¡Seguinos!

Año V - Edición 92 09 de septiembre de 2006

Buscar

I Congreso Universitario sobre Seguridad y Estado de Derecho

  • Nota de Tapa

El 31 de agosto pasado se inauguró en nuestra Facultad el I Congreso Universitario sobre Seguridad y Estado de Derecho, formalizando así la discusión sobre un tema que por estos días sensibiliza a la sociedad argentina. A lo largo de tres días de debate continuo, especialistas de diversas partes del mundo, ligados al estudio y a la realidad del delito, cruzaron distintas disciplinas para intentar —o no— una compatibilidad entre dos conceptos en permanente tensión.

La actividad fue organizada por la Comisión de Estudiantes y Graduados del Departamento de Derecho Penal y Criminología de la Facultad de Derecho, y contó con el auspicio de la Secretaría de Seguridad Interior, el Instituto Latinoamericano de las Naciones Unidas para la Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente (ILANUD) y Editores del Puerto.

En nombre de nuestra Casa de Estudios, presentó las jornadas el Decano de la Facultad, Dr. Atilio Alterini, quien abrió con algunos conceptos sobre seguridad jurídica, “sin la cual no puede haber derecho de ninguna clase”. Así, tradujo la seguridad en sus distintas variantes: como estabilidad del derecho, como cognoscibilidad del derecho, o como seguridad ciudadana.

En cuanto a la estabilidad, el Decano sostuvo que no aparece como un valor en este país; “las leyes van y vienen y no hay criterios jurídicos asentados” —expresó. Por otro lado, manifestó que tampoco es fácil conocer el derecho vigente en nuestro país; “hay más de 26.000 leyes y no se sabe a ciencia cierta cuáles están vigentes y cuáles no” —agregó. En ese sentido, reivindicó la colaboración que nuestra Facultad hizo en la confección del proyecto de Digesto Jurídico Argentino.

“El tema de la seguridad ciudadana pone en seria tensión las actitudes de un sector que ha logrado reformas legislativas y ha presionado al Congreso, pero cuyo saldo es el mantenimiento de la misma situación anterior”, consideró Alterini, para quien la “mano dura” y el “mero remedio policial” demostraron no poder mejorar los índices de criminalidad. Finalmente, el Decano citó la experiencia que viene desarrollando la Universidad de Buenos Aires en el Centro Universitario de Devoto (CUD), donde el acercamiento de la educación a los presos “está demostrando que hay otras formas mucho más ricas y positivas de generar soluciones”.

El panel de apertura del Congreso se tituló “Seguridad ciudadana y Estado de Derecho”. El mismo fue coordinado por Mario Coriolano (U. Nacional de La Plata) y en él participaron los profesores de nuestra Facultad, Dres. Edgardo Donna, Julio Virgolini y Eugenio Zaffaroni.

El primero en exponer fue Edgardo Donna, quien previno ante todo sobre su profundo pesimismo y aseguró que desde la Facultad no se podrá dar ninguna solución inmediata al problema, “simplemente porque no la hay”. “¿Qué tienen que ver la seguridad, el Estado de Derecho y la justicia?”, preguntó al auditorio, y se aprestó a responder que los agrupa un tema común: la ley. De esta manera, nuestro expositor llegó a la conclusión de que el problema es la devaluación de ese lazo de unión: “¿Por qué ya nadie respeta la ley en este país? —continuó interrogándose Donna.

“Lo primero que debemos saber es que nadie cree en la ley porque ésta no tiene consenso” —indicó. Así, nuestro país alternó en los últimos 60 años gobiernos encabezados por “brujos, tiranos y corruptos”, y “hoy existe un saldo de 1.700.000 jóvenes en la calle, que no estudian ni trabajan”. Para Donna, las tres reformas penales que se hicieron para mejorar el sistema  (oralidad, justicia contravencional, y aumento de tipos y penas) fracasaron rotundamente. “El Código Penal, tal como está hoy en día, no lo entiende nadie” —aseveró.

Tomando como referencia al filósofo polaco Zygmunt Bauman, nuestro profesor explicó que esta nueva tendencia de “tolerancia cero” tiene como fin mantener alejados a los extraños. “No tiene que ver con ideología, sino con la globalización: el Otro dejó de tener rostro de Otro y pasó a ser el enemigo; el Otro dejó de tener rostro humano” —fundamentó.

Por otro lado, Donna comentó que esta nueva oleada tiene larga data en Europa, donde el derecho penal posmoderno propone “abandonar las garantías o graduarlas dependiendo el caso”. Invocó así a Ulrich Beck para explicar que el problema de las sociedades actuales es el riesgo. En términos conceptuales, está sucediendo lo que predijo el francés Paul Ricoeur: hay una expansión del concepto de responsabilidad, que en el ámbito penal se traduce en la urgencia de la reparación sin importar tanto la falta cometida. “Lo que vale es la prevención” —enfatizó nuestro invitado.

Finalmente, Donna concluyó en que el derecho penal debe ser la última ratio, porque “no soluciona nada y causa daños”. Tal como había comenzado, cerró su ponencia con la siguiente frase del profesor Wolfgang Nauke, exponente de la Escuela de Frankfurt: “El derecho penal ha quedado en una insostenible situación. Ya ha nacido ese algo distinto del derecho penal como tal, pero en absoluto es algo mejor que el derecho penal actual”.

El profesor Julio Virgolini, que no alteró el tono pesimista de su precedente, interpretó que el tema de la seguridad ciudadana puede ser visto de dos maneras: como la seguridad de la gente que vive en una ciudad o como la seguridad de aquellos que pertenecen a una comunidad política. En uno se define por defensa y en otro por exclusión.

Al igual que Donna, para Virgolini el nuevo paradigma se encuentra en la prevención, con sus rasgos positivos y negativos. En lo positivo, es mejor que represión; y en lo negativo, resulta evidente que es una forma de expresar el miedo existente, que nos conduce a vivir en un estado constante de alerta. “El miedo no puede ser la base de las construcciones sociales”, reprochó nuestro profesor, para quien esta concepción preventiva del derecho penal se visualiza en dos movimientos de fuga simultáneos. Por un lado se lo deja afuera al enemigo y, por el otro, también se reduce el Estado a un mero prestador de seguridad.

Según nuestro expositor, hay sobre todo un serio problema de lenguaje. “En Derecho no debemos hablar de pobreza, que es un término político” —adujo. “La función de la política es resolver las desigualdades sociales; pero el Derecho debe apaciguar la violencia” —amplió. En ese sentido, Virgolini propuso hablar de exclusión, que es “más grave y más violenta que la pobreza”. De este modo, la exclusión es la privación total de derechos, y es el verdadero riesgo que hoy se corre en Argentina: quedarse sin ciudadanía.

Volviendo al problema, sugirió que las políticas de seguridad “se olvidan de algunas cosas”. La primera es que la seguridad jurídica es la seguridad del derecho y no el derecho a la seguridad. La segunda es que el delito no es el producto espontáneo de la historia, sino que responde a causas sociales y de carencia particulares.

De esta manera, Virgolini propuso dejar de lado el concepto de resocialización y cambiarlo por el de rejuridización del individuo, devolverle su condición de ciudadano. “Esta es una gran oportunidad para complejizar el problema y entender lo que estamos pensando” —concluyó.

El Dr. Eugenio Zaffaroni comenzó haciendo algunas aclaraciones de rigor. Para el actual ministro de la Corte, el delito —en tanto conducta típica, antijurídica y culpable— es un ente abstracto. En ese sentido, indicó que en la calle no hay delitos sino, ante todo, conflictos sociales. Los delitos son, en última instancia, casos excepcionales (“aunque ya no se sabe cuánto”) que un código penal manda tratar de manera especial.

Reafirmando lo dicho por sus colegas, Zaffaroni entendió que el problema de seguridad ciudadana demanda la prevención del delito. Con esto, graficó tres formas de prevención: primaria, intermedia y secundaria. La primaria se dirige a la base misma de la conflictividad; intenta prevenir las condiciones sociales que generan delitos. El razonamiento en este caso es: si se sube el nivel de vida de la población, se reduce el delito violento. Sin embargo, lo que se observa en estos casos, es que al disminuir el delito violento, se aumenta el delito astuto o de cuello blanco. La prevención secundaria es la llamada “policial”, que también tiene sus límites. En primer lugar, un exceso policial se torna indeseable. Pero además, la policía no puede generar una seguridad absoluta.

A diferencia de Donna y Virgolini, Zaffaroni intentó buscar alguna salida práctica al problema. “Lo primero que hay que hacer es determinar qué preferencias preventivas tenemos y a partir de allí se podrá imaginar una estrategia” —propuso inicialmente. Para él, uno de los problemas más graves que tiene el sistema penal argentino es que se compone como un conjunto de entes fragmentados (tribunales, policía, cárcel, prensa, academia, política, etc.) que tienen sus propios discursos y modos de actuar.  

Para Zaffaroni, lo que se necesita en primera instancia es hacer un cuadro de situación serio e incontrastable. “Si no hay cuadro de situación, no hay estrategia y tampoco táctica” —aseguró. Para empezar por algo, nuestro profesor pensó en la creación de un organismo de investigación independiente, “medianamente neutral y plural”, que tenga la función primordial de formular estadísticas reales, mediante criterios objetivamente relevantes, que garanticen una información de referencia sobre estos temas y así evite que cada cual diga lo que le parezca. “Esto ayudaría a optimizar los recursos” —sugirió.

Luego de ver los datos, llegaría el momento de llevar las tácticas a la práctica. Para Zaffaroni, de esto se encargaría la policía. “Nosotros copiamos la Constitución estadounidense pero por otro lado introdujimos una policía verticalizada de tipo francesa” —ironizó, mostrando las contradicciones del sistema actual. No obstante, el magistrado rechazó de pleno la idea de conformar una policía única en todo el país. “Esto va en contra de la separación republicana de los poderes” —agregó. Por el contrario, consideró que se debe especializar a las fuerzas de seguridad, separando la policía urbana de la policía judicial. También exigió una mayor tecnificación y capacitación; que se jerarquice la función y se posibilite la formación de sindicatos que defiendan los intereses de los empleados policiales frente a sus jefes. Y en esto Zaffaroni fue intransigente: “se puede vivir sin fuerzas armadas o sin ejércitos, pero no hay sociedad moderna en el mundo que pueda vivir sin policía”.

Finalmente, y más allá de todo, lo más importante para nuestro profesor fue lo siguiente: no olvidar que el mayor flagelo para una sociedad son los crímenes de Estado, que hoy se encuentran latentes y cuya amenaza nos urge a tomar estos temas seriamente, sobre todo en el ámbito del derecho. 

Para más información sobre los invitados y temas expuestos, se entrar en: http://www.dptopenal.blogspot.com/