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Año IV - Edición 63 24 de marzo de 2005

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Conferencia de Robert Fishman

  • Nota de Tapa

El 7 de marzo en el Salón Verde disertó el Profesor Robert M. Fishman sobre “Transición democrática y sistemas de empleo en Portugal y España”. Dedicado a los estudios comparados, Fishman es un reconocido sociólogo que ha trabajado ampliamente en el área de la sociología política y, en menor medida, en la sociología de la cultura, en la sociología económica y en la sociología de la religión. Se desempeña como profesor en el Instituto Kellogg de la Universidad de Notre Dame (USA) y colabora en la Universidad Pompeu Fabra de Balcelona. Entre sus publicaciones figuran "Voces de la Democracia: Conflictos Sociales y la Calidad de la Vida Pública en España" (2004); "Organización de la Clase Trabajadora y el Retorno de la Democracia en España" (1990); y "El Año del Euro: La Importación Cultural, Social y Económica de la Moneda Europea". Actualmente se dedica al estudio de los regímenes de transición democrática y su relación con los movimientos laborales.

La exposición de Fishman se centró en dos preguntas: ¿Cuáles son las diferencias y cuáles las similitudes de las democracias contemporáneas?; y, ¿en qué medida estos parecidos o diferencias se relacionan con los éxitos o los fracasos de los países en cuanto a las políticas de empleo? Según explicó, estas cuestiones no se han estudiado profundamente dado que en general los politólogos encaran el tema de la creación de empleo como un problema de las instituciones y no desde un punto de vista sociológico. Sin embargo, Fishman cree que el impacto a futuro de las formas de transición hacia las democracias es esencial para comprender la situación.

España y Portugal vivieron sus transiciones al mismo tiempo y llegaron a sus democracias de la única forma en que podían hacerlo. La vía portuguesa se inició el 25 de abril de 1974 y ese año se produjo un golpe de estado democrático de los capitanes –no de las FFAA como institución-. Esta revolución provocó un cambio total de jerarquías en la sociedad de Portugal, a la vez que los métodos tradicionales de represión estatal perdieron toda efectividad y legitimidad.  Es el caso más revolucionario, en el sentido clásico, de las transiciones a la democracia. La española, por el contrario, fue una transición sin una crisis del Estado. Se hizo mediante una reforma y un consenso importante entre los reformistas. 

Lo que llama la atención de Fishman es que nadie se ha interesado en estudios comparativos entre estos países salvo los economistas liberales. Y esto tiene que ver con la paradoja del empleo. Portugal es uno de los países de la UE con baja tasa de desempleo, mientras que España es uno de los países con tasa de desempleo más alta. También se manifiesta una gran diferencia entre la calidad de empleo de los jóvenes y de las mujeres.

Los economistas alegan que hubo costos más bajos de empleo en Portugal. Sin embargo, si bien es relativamente cierto que fue así, con el tiempo esa diferencia se fue reduciendo aunque la brecha de desempleo se ha mantenido. La tesis de Fishman se basa en tres factores condicionantes: el trabajo femenino, el sistema financiero, y la participación política.

Hacia los años setenta, sólo el 25 % de las mujeres portuguesas y españolas formaban parte de la población activa. Ambos estaban por debajo de la media europea. Luego de la revolución, en Portugal ha crecido hasta el 38 % mientras que en España no ha cambiado. Así, Portugal pasó a ser el país del sur de Europa que mayor participación le da a la mujer en el mercado laboral. Lo que demuestra que cuanta más cabida tiene la mujer en la población activa, mayor cantidad de empleo se crea. “Esto se ha comprobado en todos los Estados post industriales”. Como consecuencia, también ha crecido el porcentaje de mujeres que asisten a la Universidad. De todos modos, Fishman aclaró que en Portugal este cambio del protagonismo de la mujer se relaciona fundamentalmente con el rol que le tocó desempeñar en la revolución. A su vez, el Estado de bienestar que apareció en Portugal tras la revolución, permitió a la mujer trabajar y a la vez formar su familia.

En cuanto a la estructura financiera, en Portugal el banco más importante es público, mientras que en España todos los bancos importantes son privados. Esto implica que en España hay una presión mayor tendiente a la privatización de los servicios cuando en Portugal hay un consenso bastante fuerte –incluso en la centroderecha- en mantener algunas instituciones en manos públicas. En España el sistema financiero es oligárquico y eso dificulta mucho la promoción de préstamos a las empresas privadas a tasas bajas que permitan la creación de mayores empleos. Mientras que en el resto de Europa durante la década del 90 la tasa de financiación interna –soportada por la pequeña empresa- era del 41%, en Portugal era del 25%. Hoy en España esa tasa es del 67% y aún así el sistema político español ha sido incapaz de reconocerlo, sobre todo debido a la conexión de los economistas oficiales con los bancos privados. Con esas tasas bajas, Portugal no sólo ha logrado incrementar el empleo sino también la productividad.

En ese sentido, el estado de bienestar en Portugal siempre ha sido mayor al de España. Incluso, cuando en los 90 Portugal debió privatizar varias empresas estatales que mantenían una baja tasa de desempleo, logró mantener sus índices inalterados. El éxito portugués en ese sentido se debió en gran parte al consenso partidario en cuanto a la presión que el bienestar debía tener en la política industrial. Un apoyo que en Portugal se financia mediante el presupuesto del Estado, mientras que en España se cubre con préstamos de empresas privadas. Esto se ha debido seguramente al gran significado social de la revolución portuguesa que no ha existido en la transición española.

Finalmente, Fishman destacó el alto grado de educación cívica portuguesa, al igual que en Francia cuya transición también ha sido revolucionaria. “En España la educación cívica no existe”. Sostuvo que en Portugal es muy tolerada la protesta social como modo de participación política y se critican abiertamente los abusos de la policía. “En España hay mucho miedo social a salir a la calle a protestar por los derechos”.

A pesar de las diferencias, Fishman dejó en claro que España jamás podría haber tenido esa revolución. Sin embargo, enfatizó en que todas las democracias son más o menos abiertas y deben consultar otras experiencias para crecer y aprender a progresar como tales.