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Año VII - Edición 121 23 de abril de 2008

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El Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) celebró sus 50 años

  • Nota de Tapa

El 5 de febrero de 1958 fue creado por decreto-ley el mayor organismo público dedicado a la ciencia y a la tecnología de la historia de nuestro país, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Con razón de su quincuagésimo aniversario, el pasado 10 de abril se efectuaron diversos actos rememorativos. Las conmemoraciones, por otra parte, coincidieron con la celebración del Día del Investigador, fecha en la cual se recuerda el nacimiento de quien fuera el primer presidente del CONICET, Bernardo Houssay. El evento principal tuvo lugar en el Salón de Actos de nuestra Facultad de Derecho y contó con la exposición del Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Dr. Lino Barañao y del presidente saliente de la entidad homenajeada, el Dr. Eduardo Charreau. También estuvieron presentes la presidente entrante del CONICET, Dra. Marta Graciela Rovira y los miembros del Directorio de la institución, Dres. Ricardo Farías, Mario José Lattuada, Luis María Fernández, Noemí Girbal, Carlos Rapela y Faustino Siñeriz, Lic. Carlos Debandi y el Sr. Carlos Alberto Martínez.

Durante el acto, se proyectó un video que rememoró la cincuentenaria historia de la ciencia en el devenir de los diferentes marcos históricos y los distintos vaivenes políticos, económicos y sociales que atravesó nuestro país durante las últimas décadas. Tras la filmación, se presentó el Sello Postal 50 emitido por el Correo Oficial de la República Argentina en ocasión de la conmemoración. Asimismo, se homenajeó a los Investigadores Superiores y se efectuó un reconocimiento especial a la labor de los primeros Becarios y Técnicos del organismo.

En su discurso, el Dr. Eduardo Charreau expresó que la creación del CONICET significó el reconocimiento político que la investigación científica debía transformarse en profesión y que esta actividad era de vital importancia para la sociedad. Asimismo, brindó su homenaje a dos instituciones que propiciaron y participaron de la fundación de aquél: la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias -predecesora en programas de formación de investigadores-, la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, la cual presentara un anteproyecto de ley para crear un Consejo Nacional de Investigaciones que, con pocas modificaciones, se transformó en el Decreto Ley 1291/58, creador del CONICET. Indicó también que, pese al gran tiempo transcurrido desde entonces, sus conceptos fundacionales aún mantienen plena vigencia y son las bases de los “auspiciosos proyectos del mañana”. En tal sentido, afirmó que la Argentina tiene un sistema científico maduro que aspira a entrar de lleno en una sociedad basada en el conocimiento, donde estará “en mejores condiciones para poder alcanzar sus objetivos de desarrollo económico, de justicia social y de mayor autonomía en sus decisiones”. Por otra parte, consideró que para llevar adelante un proyecto de Nación las instituciones científicas deben cumplir un papel fundamental; y que en la actualidad, tanto por las políticas establecidas, como por la gestión y los resultados estrictamente científicos, el CONICET es un actor relevante que forma parte de las líneas prioritarias instauradas en la agenda del Estado Nacional. Además, aseveró que “ciencia, conocimiento y desarrollo, prefiguran una tríada estructural que sustenta la dinámica cultural de la globalización, escenario complejo en el que asistimos a una reconfiguración esencial del poder y sus lógicas de proyección”. En este sistema internacional emergente -continuó- la tradicional brecha entre los que tienen y los que no tienen ha sido reemplazada por la distancia entre los que saben y los que no saben. En idéntica tesitura, argumentó que invertir en Ciencia y Tecnología es invertir en nuevas ventajas competitivas que ya no están dadas naturalmente sino que se adquieren deliberadamente; y es así que “invertir en Ciencia y Tecnología constituye un imperativo de desarrollo”, enfatizó. Por último, estimó que es tarea del CONICET, como órgano de promoción científica con responsabilidad indelegable en el desarrollo equilibrado de las ciencias, poner todo el esfuerzo en “superar continuamente las metas previstas en la visión de Houssay”.

El Dr. Lino Barañao, recordó que “el CONICET, en un período de su juventud, tuvo padecimientos serios que hicieron temer por su porvenir” y que con la institución se realizó un experimento muy grave. En tal sentido, deploró que se haya intentado averiguar cual era el salario mínimo por debajo del cual no habría investigación en la Argentina y que se haya llegado al monto de 50 dólares (y aún siguieron conservándose investigadores). En tal sentido, puntualizó que la institución ha sobrevivido no por decisiones políticas, sino por la convicción de sus integrantes, quienes -agregó- constituyen una comunidad que comparte valores y la certeza de que la ciencia y la tecnología son importantes para el desarrollo. Por otra parte, estimó que en la actualidad existe una demanda de conocimiento emanado de la sociedad en general. Ello, opinó, no responde sólo a una concepción economicista; sino porque se ha visto que aquellos países que tienen una economía basada en el conocimiento, tienen una mejor educación, una mejor distribución de la riqueza y, por sobre todas las cosas, una mejor calidad democrática. Asimismo, consideró que en el contexto descrito, el CONICET adquiere un papel más relevante como herramienta fundamental del desarrollo económico y social; lo cual acarrea el planteo de nuevos desafíos. Finalmente, de entre aquellos, destacó el rol de la institución en la formación de recursos humanos, de un nuevo arquetipo del científico.