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Año XV - Edición 271 25 de agosto de 2016

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50º aniversario de la Noche de los bastones largos

  • Nota de Tapa

El 3 de agosto en el Salón Rojo tuvo lugar esta actividad que consistió, por un lado, en la clase abierta del Seminario “La Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires: con la patria desde sus albores”, cuya exposición estuvo a cargo de Luis Alberto Romero, quien se refirió a la Universidad de Buenos Aires en el período 1955-1966. Posteriormente, se llevó a cabo una charla-debate en cuyo marco se expresaron la decana Mónica Pinto, Horacio Sanguinetti, Tulio Ortiz, Luis Alberto Romero y Hebe Leonardi de Herbón.

Para comenzar, Oscar Zoppi, secretario de Extensión Universitaria y Bienestar Estudiantil de la Facultad, dio la bienvenida. Acto seguido, Tulio Ortiz, coordinador del seminario, realizó los correspondientes agradecimientos. La presentación de Luis Alberto Romero estuvo en manos de Norberto Padilla, quien destacó como positiva la colaboración entre Romero y su padre en diversos proyectos. Padilla repasó la carrera académica del expositor y resaltó que ha dictado cursos en las más importantes universidades del exterior, además de su trabajo como investigador, entre otras cuestiones. Acto seguido, Luis Alberto Romero recordó que a partir de 1961 comenzó a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras. Señaló que esa universidad, vista a la distancia, vivió un momento excepcional. El orador hizo alusión a que la cuestión del nivel académico de la Facultad fue central en la transformación que se hizo en 1955 y en los años posteriores. “En muchas facultades retornaron profesores que habían sido separados de sus cargos en 1945”, expresó. Sostuvo que la renovación era un paradigma de la época y sobre todo una “bandera de combate”. Aseveró que la Facultad de Filosofía y Letras fue una de las más renovadas, junto con la Facultad de Ciencias Exactas. En la misma línea argumental, subrayó que había una renovación y tensión marcada entre lo viejo y lo nuevo. “Los que estábamos en lo nuevo estábamos muy preocupados por la actualización del conocimiento”, describió. También resaltó el grado de discusión y deliberación que había en la Universidad hacia 1960. Romero, asimismo, analizó la relación entre la universidad y la investigación. Manifestó que frente a esta cuestión existían dos posturas: la que sostenía que el CONICET debía mantenerse al margen de la universidad para que los científicos tuvieran la tranquilidad y el distanciamiento para investigar y la que propugnaba la integración de la investigación con la enseñanza y el doble rol del profesor y del investigador. Otra discusión tenía que ver con la función social de la universidad, es decir, “el lugar que la universidad debía tener en un país como la Argentina, que según de decía, estaba carente de élites y de lugares donde se discutieran los problemas generales del país”. Más tarde, comentó la intensa politización de la vida universitaria a fines de los 50 y primeros años de los 60. “La politización fue muy acelerada y entre el 63 y el 66 los debates que tenían que ver con temas académicos quedaron completamente olvidados al lado de los debates que tenían que ver con un mejor camino para la revolución latinoamericana”, aseguró Romero. Hacia el final, se refirió a las dos dimensiones que tuvo la universidad de 1955 a 1966. “Una dimensión de extraordinario desarrollo académico y de compromiso con el país y, por el otro lado, la instalación en la universidad, lo mismo que en el resto del país, de una manera de discutir que no estaba prevista en el funcionamiento normal de la universidad”, opinó.

Luego, se dio paso a la charla-debate, la cual se inició con las palabras de la decana Mónica Pinto, quien pronunció algunas palabras introductorias. A su turno, Tulio Ortiz puntualizó: “Aparte de la brutalidad, el salvajismo y lo inexcusable de lo que pasó esa noche, me impresionó mucho la indiferencia general que había en la sociedad argentina. Eso hay que reconocerlo y tiene que servirnos de experiencia”. Además, dijo que se debe luchar contra la indiferencia y sobre todo contra cualquier manifestación de violencia, fuera y dentro de la universidad.

Por su parte, Horacio Sanguinetti relató que ingresó a la UBA en 1954, “gocé de la gran universidad del 55 en adelante los años restantes de mi carrera”. “La Universidad que me formó fue excepcional, encontré una serie de profesores eminentes”, consideró. Hacia el final, enfatizó que la Noche de los bastones largos fue un acto gravísimo y durísimo, pero no fue el único. “La educación, donde fuese, tuvo enfrente siempre al poder político, el poder militar, el poder del autoritarismo”, remarcó.

Luis Alberto Romero, en este marco, compartió, entre otros recuerdos, que el tema de la renuncia de profesores era controvertido. “Yo pertenecía al grupo que sosteníamos que la renuncia era un acto equivocado y dado que los estudiantes no podían renunciar, los profesores debían permanecer por ellos. Yo inicié mi carrera docente ocupando el lugar de compañeros que habían renunciado, cosa que a la distancia me satisface porque creo que el grupo de gente que hizo eso cumplió durante dos o tres años que pudimos quedarnos un papel bastante importante como referencia”, aseveró.

La decana Mónica Pinto estimó que conmemorar los 50 años de la Noche de los bastones largos supone no solo rendirles tributo a quienes resistieron el acto de opresión a la autonomía universitaria sino que “también nos obliga a capitalizar la enseñanza de lo que sucedió”. Examinó que a mediados de la década del 50 en Argentina, “una generación de hombres y unas pocas mujeres tuvieron la visión de concebir y poner en marcha proyectos realmente importantes para una Argentina con futuro, estaban dotados de un pensamiento estratégico que lamentablemente terminó con ellos”. Por otra parte, Pinto sostuvo que hay ciertas actividades que la universidad pública desarrollaba en esa época, como cuestionar, debatir, discutir, disentir, que “indudablemente, ponían en peligro una cierta uniformidad que el gobierno militar quería”.

Finalmente, Hebe Leonardi de Herbón agregó que los gobiernos militares lo primero que hacían era disolver el naciente posgrado. “Lo que estaba consolidado en la Universidad de Buenos Aires era el doctorado, desde los inicios de la UBA. Se suspendían los doctorados. (…) Eso, que a veces no se ve, porque siguen graduándose abogados, médicos, ingenieros, pero que conlleva una tarea posterior de investigación, de donde suelen surgir los profesores, quedaba congelado”. 

"La Noche de los bastones largos es importante para nosotros, los universitarios, porque pone en valor la autonomía universitaria", afirmó la decana Mónica Pinto.