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Año IV - Edición 67 19 de mayo de 2005

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CEIDIE - Biotecnología y propiedad intelectual en países en desarrollo

  • Nota de Tapa

El pasado 26 de abril, el Centro de Estudios Interdisciplinarios de Derecho Industrial y Económico de la Facultad (CEIDIE) organizó una mesa redonda de debate el tema Biotecnología y propiedad intelectual en países en desarrollo. Los profesores invitados fueron Richard Gold –McGIll University, Canadá–, Graeme Laurie –Universidad de Edimburgo– y Carlos Correa –CEIDIE.  Andrés Moncayo Von Hase –CEIDIE– actuó como moderador.

Richard Gold sostuvo que el enfoque actual sobre los temas de la propiedad intelectual suele estar polarizado.  Por un lado se critica la piratería en países tercermundistas y la afectación del derecho de propiedad de las empresas. Por otra parte, se dice que la propiedad intelectual impide un acceso fácil a la medicina, que detiene los avances y estudios tecnológicos, y permite que los países desarrollados se aprovechen de los países pobres.  La cuestión radica en descubrir cómo se llega a un acuerdo.  Pero el problema más grave, según su visión, es que en realidad estas dos posturas extremas sólo tienen sentido en sus propios marcos de acción.

El primer problema para lograr una síntesis es que no existen pruebas ciertas de que los derechos de propiedad intelectual aumenten o reduzcan considerablemente la innovación tecnológica. Lo segundo, es que no hay todavía un marco internacional que regule el tema de la propiedad intelectual; hoy por hoy cada país tiene mucha discreción en la elaboración de sus propias políticas. En tercer lugar, ambas posturas dan un valor elevado a la propiedad intelectual y caen en la falacia de pensar que es lo único importante, sin poner atención primero en la explotación de los recursos.  El tema debe ser observado con mucha mayor complejidad con la que aparece en estas ideas. Lo que él trata de construir es un marco común e interdisciplinario, formando especialistas en la materia que puedan con el tiempo razonar soluciones equilibradas. Luego, será necesario tomar contacto con personas de todas las regiones y de organizaciones internacionales para confeccionar un mapa sobre cómo funciona en cada lugar y en cada universidad el desarrollo y la protecciones de los productos intelectuales. Lo más importante por el momento es juntar mucha información empírica que dé un sustento a la toma de posiciones.

Graeme Laurie se centró en si debería existir la obligación de revelar el origen de los recursos genéticos ante requerimientos de patentamiento, debate que surgió de una conferencia ofrecida por la WIPO (World Intellectual Property Organization). Para él, revelar el origen de los recursos genéticos puede servir para un mayor control de su utilización y a la vez para poder discutir desde el Estado el derecho a los beneficios. Propuso para esto tener un mayor contacto con la Convención de la Biodiversidad a fin de encontrar respuestas vinculadas al desarrollo sustentable. La discusión hoy debe centrarse en la necesidad de producir justicia y equidad a la hora de otorgar patentes, y allí la solución de revelar los orígenes puede ser una herramienta fundamental.

Luego, el orador pasó revista de las diferentes posturas interpretativas en materia de patentes. Empezó por los que él llama separatistas (ej. EE.UU. y Australia), quienes prefieren separar el tema de las patentes del resto de los problemas, dejando que los demás arreglen sus conflictos de beneficios por otro lado. Esto, para el profesor, genera un aislamiento del sistema y polariza las disputas. Luego, los revisionistas (v.g. Europa) son aquellos que están dispuestos a revisar el sistema de patentes en función de los nuevos sistemas que están incidiendo en él; pero nunca parecen llegar muy lejos. En un tercer grupo, los integracionistas buscan un sistema más holista respecto a las leyes de patentes y sus efectos. Aquí, el problema son los obstáculos internos que podría tener una ley de patentes para trascenderse a sí misma, ya que puede resultar riesgoso transplantar un sistema en otro. Concluyó en que quizás se termine descubriendo que el sistema de patentes no sea el mejor ámbito desde el cual comenzar a discutir.

Carlos Correa, por su parte, sostuvo que en el terreno de la biotecnología genética la frontera entre ciencia y tecnología es muy difusa. Lo que sí se sabe es que se necesita una gran inversión económica, lo cual pone a los países en desarrollo en un lugar de cierto retraso. Explicó que la biotecnología influye en el sector agropecuario (semillas) y en la industria farmacéutica preferentemente.

 Por otra parte, aclaró que este es un tema que les está trayendo muchos problemas a los países desarrollados. En primer lugar por el enorme número de solicitudes de patentes, lo que dificulta realizar un buen examen de los descubrimientos. Además, el sistema ha pasado de la protección temporal a ser un sistema de eventual o futura aparición de descubrimientos. Otro problema son los múltiples derechos sobre un mismo asunto, donde se debe negociar con varios actores para lograr algún avance, a la vez que surge el miedo de los laboratorios de sufrir demandas legales en las que las costas son enormes.

Los países en desarrollo enfrentan también otras dificultades, sobre todo por presiones externas. Comentó en ese sentido, y para finalizar, el caso actual de Monsanto Company –inventor estadounidense de un gen para la protección de la soja-, quien por la negativa de Argentina a otorgarle la patente, ahora quiere detener los embarques argentinos en los puertos de países donde sí tiene derechos, para cobrar por su propiedad sobre esos cargamentos de soja transgénica. Para Correa, la independencia está garantizada en la Convención de Paris para la Protección de la Propiedad Intelectual, y sostuvo que cuando se comercializa esa soja, no se está vendiendo el gen sino el producto, con lo cual no habría ningún tráfico de la invención.