Seminario permanente sobre Historia de la Facultad de Derecho - Las conferencias de Hans Kelsen de 1949
Si de visitas ilustres se trata, pocas quedarán tan grabadas en la historia —y en la mitología— de nuestra Facultad como aquella de Hans Kelsen, el famoso jurista austríaco del siglo XX que arribara a nuestro país allá por 1949. Como toda leyenda (aunque en este caso se trate de una realidad), está particularmente teñida de múltiples colores, polémicas, dimes y diretes. Pero también, como en todo relato, siempre hay estudios que buscan descubrir la verdad. En este caso, el investigador es Oscar Sarlo –profesor de la Universidad de la República, Uruguay–, quien fue invitado el 26 de octubre por el Instituto Gioja, para disertar sobre “Las conferencias de Hans Kelsen de 1949 en la Facultad de Derecho” y así cotejar la realidad de la tan idealizada polémica que el jurista austríaco mantuvo con el filosofo argentino Carlos Cossio.
Intrigado por el tema, una vez que nuestro conferencista se recibió de abogado, decidió comenzar a revisar los archivos históricos de los diarios para develar la cuestión. De esta manera, fue descubriendo que efectivamente Kelsen había estado en 1949 en Buenos Aires y que el centro de atención de su visita estuvo puesto en la disputa entre su Teoría Pura y la Teoría Egológica formulada por Cossio.
A la manera de un buen arqueólogo, Sarlo ensayó una reconstrucción de los hechos. De ahí surgieron dos hipótesis posibles de por qué Kelsen vino a la Argentina. La primera —y más probable—, está ligada a una respuesta definitiva a las críticas que Cossio le hacía a su teoría. La otra, podía deberse a la inminente inauguración del actual edificio de la Facultad.
La relación con Cossio arrancó epistolarmente en el año 1936. El profesor argentino le enviaba artículos y hasta había logrado publicar algunos trabajos en las revistas dirigidas por Kelsen. Además, Cossio se había propuesto traducir todas las obras de Kelsen al castellano, de modo que en 1941, cuando este jurista (ya exiliado) se entrevista con Sánchez de Bustamante en Cuba, da cuenta que Cossio era conocido en América como el difusor de sus teorías. De ahí en más, Kelsen encargó a su discípulo, Josef Kunz, el monitoreo del desarrollo de la Teoría Pura en esta región. Durante prácticamente 7 u 8 años, a Kelsen lo tientan todo el tiempo para que defina una postura frente a la Teoría Egológica de Cossio.
La oportunidad se presentó concretamente en el año 1948, cuando Ambrosio L. Gioja viajó a EE.UU. y discutió con Kelsen la teoría del jurista argentino (la cual era siempre negada por el filósofo austríaco). El viaje se costeó a tres puntas: fue auspiciado por la Facultad, por el Instituto de Filosofía de Derecho (dirigido por Cossio) y por el Colegio Público de Abogados de Buenos Aires Este hecho, sugiere Sarlo, muestra la gran tensión política que rodeó la visita, en momentos en que la Universidad estaba intervenida. Se planeó inicialmente un ciclo de cuatro conferencias: una en el Colegio de Abogados, otra en el Instituto de Filosofía del Derecho y dos en la Facultad. Luego se improvisaron charlas en La Prensa y en las ciudades de La Plata y Montevideo, donde lo recibió Eduardo Couture. Incluso, Kelsen aprovechó la oportunidad para viajar a Río de Janeiro. Su estadía en Buenos Aires se estima que fue del 2 de agosto al 25 de agosto. Al parecer, fue el viaje académico más largo en su vida.
Por otro lado, Sarlo comentó que en la verdad de los hechos Kelsen vino más a disfrutar su estadía en Buenos Aires que a discutir teorías. Es más, la tan vociferada discusión con Cossio terminó en un debate “imposible” que luego devendría en un fuerte distanciamiento entre ambos autores. Según nuestro expositor, hubo tres áreas problemáticas que minaron la confrontación fructífera. Primero, sus personalidades filosóficas eran disímiles. Segundo, ambos tenían sus teorías muy asentadas y aceitadas. Y, finalmente, había un fuerte choque en las formas de trabajar de ambos. A esto hay que sumarle la dificultad del idioma (dialogaban en francés sobre autores alemanes).
“Kelsen era un escéptico en buena parte de su pensamiento; no imaginaba grandes misiones ni grandes desafíos”, sostuvo Sarlo. Pero paradójicamente, estuvo en el centro de todos los acontecimientos mundiales. “Él tenía muy en claro el lugar alejado que debía conservar un buen científico”, agregó. Del otro lado, la vida de Cossio demuestra su demanda permanente de reconocimiento por parte del poder. Según consignó Sarlo, Cossio se ofreció tanto a Uriburu, como a Perón y a la Revolución Libertadora como el filósofo que necesitaba la conducción del país; aunque ninguno de estos regímenes le dio lugar. Después vendría su período marxista —en una lectura suya propia— y, por último, su afiliación al peronismo montonero. “Cossio tenía la aspiración de jugar un gran papel político. Sin embargo, no lo consiguió nunca y Kelsen –que no lo buscaba– lo logró siempre”, sentenció Sarlo. Por otro lado, Kelsen no creía en las nacionalidades, mientras que en Cossio “se encontraba un contenido fuertemente nacionalista”.
En una aproximación epistemológica, nuestro historiador invitado argumentó que Kelsen ya tenía alguna idea del cuidado que había que tener en aquella época frente a las vanguardistas teorías del lenguaje que surgían en la filosofía. En cambio, en Cossio se ve “la supervivencia del uso retórico del lenguaje, con usos grandilocuentes y reverenciales que obnubilan al lector”. “Kelsen construía sus teorías polemizando con sus contrarios; Cossio no cesaba de nombrar a todos sus adherentes”, remató Sarlo. Pero lo más difícil se daba en que Cossio, a fin de cuentas, tenía muchas dificultades para comprobar sus postulados de manera universal; algo que al parecer sí lograba la teoría kelseniana.
De todos modos, Sarlo comentó que el trámite mismo de la polémica “embarró” las cosas. Daba la impresión que Cossio pensaba que todavía podía convencer a Kelsen de cambiar de teoría. Su estrategia se convirtió, en palabras de Sarlo, en un “acoso académico”. Cuando se fue Kelsen, Cossio comenzó a difundir las conferencias que habían tenido lugar en Buenos Aires, poniendo notas al pie de lo dicho por el austríaco. El punto límite llegó cuando el jurista argentino publicó Kelsen vs. Cossio, sin autorización y como si fuera en coautoría. “Todo esto a Kelsen le molestó muchísimo”, aseguró Sarlo, quien a pesar de descreer en el éxito de tal encuentro, rescató que en un ambiente caldeado como el de aquella época, esta mítica visita significó un espaldarazo formidable para fortalecer una de las escuelas de derecho más importantes del mundo