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Año XI - Edición 196 05 de julio de 2012

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Acto de entrega de diploma de Profesor Honorario al Dr. Enrique Bacigalupo

  • Nota de Tapa

Dada su destacada actividad judicial y docente, la Universidad de Buenos Aires distinguió como profesor honorario a quien fuera Juez del Tribunal Supremo de España, Dr. Enrique Bacigalupo. La ceremonia se realizó el 13 de junio y acompañaron al homenajeado la Decana Mónica Pinto y los profesores Lucila Larrandart y Esteban Righi.

Fue el profesor Esteban Righi el primero en tomar la palabra para recordar la etapa de estudiante de Bacigalupo. “Fue un estudiante excepcional, no sólo por su conocimiento del derecho sino, además, porque marcó una etapa en esta Universidad y una presencia inolvidable sobre todo porque se dedicó específicamente además de ser buen estudiante a hacer política universitaria”. También mencionó la estrecha relación académica entre Bacigalupo y su maestro Jiménez de Asúa, si bien el primero se apartó de los principales postulados del segundo, léase la teoría de la pena y la teoría de la imputación.
Con posterioridad a la noche de los bastones largos del año 1966 Bacigalupo queda fuera de la Facultad. Es allí cuando surge la posibilidad de viajar a Alemania al ganar la Beca Humboldt. En la Universidad de Bonn, Bacigalupo tuvo la posibilidad de interactuar nada menos que con Hans Welzel y Armin Kaufmann. “La Universidad de Bonn representa para él su segunda experiencia en materia de actuación en un seminario de investigación, actividad que caracterizará toda su vida académica”, completó Righi. Tampoco dejó de comentar sobre el paso de Bacigalupo por la publicación “Nuevo Pensamiento Penal” que fue, de acuerdo con Righi, “la revista más influyente hecha por nuestra generación”. Además, explicó que los dictámenes de Bacigalupo, como Procurador del Tesoro durante el breve gobierno de Héctor J. Cámpora, marcaron un punto de inflexión, dejando atrás las tendencias que se venían adoptando en materia de legalidad ante un golpe de Estado: “Bacigalupo barrió la doctrina de los decretos leyes”. Agregó que su experiencia judicial en España ha sido también de gran relevancia. Primero como letrado del Tribunal Constitucional y más tarde como magistrado de la Sala Penal del Tribunal Supremo. “El cambio jurisprudencial que Bacigalupo determina en ese tribunal con su presencia creo que fue decisivo”, subrayó el orador.

Luego fue el turno Lucila Larrandart que ante todo aclaró que “este título que hoy la UBA le entrega a Bacigalupo no hace más que volver a poner las cosas en su lugar, porque Bacigalupo siempre perteneció a la UBA por más que su forzado exilio lo alejara, y pasara más de la mitad de su vida en otras Universidades”. Larrandart explicó que Bacigalupo no se fue voluntariamente, ya que este se encontraba amenazado por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) al haberse desempeñado como Procurador del Tesoro durante el gobierno de Cámpora. Por otro lado, comentó que además de ser penalista fue alguien que vivió intensamente la Facultad y la realidad universitaria, fue un militante que cuando estudiaba en la Facultad participaba activamente en el centro de estudiantes. A su vez, destacó que en el año 2010 Alemania le otorgó la Cruz Federal del Mérito, por su reconocida labor científica y sus esfuerzos por la difusión de la ciencia penal alemana en el mundo cultural hispano parlante. Sobre el final de su intervención, Larrandart concluyó: “Enrique perteneció y siempre va a pertenecer a la Universidad de Buenos Aires”.

Por último, el ya Profesor Honorario Enrique Bacigalupo reconoció el gran significado que tiene para su persona el poder volver al cuerpo docente de esta Casa. “No es la Facultad de Derecho la que pase más años, pero es la que me marcó decisivamente y la que me proporcionó las bases de toda mi actividad académica posterior”, estimó. Expresó también que su vuelta a esta Facultad constituye una excelente oportunidad para recordar lo que supo ser algunos cuantos años atrás. Traer a la memoria los años dorados de esta Universidad trae aparejado un profundo sentimiento de nostalgia en Bacigalupo, debido a que aquellos años dorados coinciden también con los años en que se formó el hoy diplomado. Sostuvo Bacigalupo: “no quiero decir que todo tiempo pasado fue mejor, los años dorados a los que me referiré son los de la transformación de una Universidad predominantemente docente y profesionalista en una comunidad de profesores, docentes y estudiantes orientada, además, a la investigación jurídica y a la producción de ideas”.

En aquel tiempo, la Universidad de Buenos Aires era “una isla de continuidad institucional dentro de un Estado en el que los breves períodos constitucionales tenían un claro déficit de legitimidad constitucional y los golpes de Estado se sucedían unos a otros”. El fuerte impulso a la investigación universitaria vino acompañada por un acercamiento con otras comunidades académicas del mundo. De este modo, la Universidad se propuso participar activamente del desarrollo científico más avanzado. Sin embargo, este proceso de transformación no debe ser entendido como un período de amplios consensos desprovistos de toda disidencia. De hecho, existía una mayoría “tradicionalista” que no miraba con buenos ojos estos nuevos aires que ingresaban a la Universidad. Aún peor, Bacigalupo indicó que los movimientos reformistas desconfiaban de la promoción de la investigación científica. “Algunos reformistas veían con fuertes reservas la evolución de las ciencias empíricas que se estaban imponiendo en la Universidad, pues pensaban que de esa manera la ciencia entendía el progreso científico desligado de los problemas propios de ‘nuestra realidad política social’ y se orientaba hacia problemáticas propias de los grandes centros de poder mundial”, concluyó.

“Enrique perteneció y siempre va a pertenecer a la Universidad de Buenos Aires”, concluyó la profesora Lucila Larrandart.