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Año VIII - Edición 154 03 de diciembre de 2009

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Reforma política y sistema de gobierno: ¿es la parlamentarización del presidencialismo una opción?

  • Notas

Con el fin de analizar una reforma política al sistema de gobierno que no sólo garantice la gobernabilidad frente a las crisis políticas, producto de una pérdida de consenso, sino también la participación activa de la ciudadanía, se llevó a cabo la jornada debate “Reforma política y sistema de gobierno: ¿es la parlamentarización del presidencialismo una opción?” el 17 de noviembre en el Salón Verde de la Facultad de Derecho. En esta oportunidad fueron convocados los Dres. Eugenio R. Zaffaroni (Ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación), Alberto Dalla Vía (Profesor de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho), Daniel Sabsay (Profesor de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho), Samuel Cabanchik (Senador Nacional - PROBAFE), Calógero Pizzolo (Profesor de Derecho Constitucional de la Facultad de Derecho) y Liliana Negre de Alonso (Senadora Nacional - Alianza Frente Justicialista).

Para dar inicio, el Dr. Eugenio R. Zaffaroni afirmó que frente a la propuesta de una parlamentarización del presidencialismo, no es conveniente que sigamos mezclando instituciones y sistemas. En este sentido, precisó que la reforma constitucional del año 1994 creó algunas instituciones tomadas del parlamentarismo en un sistema presidencialista sin terminar de definirlas, haciendo una transferencia de poder constituyente a poder constituido, por lo cual “muchas de las dificultades institucionales que tenemos provienen de instituciones que no han sido bien delimitadas desde la Constitución”, manifestó. A su vez, señaló que el presidencialismo en América Latina ha dado resultados negativos y que encierra en sí una lógica perversa, conforme a la cual una persona se lleva la totalidad del poder por un sólo voto de diferencia, generando conflictos serios en América Latina por elecciones muy reñidas. Tal es el caso de México y Costa Rica donde la oposición se dedica a obstaculizarlo a partir de ese momento, tratando de arrebatar y desestabilizar el poder en la medida que pueda hacerlo. Resaltó además que en el sistema parlamentarista las alianzas que se forman son claras y necesarias para garantizar la gobernabilidad, en cambio en el presidencialismo todas las alianzas que se hacen son siempre sospechosas. Finalmente, consideró necesario un gobierno fuerte que facilite alianzas y negociaciones porque “se necesitan políticas de Estado y la perversidad intrínseca del sistema presidencialista lo impide”, concluyó.

Posteriormente, el Dr. Alberto Dalla Vía comentó que se ha estudiado los sistemas comparados y se los ha calificado de acuerdo a cuál es más consociativo, es decir, dónde se articula mejor la democracia deliberativa. Describió entonces que en primer lugar se encuentran los sistemas parlamentarios con sistemas proporcionales de elecciones; en el segundo, el sistema presidencialista con sistema mayoritario; en el tercer lugar se ubica el sistema parlamentario con sistema mayoritario y en el último, el sistema presidencialista con sistema de representación proporcional. Opinó además que la mixtura de parlamentarismo con presidencialismo puede tener resultados tanto favorables como desfavorables e indicó que en la Constitución de 1994 se han incorporado los Decretos de Necesidad y Urgencia y otros instrumentos parlamentarios en nuestro sistema presidencialista, que fueron negativos. Sin embargo, destacó que en la Constitución de 1853 ya existían muchos instrumentos parlamentarios. Hizo mención también a que en la Argentina el hiperpresidencialismo es tan fuerte que el Presidente de la Nación además es presidente del partido. Para concluir, remarcó el rol de las instituciones, las cuales deben cumplir las funciones esenciales dentro del principio sistema presidencialista. “No podemos entrar a debatir modelos teóricos si primero no advertimos los demonios de nuestro sistema institucional, que son clientelismo, nepotismo y tranfugismo”, finalizó.

A su turno, la Dra. Liliana Negre de Alonso postuló que la crisis que nuestra institucionalidad está atravesando requiere mucho más que una reforma política. Estimó necesario recuperar la credibilidad de la política y los principios, considerando que la política es servicio a los demás y trabajar para el bien común. Con respecto al sistema presidencialista, lo caracterizó con una clara, nítida y rígida separación de poderes y se cuestionó si actualmente en la Argentina existe una separación de poderes y un verdadero federalismo. Entendió además que se ha generado un abuso y exceso de los Decretos de Necesidad y Urgencia, los cuales fueron incorporados en la reforma constitucional de 1994 como una cuestión excepcional, pero aseguró que se dictan para evitar el debate parlamentario. “En nombre de la emergencia se ha avasallado el presidencialismo, hemos extraído a las provincias argentinas de los fondos coparticipables porcentajes para entregarle al gobierno nacional y se está violando la Ley de Coparticipación Federal”, criticó. Por lo tanto, aludió a que esto constituye la pérdida de la calidad institucional y el desprestigio del gobierno argentino, caracterizado por el sometimiento económico del Gobierno Provincial y el avance del Poder Ejecutivo distorsionado sobre el Parlamento y el Poder Judicial. Sin embargo, subrayó que no debe haber tampoco obstruccionismo por parte de la oposición y no dejar avanzar en un programa de gobierno a quien ha ganado.

Más adelante, el Dr. Samuel Cabanchik observó que si bien el problema que motiva este debate trata de elaborar un mejor diseño institucional en la Argentina, existe un problema en el modo en que los argentinos nos relacionamos con nuestra capacidad de autogobernarnos, con la ley. De esta manera, anunció que “la cuestión se vuelve abstracta cuando existe una dicotomía entre la sociedad y los diseños institucionales”. Propuso entonces utilizar los diseños como instrumentos para autogobernarnos, agregando que el presidencialismo no ha demostrado ser el instrumento adecuado para nuestra necesidad de gobierno. En tal sentido, reseñó que en América Latina 16 presidentes han tenido que abandonar sus cargos antes de completar su mandato, lo cual refleja que el sistema fracasó porque las crisis políticas se resolvieron a través de crisis sistémica, de la sociedad en su conjunto. Mencionó también que con el Parlamentarismo se podría apuntalar desde la Constitución Nacional y las leyes el Congreso Nacional que es el más débil pero que puede ser el más fuerte cuando aparecen las crisis, asegurando que “aquella institución debiera ser fuerte todos los días, no en momentos de crisis únicamente”.

Acto seguido, el Dr. Daniel Sabsay advirtió que frente a las acumulaciones de poder, el Congreso no tiene la capacidad de poner un freno, defender sus atribuciones y ser el gran hacedor de políticas públicas que consiste en su función de control. En consecuencia, planteó que no existe posibilidad de encontrar desde el sistema una salida que reencauce hacia la constitucionalidad. Además, precisó que en la reforma de 1994 no hay ningún rasgos de atenuación real al presidencialismo ya que “el Jefe de Gabinete de Ministros resulta un órgano de control cuya vida institucional hasta el más mínimo detalle depende totalmente de aquel a quien se supone deberá controlar”, expresó, manifestando que lejos de haberse logrado una contención de las facultades legislativas del Presidente, se transformó en una herramienta natural, es decir que el Presidente puede legislar por Decreto de Necesidad y Urgencia, por promulgación parcial de leyes, parcialmente vetadas y por delegación desmedida, a través de los “superpoderes”. Sostuvo entonces que el proceso debe ser evolutivo, no debe pasarse de un sistema al otro abruptamente. Hizo referencia además a las diferencias en la distribución de competencias entre la Constitución Argentina y la de Estados Unidos, y percibió que las presidencias exitosas de América Latina se combinaron con gobiernos de coalición: así sucedió en Chile, Uruguay y Brasil.

Hacia el final de la actividad, el Dr. Calógero Pizzolo identificó que ha existido un corrimiento de las competencias y se ha fortalecido un poder en desmedro de otro, lo cual se manifiesta en la realidad de América Latina, con el agravante que en nuestro país se ha desdibujado la silueta federal para consagrar un sistema unitario en lo que hace a los recursos estatales. Consideró entonces que esto ha dado por resultado el gobierno de una persona, de una figura pública, no el gobierno de las leyes que ya estimaba necesario Aristóteles. Presentó además algunas herramientas propias del sistema parlamentario que debieran ser analizadas para producir los consensos necesarios y así construir un sistema democrático: el voto de confianza, que expresa el apoyo de la comunidad política a un programa de gobierno; la moción de censura, previsto en la Constitución con la reforma de 1994 circunscripto al Jefe de Gabinete; la disolución de las Cámaras; y la división del Poder Ejecutivo en dos jefaturas: Jefatura de Estado y de Gobierno. Por último, entendió necesario garantizar el equilibrio de poderes, afirmando que “actualmente la idea de control está ausente, el personalismo está presente y el futuro es incierto, al menos para los sistemas de gobierno”.