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Año IV - Edición 74 15 de septiembre de 2005

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Clase abierta sobre la situación de la Universidad Pública

  • Nota de Tapa

El viernes 2 de septiembre, por resolución del Consejo Superior, la Universidad cerró sus puertas a la hora 16 para sumarse al reclamo universitario nacional por un aumento del presupuesto asignado a la educación. En tanto, la Federación Universitaria Argentina (FUA) —organización estudiantil que reúne en su seno a 378 centros de estudiantes de todo el país y 1.200.000 estudiantes argentinos—, organizó una clase abierta en nuestra Facultad y propuso como orador principal al Decano, Dr. Atilio Alterini, que expuso sus ideas ante más de 300 personas en el Aula Magna.

La presentación estuvo a cargo del Presidente de la FUA, Maximiliano Abad, quien explicó que esta manifestación se produce en un momento en el que la educación en nuestro país está deteriorada por la aplicación de una Ley Federal de Educación que ha fracasado y de una Ley de Educación Superior que ha violado la autonomía universitaria y que hoy pone en riesgo la gratuidad. Llamó así a los estudiantes a asumir hacia el futuro la responsabilidad del co-gobierno y a defender una mejora profunda del propio aprendizaje.

El Dr. Alterini agradeció que se haya elegido a la Facultad de Derecho como ámbito para discutir estas cuestiones y comenzó la clase con un análisis de la actual coyuntura mundial. Así, explicó que ha habido más de una mundialización en la historia. Primero sucedió en Roma y luego con el descubrimiento de América. Ahora, estamos en la tercera gran mundialización, alentada por la construcción del canal de Panamá y la victoria de Estados Unidos en las dos guerras mundiales. Para el Decano, esta mundialización se ha convertido en la globalización cuyo fundamento ideológico se gestó en el Consenso de Washington, en el que varios economistas sentaron las bases de la década de los noventa: en especial, la dilución del rol del Estado y la consiguiente disminución de su acción social y la privatización de las empresas de servicios públicos. El resultado fue el aumento exponencial y progresivo del número de marginados y de excluidos.

Alterini señaló a la década de los años ’90 como de cultura única, en la que todos se visten igual, piensan igual y se han abandonado las raíces de cada cultura. En materia política, el Estado perdió poder frente a las empresas multinacionales y, desde el punto de vista científico, la virtud de los avances se convirtió también en un gran peligro.

Este mundo maravilloso, que tuvo efectos magníficos en la mejora de la vida y su calidad, fue también el mundo de las masacres, el genocidio y la contaminación ambiental; sucesos que contribuyeron al surgimiento del posmodernismo. Esta manera de pensar visualiza que junto a los grandes avances técnicos también aparecen los grandes desmanes. Entonces, se prefiere el nihilismo donde “todo da igual” y nada tiene arreglo. Ésta es la postura que el Decano instó a los jóvenes que deben abandonar.

Así, indicó que la globalización se metió en la Universidad, la mercantilizó; pasando por alto el interés social y político que reviste. Y en ese sentido, hay un desprecio por el pensamiento, que es paradójicamente el bien más preciado que tienen los universitarios.

A continuación comentó que recientemente ha lanzado un Proyecto de Ley de Educación Superior. Para hacerlo se basó en normas constitucionales que debieran tener vigencia efectiva (Cláusulas de progreso, art. 75 incs. 18 y 19 CN). Estas normas imponen al Congreso fomentar la igualdad de oportunidades, sin producir discriminación alguna, y le manda adoptar cursos de acción para el desarrollo humano, el progreso económico con justicia social, la productividad de la economía nacional; la generación de empleo, la formación profesional de los trabajadores, la investigación, y el desarrollo científico y tecnológico, su difusión y aprovechamiento. Allí mismo se garantizan los principios de gratuidad y equidad en la educación pública estatal y la autonomía y autarquía de las Universidades Nacionales. A esto, se suma la progresividad dispuesta por el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.  El objetivo es adecuar la legislación a estos principios que son el “abc” del humanismo.

Uno de los ejes propuestos para lograrlo es la AUTONOMÍA, hoy sesgada por la intervención de organismos inconstitucionales que pretenden fijar las metas universitarias (la CONEAU y otros organismos gubernamentales). La verdadera autonomía debe darse en lo normativo, lo político, lo académico y lo administrativo. En el Proyecto, se señala que la Universidad debe tener capacidad para dictar sus propios estatutos y darse su propia administración (sólo sujetos a revisión del Poder Judicial). A su vez, debe tener pleno derecho para la creación y transmisión del conocimiento, de acuerdo con su ideología. Alterini se  manifestó en contra de trasladar a los colegios profesionales la posibilidad de evaluar la calidad del egresado. Pero también señaló como imprescindible el requisito de excelencia.

El segundo eje de su plan es la AUTARQUÍA, y para esto es indispensable el presupuesto que debe suministrar el Estado, de modo que garantice el normal funcionamiento de la Universidad y el desarrollo y cumplimiento de sus fines, como es el logro de la igualdad de oportunidades en el ingreso y en la permanencia. En ese sentido, el instrumento de las becas es muy útil para alentar la formación de profesiones que necesita el país, y aquéllas deben destinarse a los estudiantes que demuestren aptitud y respondan adecuadamente a las exigencias académicas y que, por razones económicas, no puedan acceder a los estudios universitarios o continuarlos.  

Para concluir, el Decano sintetizó las funciones de la Universidad: docencia, investigación y extensión. Gracias a esta última la Universidad puede retornar a la sociedad. Pero, por otro lado, pidió no olvidar los principios reformistas del co-gobierno; sumándole a ello la misión social de gratuidad, la igualdad de oportunidades, el ingreso irrestricto y la retención, con atención especial a los grupos cultural y socialmente más necesitados. Es la Universidad pública la que debe asumir el compromiso político y levantar las banderas por la democracia y los derechos humanos.

“¿Este proyecto es una utopía?”, se preguntó el Decano. “Puede ser, pero Confucio decía que la utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor”, concluyó.