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Año XIII - Edición 231 12 de junio de 2014

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Tabaquismo hoy, y mañana… otras yerbas

  • Notas

El pasado 22 de mayo se realizó una nueva reunión del Seminario de Investigación en Bioética que en esta ocasión contó con la exposición de Graciela Soifer, Gricelda Moreira, María Laura Ferrari, Laura Andrea Massaro y Adriana Ruffa.

En primer lugar, la psicoanalista Gricelda Moreira hizo referencia al origen del tabaco. Analizó que las formas de uso que existían no eran solamente las de aspirar y exhalar el humo, sino que en un comienzo el tabaco se masticaba, se comía, se bebía y se untaba sobre el cuerpo. “En 1492, el consumo del tabaco estaba absolutamente extendido por todo el continente”, expresó. Posteriormente, manifestó que el tabaco no constituyó un problema de salud hasta que la Revolución Industrial originó un consumo más masivo. “Recién en los años 90 comenzó a ponerse el énfasis en los efectos nocivos del tabaco y en 1992 apareció una sentencia, la cual establece que las empresas van a incurrir en un delito si ocultan la información sobre los efectos que tiene el tabaco”, evocó.

A su turno, la médica Graciela Soifer explicó que el humo del tabaco lleva disuelto más de 4 mil sustancias diferentes y se produce por la combustión del cigarrillo. Así, indicó que el humo tiene dos corrientes: una primaria, la cual es la que inhala el que fuma y lleva consigo todas las sustancias hacia el interior de su cuerpo, y una secundaria, la que se produce cuando el cigarrillo queda en el cenicero y se va consumiendo y llena el ambiente de ese humo, el cual es aspirado por la gente que no fuma, denominados fumadores pasivos. En cuanto a la fase gaseosa del humo, destacó como sustancias importantes el anhídrido carbónico y el monóxido de carbono, y con respecto a la fase sólida señaló a la nicotina y el alquitrán. “La nicotina es la responsable de la adicción al tabaco y crea tolerancia, es decir, que la persona que fuma necesita cada vez más cantidad de cigarrillos para que la nicotina aumente su concentración en la sangre”, entendió. Asimismo, describió que cuando la nicotina llega por la sangre al cerebro se libera dopamina en zonas que producen sensaciones de placer y de bienestar. Por otro lado, al seguir circulando, va a ir a otro lugar importante: las glándulas suprarrenales, donde se produce una descarga de adrenalina, la cual aumenta la presión arterial, la frecuencia respiratoria y la frecuencia del pulso. “Hay una estimulación general del organismo por acción de la secreción de la descarga de adrenalina”, evidenció. En lo que atañe al monóxido de carbono, recordó que este bloquea la capacidad de la hemoglobina y esto acarrea una falta de oxígeno en los tejidos, denominada hipoxia tisular.

Gricelda Moreira retomó la palabra y remarcó que fumar por primera vez es una sensación desagradable. Así, opinó que el entorno tiene mucha incidencia a la hora de fumar y que: “En esa primera ocasión en que se prende el cigarrillo hay otro que nos lo está ofreciendo. Hay algo que se vincula directamente con el entorno en que estamos vinculados, y el tomar el cigarrillo está relacionado con la aceptación social, es decir, sentirnos incluidos en un grupo”. Manifestó que la primera vez que se prende un cigarrillo es durante la adolescencia, la cual describió como una etapa de mucha vulnerabilidad y en donde la mayoría necesita ciertas identificaciones. De este modo, argumentó que el fumar se considera como un modo de amortiguar el malestar y como un modo de regulación de la autoestima. Finalmente, diferenció tres tipos de consumidores: los experimentales, que son aquellos que prenden un cigarrillo por primera vez y no necesariamente avanzan a una segunda ocasión; los ocasionales (fumadores sociales), los cuales fuman cuando hay alguna persona en particular o cuando están con un grupo; y, finalmente, los fumadores habituales, quienes tienen una utilización frecuente del cigarrillo.

La abogada Adriana Ruffa, resumió que en el año 2003, la Organización Mundial de la Salud (OMS) realizó la primera convención en temas de salud en el orden internacional. Recordó que este convenio no ataca la producción sino la demanda, de modo que influye en las medidas que adoptan los estados para ir modificando los hábitos de fumar. En la Argentina, a partir del año 2011, se sancionó una ley que regula fuertemente los aspectos vinculados a los auspicios de las tabacaleras, la publicidad y las propagandas. Y en el año 2013 se sacó un decreto, reglamentario de la ley antitabaco, que amplia lo que se consideran productos vinculados al tabaco. “Se hace una regulación amplia de la ley para proteger a los sujetos pasivos, es decir, aquellos que si bien no son fumadores quedan expuestos a los efectos del tabaco”, reseñó. Remarcó que la convención de la OMS representa un cambio de paradigma, debido a que aborda la regulación desde el control de la sustancia para disminuir la demanda. Así, examinó tres pilares que se establecen para disminuir el impacto de los cigarrillos en los distintos estados: programas de salud, aumento de la presión fiscal y de los precios y regulación de todo lo que sea propaganda. “Nuestra ley antitabaco toma todas las recomendaciones que establece la convención, si bien la Argentina no la ha ratificado”, concluyó.

María Laura Ferrari, abogada, relacionó las leyes y las políticas antitabaco con la protección del Derecho a la Salud. “El Derecho de la Salud, el cual fue incorporado a nivel constitucional en 1994, es considerado como un derecho humano”, caracterizó. Así, explicó que el Estado es el que va a definir las políticas públicas en materia de salud y lo va a realizar por medio del Ministerio de Salud de la Nación y por medio del Consejo Federal de Salud, el cual es el encargado de aplicar y desarrollar esas políticas en las provincias. “La legislación vigente parece que tiende a no generar nuevos fumadores”, exteriorizó. Asimismo, añadió que una política pública debe tender al bien común y no debe entrometerse de más en las decisiones privadas, íntimas y particulares, que hace a la libertad de elección que tiene cada ser humano.

Por último, la abogada Laura Andrea Massaro reforzó la idea de cómo las políticas públicas impactan en el consumidor haciendo mención a un caso en Australia del año 2011, donde se sancionó una Ley de Empaquetado Genérico del Tabaco. De esta manera, observó que esta ley es tendiente a disuadir que los nuevos consumidores consuman tabaco. “Esta ley lo que hace es disminuir el consumo de tabaco, especialmente en las nuevas generaciones”, sintetizó. Consecuentemente, esto provocó un gran revuelo, tanto dentro de Australia como a nivel internacional, debido a que las tabacaleras a nivel local se presentaron ante la justicia y argumentaron que la ley iba en contra de sus derechos de propiedad intelectual. En tanto a nivel internacional, las empresas tabacaleras se agarraron de los acuerdos internacionales de propiedad intelectual relacionados con el comercio. “En estos acuerdos, los estados pueden implementar políticas públicas a fin de preservar los derechos a la salud, pero estas no puede ir en detrimento de vulnerar otro derecho”, finalizó.

“En esa primera ocasión en que se prende el cigarrillo hay otro que nos lo está ofreciendo. Hay algo que se vincula directamente con el entorno en que estamos vinculados, y el tomar el cigarrillo está relacionado con la aceptación social, es decir, sentirnos incluidos en un grupo”, opinó la psicoanalista Gricelda Moreira.