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Año VI - Edición 118 20 de diciembre de 2007

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El mal que se adivina (Policía y minoridad en Río de Janeiro, 1910-1920)

  • Reseñas Bibliográfica

En el marco de la Colección “Criminologías” que coeditan el Departamento de Publicaciones de nuestra Facultad y la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional del Litoral, se dio a conocer el sexto volumen de la serie, que se titula “El mal que se adivina (Policía y minoridad en Río de Janeiro, 1910-1920)”, de la profesora brasileña de Antropología Social, Dra. Adriana Vianna.

Este trabajo fue premiado y publicado por primera vez en portugués en el año 1999 por el Archivo Nacional de Brasil, y se basa en la disertación de maestría realizada por la autora, bajo el Programa de Post-graduación en Antropología Social del Museo Nacional de la Universidad Federal de Río de Janeiro.

A través de la investigación que dio origen a este libro, la autora se cuestiona por qué en los grandes centros urbanos (en este caso en particular, Río de Janeiro) los habitantes tienen un gran miedo y una enorme dificultad para lidiar con los niños que deambulan por las calles, a la vez que intenta sugerir cuál debería ser la actitud correcta que la sociedad debería adoptar ante tan perturbadora situación.

Tal como sugiere desde el título, la autora parte de la hipótesis de que estas reacciones defensivas a las que nos vemos expuestos cotidianamente, son el producto de una construcción imaginaria o simbólica, ciertamente negativa, acerca de un concepto de minoridad que se fue imponiendo desde las instituciones sociales -sobre todo las policiales y jurídicas- desde comienzos del siglo pasado, y que hoy se encuentra tan arraigado que opera como un sensor discriminatorio de alerta preventiva.

El punto de partida de esta investigación se remonta al año 1993, en el contexto de la famosa “masacre de Candelaria” ocurrida en Brasil, donde al menos cinco hombres armados -que luego se descubrió que formaban parte del personal policial- dispararon a quemarropa contra más de 50 chicos que dormían en las calles de Río de Janeiro. Este suceso (que nos remite al caso de los “Escuadrones de la Muerte” en la Provincia de Buenos Aires) condujo a la autora a concluir en que la deshumanización de los menores debía de proceder de alguna raíz lejana que determinase la existencia de una estigmatización social tan exacerbada.

Así es que Vianna se decide a investigar a fondo las primeras décadas del siglo XX para tratar de observar cómo fue el proceso de naturalización y cristalización de los significados reunidos en el término jurídico menor (como separado de la categoría de infancia), que culminaría institucionalizado con la creación en 1923 del Tribunal de Menores del Distrito Federal y con la promulgación en 1927 del primer Código de Menores. Esta época es seleccionada especialmente por la investigadora puesto que allí surgió con toda su fuerza el problema de la minoridad y fue precisamente en ese momento cuando nacieron y se propagaron la mayor parte de las instituciones de menores.
Las herramientas metodológicas utilizadas por la autora para el abordaje de un tema tan complejo no se limitan al estudio legislativo (que por cierto lo hay, y mucho), sino que se encamina hacia una investigación antropológica, sociológica, histórica y hasta arqueológica para descubrir cómo ha sido construida (a través de un proceso de identificación y clasificación) la categoría socialmente estigmatizada del menor.

De esta manera, la autora toma como primera premisa la idea de que ha sido la institución policial (por su función de “fuerza del orden”) la constructora principal de la categoría de minoridad. En este sentido, Vianna descubre que el proceso de “corrección” de este “problema” constaba hacia 1910-1920 de dos pasos conectados entre sí: el retiro del niño de la calle y su posterior traslado a las unidades de internación. Se dedica entonces a estudiar el fenómeno particular de detección y retiro de los niños, y a revisar archivos de las distintas instituciones de menores de aquellos tiempos (la Colonia Correccional, la Escuela Premonitoria, la Escuela de Menores Abandonados, los patronatos agrícolas, y la tutela privada) para corroborar sus teorías y recopilar rigurosos datos estadísticos.

Descubre así nuestra investigadora la fuerte influencia positivista de la época en todos estos métodos de clasificación y corrección, sobre todo de su vertiente más biologicista, que veía en los niños de la calle una especie de herencia genética premonitoria de un mal inexorable que era necesario controlar. El menor se convierte, desde esta perspectiva, en un mal en potencia que debe detectarse a tiempo, para reducir al mínimo sus futuras consecuencias negativas.

Esta conclusión le permite a Vianna advertir que uno de los obstáculos más difíciles a los que hoy en día se enfrentan los políticos, los jueces, e incluso los académicos, a la hora de pensar en soluciones para los problemas de criminalidad infantil, es que continúan utilizando terminologías y categorías estigmatizantes -como la de menor-, que sólo contribuyen a reificar a los niños desplazados, reproduciendo a cada paso los errores del pasado y minando desde un comienzo la posibilidad de existencia de una salida futura más efectiva e inclusiva.

La Colección “Criminologías” es dirigida por los Dres. Mary Beloff y Máximo Sozzo, y cuenta con la edición especial de la Editorial Ad-Hoc. Los cinco volúmenes anteriores son: “Responsabilidades Limitadas” de Tamar Pitch; “Delitos de los débiles y de los poderosos” de Vincenzo Ruggiero; “Reconstruyendo las criminologías críticas” de Máximo Sozzo; “Un arte abyecto” de Massimo Pavarini; y “Riesgo, neoliberalismo y justicia penal” de Pat O’Malley.