orden de Mayo al Mérito de la República Argentina, en grado de comendador, “galardón que se otorga a aquellos ciudadanos extranjeros, civiles o militares, que se hayan distinguido por sus servicios y obras personales y merezcan la gratitud de esta Nación”.

Posteriormente, el Decano Profesor Emérito Dr. Atilio A. Alterini hizo entrega del diploma y la medalla que acreditan al escritor y periodista Eduardo Galeano como Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires.

A continuación, el homenajeado dijo que “una democracia se desarrolla cada día, y cada día crece, de a poquito, desde abajo, mientras que la impunidad estimula al delincuente”.
Comentó luego que había pensado hablar de temas vinculados con la justicia y leer textos que podían, de algún modo, referirse a eso pero “ocurrió que estoy un poco triste para hablar de eso porque hace muy poquito en el Uruguay hubo dos plebiscitos en los que estuve muy metido y perdimos los dos, eso me dejó bastante deprimido; uno proponía la anulación de la ley de impunidad, que es una ley vergonzosa, escandalosa, enemiga de la democracia, y establece que los militares son ciudadanos con coronita, ante los cuales el Estado cesa en su pretensión punitiva”.

Luego, se refirió al segundo plebiscito que proponía el derecho de voto a los uruguayos que viven afuera, “que son muchísimos y en su mayoría, o casi todos, jóvenes, entonces los que propusimos el plebiscito partíamos de la certezaza de que la negación del derecho de voto, a los uruguayos que viven afuera, es un acto de ceguera burocrática porque identifica la identidad con el domicilio”.

Aseveró que la identidad es algo bastante más compleja que el domicilio, la casa donde uno vive o el país a donde ha sido arrojado, “cuando el propio país niega trabajo y destino a sus jóvenes, entonces éstos no sólo han sido castigados con ese exilio, que ya no es el de la policía, es más bien el de la economía y después, para colmo, se les niega el derecho de votar, salvo que puedan pagarse el pasaje desde lugares tan cómodos como Australia, por ejemplo”.

Por otra parte, confesó que había escrito “El fútbol a sol y a sombra” para la conversión de los paganos: “quise que los fanáticos de la lectura perdieran el miedo al fútbol, y los fanáticos del fútbol, perdieran el miedo a los libros”.

Por otro lado, indicó ser el único ser vivo autor de cuatro hazañas: leer “La Biblia” y “El Capital” completo y atravesar caminando las ciudades de Los Ángeles y de México.

Recordó que presentó el libro “Las venas abiertas de América Latina” al concurso de Casa de las Américas en Cuba y perdió porque, según el jurado, el libro no era serio. En ese sentido, opinó que durante la década del 70 la izquierda identificaba la seriedad con el aburrimiento y como el libro no era aburrido, no era serio; pero se publicó y tuvo la suerte de ser “muy elogiado por las dictaduras militares que lo prohibieron, que de ahí le viene el prestigio, a raíz del éxito que tuvo en los medios castrenses, el libro empezó a circular, cada vez con más suerte”.

En cuanto a su niñez, rememoró sus tiempos de escuela cuando, alrededor de los 8 o 9 años, la maestra les enseñó que Balboa, el conquistador español, era el primer hombre que había visto, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Entonces “yo levanté la mano y dije ‘señorita, señorita’, y ella me miró y me fulminó porque ya me conocía; yo le pregunté: ‘si Balboa fue el primer hombre que vio los dos mares desde una cumbre de Panamá, ¿los indios, eran ciegos?’”.

Entretanto, contó que en marzo del año 2007 fue prohibido el ingreso de “El libro de los abrazos” a una cárcel de Mérida por contener cosas diabólicas; algún tiempo antes, en San José de Costa Rica, encontró una muchacha que estaba leyendo ese mismo libro y le confesó que lo llevaba a todos lados, que era su novio portátil.

Reconoció que la primera vez que tuvo un desafío en el oficio de escribir ocurrió en el pueblo boliviano de Yayagua, donde pasó un tiempo en una zona minera y, al hacerle una despedida en la que celebraron y cantaron hasta que sonara la sirena de entrada a la mina, lo rodearon “como para acusarme de algo, pero no me acusaron de nada, era para pedirme que les dijera como era el mar”. De esta manera, añadió, “descubrí la certeza de que escribir para algo sirve”.

Para concluir, comentó que, según los dioses mayas, todos los seres humanos fuimos hechos del maíz, por eso tenemos tantos colores diferentes, a su vez somos los únicos creadores de máquinas y los que viven al servicio de éstas, los únicos que matan por placer, torturan, violan, y también “los únicos que ríen, que sueñan despiertos, que hacen seda de la baba del gusano, los que convierten la basura en hermosura, los que descubren colores que el arco iris no conoce, los que dan nuevas músicas a las voces del mundo y crean palabras para que no sean mudas la realidad y su memoria”.